CAPÍTULO SEIS "Elefantes Danzantes"

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Me sentía tan patética allí, en el suelo, llorando. Parecía una niña pequeña asustada queriendo a su mamá.

El agua seguía cayendo sobre mi, helada, mezclándose con mis lágrimas. Parecían sincronizadas, porque ambas se hacían más intensas a cada minuto.

Entonces, se detuvo... O algo así. Ya con caían gotas sobre mi cabeza, pero podía ver la lluvia manifestarse aún en la ciudad. Miré hacia arriba, y entendí: tenía un paraguas sobre la cabeza. Fruncí el ceño. ¿Sería posible que alguien fuese amable y se hubiese apiadado de mi?

-¿Anna?-me llamó una voz familiar. Demasiado familiar par llevarle un día conociendo.-¿Qué haces en medio de la lluvia?-preguntó todavía confundido y se agachó de cuclillas a mi lado, quedando un poco a mi altura.

Le salté encima, abrazándole con todas mis fuerzas. Pero me separé al darme cuenta de mi gesto. Bill me sonrió con ternura.

-¿Qué haces aquí?-preguntó de nuevo.

-Estaba sola en casa, y decidí venir a ver la ciudad-expliqué en un susurro.-Pero caminé mucho, me alejé de la estaciación, y... y...-mi voz se extinguió.

-Te perdiste-finalizó Bill, comprendiendo. Yo sólo asentí. No me sentía capaz de hablar si no era en susurros.

-Tranquila, es normal-dijo acariciando mi espalda, tratando de calmarme.-Eres nueva, no debiste salir sola. Hamburgo es enorme.

-Me di cuenta-dije esbozando una sonrisa triste.

-Vamos-dijo levantandose y tendiendome su mano para ayudarme a hacer lo mismo.

Tocar su mano produjo un millón de sentimientos en mi, que no lograba descifrar. Simplemente sabía que me sentía el doble de bien.

Me puse de pie y Bill me acercó más hacia él, retirando su mano de la mía y posando su brazo en mi hombro. ¿Mariposas en el estómago? ¡Yo sentía una manada de elefantes danzantes!

Me sonrojé ante su cercanía, y sonreí internamente, agradeciendo que él no pudiese ver el color carmesí de mis mejillas.

Cuando llegamos a donde estaba Tom, tenía una cara que quería matar lo primero que se le cruzaba. Ni siquiera reparó en que yo estaba allí, sino que empezó a gritarle.

-¡A buena hora apareces! ¡Ya pensaba yo en irme sin ti! ¿Fuiste a buscar el agua en Narnia? ¿Dónde carajo...?-empezó a preguntar, pero calló cuando notó que estaba allí. Nos miró confundido y Bill respondió sin necesidad de que hiciera una pregunta.

-Anna se perdió. Estaba paseando sola. La encontré y por eso tardé-explicó el pelinegro. Tom asintió y me dedicó una sonrisa amable.

-La próxima vez puedes llamarnos, Anna. Te anotaremos los números de todos al llegar. No tienes que paseas sola teniendo un guía turístico tan increíble y guapo aquí-dijo señanladose así mismo y sonriendo. Me eché a reir y Bill sólo rodó los ojos.

La lluvia pasó mientras esperabamos el metro-ya que habían perdido el bus por causa de Bill-y el viento soplaba gélido. Tirité encogiendome de brazos y acurrucandome junto a Bill. No había soltado su agarre de mi hombro en todo el rato que llevabamos allí.

Me soltó, y sentí cierta decepción hasta que vi que lo hacía para pasarme su abrigo. Lo agradecí y me ayudó a ponermelo. Bill era demasiado dulce y amable. Volvió a posar su brazo en mis hombros. Los elefantes volvieron a bailar en mi estómago.

Tomamos el metro hasta casa de Gustav y bajamos a una calle, ya que no llegaba directo hasta allá.

Cuando llegamos a mi calle, y pasamos junto a mi casa se las señalé. Acordaron visitarme un día.

Un poco más adelante estaba la de Gustav.

Tocaron el timbre y un muy sonriente Gustav nos recibió en la puerta.

-¡Hey, chicos! ¡Anna! ¡Viniste!

-Dije que lo haría-contesté sonriendo.

-Pasen-no indicó mientras nos hacía un espacio.-Ya Georg está abajo.

Seguí a los chicos hasta el sótano, donde Georg estaba ya ocupando su puesto. Tenían de todo allí: Amplificadores, bajos, guitarras, micrófonos, teclados... se sentía como presenciar el ensayo de una banda profesional.

Tomé asiento en un sofa rojo que tenían allí mientras los chicos ocupaban sus lugares y conversaban sobre cuál canción tocar.

Mientras estaba allí, caí en la cuenta de cómo lucía Bill. Estaba aún más maquillado que en la mañana, y su cabello negro estaba peinado hacia arriba, como una enorme melena de león. Su ropa era negra y roja, y llevaba botas negras. Todo un roquero. Me pareció increíblemente guapo. Mi corazón latió rápido cuando recordé que llevaba puesto su abrigo negro. Lo olí disimuladamente. Olía a él.

-¿Lista para ver la mejor banda del mundo?-me llamó Georg desde su puesto.

Sonreí y asentí estusiasmada cuando una buena melodía por parte de los chicos comenzó a sonar.

HIFL MIR FLIEGEN#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora