Los Crímenes de la Locura

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—Ren... Esa puerta... Huele raro—Susurré al guardia que tomaba mi mano desde que nos encaminamos hacia ese lugar.

—¿Como a qué?—El hombre se había inclinado de modo casi imperceptible hacia mi oído.

—A... A—Intenté recordar el aroma, pero mi memoria estaba bloqueada—... A...

—No pasa nada si no logras recordarlo—Un tono amable acompañó esas palabras de ánimo.

El hombre de negro superior pidió las llaves al otro guardia y le indicó que abriera la misteriosa puerta de madera. Me esforzé por recordar el aroma y me enterré las uñas en la mano libre por lo frustrada que estaba. Un simple recuerdo que no...

—Sangre—Dije en voz alta—... Es sangre... Huele a—Me tapé la boca con mi mano que estaba sangrando por lo fuerte que apreté—... Lo de adentro del cuarto es... Hostil... Apesta a sangre... Fresca y seca...

—Tú—Ordenó el otro oscuro a Ren—, ve al frente con la espada junto al otro y protéjanos. Esta cadete no sabe pelear aún.

—Sí, jefe—Ren tembló un poco mientras soltaba mi mano y desenvainaba su espada corta, para luego mandarme una mirada dulce y obedecer.

—Eso es todo lo que podemos hacer por el momento, señor Kaleb—El oscuro se dirijió a su respectivo jefe—. Es su desición llamar a más guardias o proceder, su excelencia.

—No quiero posponerlo más, Grood—Sentenció el de cabello blanco—. Abra la puerta y pasen con cuidado. No sabemos lo que pueda haber dentro conociendo el tiempo que Novu ha estado sin reportarse.

Yo sólo escuchaba las palabras y las memorizaba. No comprendía lo que querían decir en realidad, salvo que dentro había peligro y que Ren iría primero, solo. Estaba asustada, temblando de modo muy sutil a los demás. Nadie parecía percatarse siquiera de que una lágrima pasaba por mi mejilla al distinguir otro aroma.

—Kyara...

Una risa escapó por la puerta, bastante atenuada por la madera y su ubicación. Era masculina, no cabía duda. Pero nadie la escuchó, así lo reflejaba su actitud fluida, sin sobresalto alguno, y su silencio.

Escuché el tintinear de las llaves en las manos del otro guardia. Demoró un minuto en escoger una, mientras las otras cayeron por la argolla en una estrepitosa cascada de más golpeteos metálicos. Mi confusión aumentaba a cada segundo al escuchar más. Mi oído era más agudo de lo normal y eso me estresaba...

Mis manos se encontraron en mis oídos en segundos, mientras la llave entraba con dificultad en el cerrojo y comenzaba a accionar el mecanismo de apertura. Los chirridos me ponían mal, pero pararon pronto. Un "clic" los detuvo. Luego, la puerta fue abierta con lentitud, soltando un largo y suave quejido.

Unos pasos metálicos empezaron a alejarse con cuidado. Resonaban un poco a medida de que se adentraba. Otros pasos se unieron a los iniciales, hasta que tanto los hombres de negro como yo ya caminábamos por la habitación poco iluminada.

—Esa risa—Murmuré tras oírla de nuevo—... Es... Escalofriante...

Seguí la dirección de aquel sonido. Los demás revisaban por otro lado y no me prestaban la menor atención mientras me adentraba en el oscuro cuarto. Unos pasos al frente... Doblé a la izquierda... Nueva risotada. Ésta fue más clara, así que la seguí sin más complicaciones hasta una... Pared.

«Es imposible...» pensé... Pero se repitió y eso desvaneció mis dudas. En ese lugar algo ocultaba la entrada al cuarto donde un sujeto y Kyara estaban. Y ella le daría respuestas a mis preguntas. Busqué con el tacto a lo largo de la barrera algo sospechoso, con el penetrante y desagradable aroma en mi nariz. Ninguna muesca o palanca de fácil acceso, ningún botón oculto... Sólo un pesado mueble barnizado de madera oscura, ancho, de dos puertas. El frente tenía como adorno cuatro imponentes rombos y tras ellos unas discretas enredaderas tallados directo en las puertas

La risa era un horrible ruido de fondo, que se hizo presente una vez más para guiarme. Venía con mayor claridad desde detrás del mueble. Pensé en ir por los demás, pero luego recordé lo que el hombre de cabello blanco me dijo. No iban a acudir de inmediato aunque rogara. Me senté recargando la espalda en duro armario, que desprendía un débil y casi imperceptible aroma a madera.

Me hice ovillo y comencé a llorar. Yo no podía moverlo sola. Ese estúpido mueble... Era lo que me impedía seguir con mi cometido. Mi presencia... Yo... Era inútil... Y llegó el momento en que me cansé de serlo; y no ser libre. Mis dientes se apretaron y me levanté con la cabeza gacha, agitada por la impotencia. Me puse frente al armario macizo:

—Eres lo único que se interpone—Susurré—... Entre yo y Kyara...

Mis puños se apretaron e hice rechinar mis dientes mientras soltaba un gruñido suave. Miré con furia el obstáculo y no me di cuenta... Abrí mis ojos y mi puño derecho había atravesado el frente del armario en un golpe limpio. Saqué mi mano y estaba ilesa, ni siquiera enrojecida en los nudillos.

—Eso significa... Que podría moverlo sola...

La confianza se dibujó en mi rostro ante mi nuevo descubrimiento.

—Mi fuerza se ha incrementado, tal como mi oído y olfato...

Me puse a la derecha del mueble y puse mis manos en la madera barnizada y cambié la posición de mi cuerpo para empujar.

—Por favor, cuerpo... Conviérteme en alguien fuerte—Me susurré a mí misma—... Conviérteme en... Mi propio héroe...

Di un paso e impulsé mis brazos con él. Toda mi fuerza y mi voluntad, junto con un grito ahogado movieron el mueble de una sola vez. Caí al suelo apenas el mueble dejó el contacto conmigo, sin control. Mi mejilla izquierda comenzó a arder al besar el suelo.

Me acurruqué sobre mí misma mientras mi mano aliviaba el dolor que mordía con fuego, pero este se esfumó en menos tiempo del que esperaba. Di un suspiro mientras mi vista escalaba por la pared, ya desnuda. Una puerta de madera oscura y sin adornos estaba ante mí. Me levanté lentamente y en silencio sin dejar de mirar la nueva irregularidad que logré captar. Respiré hondo del aire que salía desde las rendijas de la puerta, que era respirado por Kyara también.

—¿Sabrás que estoy así de cerca de tí, Kyara?—Susurré al tiempo que me pegaba a la puerta—Te he venido a buscar...

Mi mano derecha la atravesó como una bala y tras eso, me lancé con todas mis fuerzas contra ella. La puerta cayó a mis pies sin oponer gran resistencia. Me sostuve del umbral para no caer de nuevo, pero no pude evitar el quedar de rodillas. Ante mí una habitación secreta bastante grande y con pobre iluminación se tendía ante mí. Una sombra alta me daba la espalda mientras tapaba algo y unos... Miembros cortados yacían a su alrededor.

—¡¿Quién—La sombra volteó a verme. Su rostro era una sinfonía sin final de colores carne, combinado con texturas repugnantes. Un ojo celeste y casi sin piel a su alrededor. Otro negro como el ébano, normal pero con una locura sin límite reflejada en forma de brillo en él—... Se atreve a interrumpir mi fiesta?!

—¿Qué es lo que hay detrás de tí?—Pregunté sin dejar de mirar al sujeto, que se me hacía conocido de algún lugar.

—Así que quieres verme ¿Eh?—El hombre se oía complacido por mi muestra de interés—Puedes ver a esta preciosura si quieres—Sonrió apartándose de la sombra tras él.

—Kya... ra...

Caí abatida con la cabeza baja ante el espectáculo de carnicería, con pasos como ruido de fondo. Él rió ante mi reacción, pero... ¿De qué otro modo actuar ante un torso siendo mutilado vivo, del cual está colgando un brazo en plena disección?

Mis labios se apretaron de asco y sentí algo acariciando mi cabeza. Al tratar de observarlo, no pude mirar más arriba del suelo. A pesar de eso, me hizo sentir más tranquila.

La claymore del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora