Nuevo Comienzo

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Realmente, esa noche me pareció fría. Me tapé con las sábanas aún blancas me dormí cuando más cansé de tanto llorar. Las luces de las estrellas me parecían tan lejanas...

Kyara me abrazó. En medio de un tenebroso bosque, lleno de espinas, estuvo allí. Estuvo allí para mí. Me tomó en sus brazos y me arrulló. Me acunó en sus brazo a la vez que se elevaba a en el aire con sus alas, cubiertas de plumas rosa pálido. Me dijo que ella vendría por mí y que fuera fuerte hasta nuestro encuentro, mientras me llevaba a una gran fortaleza.

Me puso en una suave cama, mientras unas cadenas tomaban sus manos y pies, para llevársela lejos de mí y quedar a solas con la cama, su espada y una botella llena de un líquido púrpura. Sólo entonces me di cuenta. Kyara representaba todo lo que me daba seguridad y tarde o temprano tendría que afrontar mi vida sin la seguridad.

Pero, si los conservaba en mi corazón, ellos vivirían en mí y jamás tendría falta de confianza en mis actos. Lo haría por ellos, por los que partieron en mi ausencia. Kyara rompió la puerta y con rapidez me tomó junto con su espada y la botella. Aún tenía las cadenas en sus extremidades, pero su así se podía mover. Me monté en su espalda y huimos de palacio luego de cortar las cadenas con su espada. En el bosque, en lo alto de un árbol, dormimos juntas, dándonos calor entre nosotras.

Me levanté de mi cama de paja y algodón. Me sentía llena de ánimo y fuerza, aún con la pena por lo del día anterior. Me levanté y lo primero que hice fue acomodar los cuerpos de mis familiares en la casa de mi prima y luego de llorar, quemarla. Me senté, arrodillada ante el fuego, a rezar por los anteriores dueños de los cuerpos. Toda mi familia se había ido al más allá a descansar luego de la más cruel masacre y dolor que significa ser devorado vivo mientras los demás lloran por tí...

Luego, comenzó a llover, apagando las brasas rezagadas que aún ardían. Así terminó mi ceremonia en honor a mi familia. Ahora vi a mis ovejas, que eran cinco, en el corral. Me había olvidado de ellas. Tomé un fardo de heno, mojado por la lluvia, para ir a verlas. Me empezaron a picar los brazos por el roce de la hierba seca, pero seguí. Ahora ellas serían mi familia. Las ordenaría para hacer quesos y venderlos en el pueblo cercano. Les pondría nombre y convertiría en mis amigas. Las esquilaría en verano para tejer prendas y venderlas, o la lana procesada, para que fuese convertida en otras cosas.

Las miré con el fardo en brazos. Estaban aterradas, juntas en un rincón. Sólo tiré el fardo y me puse a llorar de rodillas ante ellas:

-Lo siento... Lo siento-Balbuceo. Tenía que disculparme con ellas por sólo recordarlas cuando dormí y comí, mientras ellas sufrían en silencio-¡PERDÓNENME! No... Aún no puedo aceptarlo, su muerte... Ayúdenme... Ayuda... Por... Favor...-Seguí llorando hasta que sentí algo suave alrededor mío.

Al alzar la vista, vi que ellas me olfateaban y reconocían, aún bajo la sangre y el pasto seco, mi aroma. Se acurrucaron a mi alrededor, tal vez por frío, o tal vez para no sentirme tan vulnerable... Para mostrarme que no me culpaban... Para darme la calidez de una familia, que tanto yo como ellas seguramente anhelábamos con fuerza. Yo en tanto las abracé para devolver el gesto de alguna manera, mientras sollozaba en voz baja. Así nos quedamos un rato, abrazadas, hasta que me dormí.

-Kyara... Kyara...-Mi respiración se agitó a medida que el ritmo de mi corazón se aceleraba- Ven...-Comenzaba a hacer mucho calor, mi cuerpo se inestabilizaba- Por... Por favor... Ayuda...

-Sólo no te resistas a ese dolor-Una silueta negra me rodeó mientras me retorcía-Déjate llevar y jamás lo reprimas...

-Duele... No puedo...-Tosí delirante. Mi corazón enloqueció y corrió como caballo desbocado, tratando de salir de mi pecho-Debo permanecer aquí...-Apreté los dientes y me hice ovillo- N... No quiero... No quiero morir...¡No moriré!

-Ya no tienes propósito, niña-La sombra se arrodilló-Es tu fin, acéptalo.

-No... No...-Tirité mientras la fiebre subía devorando mi cabeza y mis extremidades se entumecían-Debo seguir aquí...

Todo se volvió negro. Sentí que alguien me cargaba, una presencia cálida y maternal. Me acurruqué en sus brazos, susurrando:

-Sálvame-Mis lágrimas corrieron por mis delirantes mejillas. Sonreí, sintiéndome en paz.

La claymore del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora