El Gingko Cuentacuentos

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Ren se fue con movimientos rectos y mecánicos. Así estuve viéndolo, apoyada el los fierros por si volvía.

-¿Cuál es tu nombre?-La pregunta me sobresaltó y me di la vuelta. Ahí estaba ella, mi compañera, con sus ojos brillando de la emoción.

Pude verla mejor sentada en la luz. Era algo más baja que yo. Su cabello era rubio ceniza y tenía dos trenzas que caían sobre sus hombros. Llegaban hasta su pecho. Su sonrisa era grande y se veía ansiosa. Toda ella... Se veía muy feliz de verme.

-No lo recuerdo-Contesté a la chica, pendiente de sus ojos.

-Lo siento-Se entristeció y miró al suelo fijamente-... Lo siento mucho... Mi nombre... Es... Gingko.

-Es raro-Dije yo-. No conozco esa palabra.

-No me extraña-Me dijo sonriendo y mirándome de nuevo-. Es el nombre de un árbol.

-¿Por qué te llamas así?

-Mi mamá me puso así-Respondió acariciando una de sus trenzas-. Era una boticaria. Era de verdad una gran mujer... Hasta que esas cosas se la comieron-Su mano derecha se convirtió en un puño.

-¿Qué cosas? Yoma... ¿Son Yoma?-Me miró con ternura, como si le causara gracia lo que dije.

-Si, fueron ellos-Su mirada se tornó sombría y bajó la cabeza-. Desde entonces estoy sola. Pero, has llegado tú para acompañarme.

-Así parece... No recuerdo mucho de mí, pero-Comencé a divagar en mi mente-... También quiero que paguen por lo que hacen.

-Qué linda-Gingko rió con soltura-. Seguro lo haces para hacerme sentir mejor... Han muerto muchos de los que querías ¿Verdad?

-No lo recuerdo-Repetí-, ya te lo dije.

-Todo indica que ha sido así-Me senté y ella me miró a los ojos-. Siempre fui buena leyendo las emociones de la gente. Algunas se graban en la mirada y no se pueden borrar muy fácil. En los tuyos veo mucho dolor, pena... Todo indica que lo recuerdas, pero no sabes que está todo allí.

-¿A qué te refieres con que "está allí"?

-Bueno... Déjame contarte una historia-Me sonrió al ver que no le entendía nada-. Ponte cómoda y escucha.

No me moví demasiado. Entonces, Gingko rió y dijo:

-Debes de ser menor que yo...

-¿Por qué lo dices?

-Porque te sientas como niña pequeña... Como si te fuera a contar un cuento-Me miró a los ojos con ternura y le sonreí. En verdad, esa mirada me transmitió confianza.

-Me agradas-Le dije sin dudar-, pero quiero oír la historia.

-Sí que debiste ser pequeña-Rió Gingko-. Entonces no te hago esperar más. Bueno... Todo comenzó en una gran ciudad...

-¿Ciudad?

-Sí. Con muchas casas y gente viviendo en ella.

-Ah... Sigue.

-En ese lugar vivía una herbolaria muy célebre entre ellos y tenía una hija con mucho talento a su vez. Estaba muy enamorada de un joven al que su madre no aprobaba, porque era demasiado aventurero y quería ser un mercader. Si se casaban, entonces él y su hija se irían para siempre. Así que la mujer le hizo prometer que si se casaba, la primera niña que tuviese sería también herbolaria. Así lo prometió y el joven estuvo de acuerdo. Se casaron al poco tiempo después, sin muchos lujos ni asistentes... Sólo ellos y sus familiares inmediatos.

La claymore del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora