XIV

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-Que su profesor de matemáticas no tiene la culpa – Aclaró sin mas – pero hay cosas que no pueden suceder director.

-Señora... con todo respeto encárguese de sus asuntos, yo me encargare de los míos, si realmente me entero que mis empleados tienen que ver con esto le aseguro que le pondré fin, no es una escuela de elite solo por contratar a las personas mas capacitadas.

Ella comprendió todo aquel asunto, asintió y le dio la mano antes de salir, ni siquiera volteó a verme, ignorándome completamente seguramente Miwa seria castigada pero eso solo representó que todavía no confiaba en mi.

-Debo pedirle que guardo discreción por el asunto...

-Por ahora – le respondió el antes de salir.

Sentí que se alejaron de la oficina lentamente, ahora los ojos de el estaban solo sobre mi.

-¿Puedo confiar en ti? – eso me ofendió mucho.

-Me has conocido desde que era apenas un niño, ¿crees que arriesgaría mi carrera por una tontería? – el me quedó viendo diferente, realmente confiaba en mi, eso era seguro, no le costaba para nada despedirme y asunto solucionado.

-Yo te creo, son las demás personas las que me preocupan, y la reputación de la escuela es lo mas importante de todo.

-Lo sé – mi primer año como profesor no habia comenzado tan bien como lo pensé.

-Todo lo que puedo decirte es que te alejes de tus alumnos por un tiempo, sé que este no fue tu problema pero sería lo mejor – no iba a responder ante eso.

-Si me disculpas tengo que irme.

Salí de allí lo mas rápido que pude de nuevo encontrándome con Nanami en los pasillos, no supe que hacer, tenia que comenzar a pensar mas las cosas con claridad, me senté en la banca que había a lo largo del pasillo, viendo el techo, sentí que se sentó a la par mía.

-El director es bueno ocultando cosas ¿no? – me dio la sensación de que a el le había pasado algo similar, voltee a verlo – cuando una escuela muy grande suceden todo tipo de cosas.

Se puso de pie y desapareció de mi vista.

Y comencé a recordar muchas cosas.

Me di cuenta aun mas que por mas que quisiera a Yuji, por mas que me gustara esto no podría ser, y con lo que acababa de suceder era la prueba, una pequeña distracción, un pequeño desliz y ser despedido es lo mínimo que podría esperar.

Se distancio de mí, y por consiguiente, mi corazón dio un vuelco cuando lo miraba triste, apagado, decaído, volvió a ser el chico triste que era cuando lo conocí, quería pensar que era por mí, porque le interesaba, pero también me regañaba mentalmente, por haberme vuelto un pedófilo, un gran retroceso.

Para ambos. Me di cuenta que quería llamar mi atención con tonterías, fingiendo que el trauma de la infancia volvía porque no estaba a su lado, sabía que ni el mismo se lo cree, pero sentía un calor agradable.

Dichoso, vuelve a mí, quiero que estés a mi lado.

Me invitó a un café así como antes y accedí con gusto, ¿Por qué no? Me encantaría que estuviéramos juntos siempre.

La mejor cita de mi vida. ¿Por qué tienes que ser menor de edad? ¿Por qué tienes que ser tan adorable? ¿Por qué tienes que ser... Mi alumno?

Nada de esto esta bien.

Y aquella mañana donde tendrían su primer examen de matemáticas pude presenciar de nuevo aquel esfuerzo, y había sacado una nota perfecta, no importaba lo que el director me dijera y el problema que causé, tenia que tener una celebración aquel día.

Fuimos a comer, y por un extraño intento me abrazó, correspondí el abrazo y comenzamos a caminar así, fue tan agradable, pero no podíamos hacer eso, especialmente por las advertencias que recibí esta mañana.

Lo quité como pude aunque mi corazón me dijera que no lo hiciera.

Después de aquel día, comencé a verme más distraído, una lucha mental, las mejores cosas siempre tienen que estar prohibidas, pensando en ti en aquel lugar, que incluso mis amigos se dieron cuenta, me despedí temprano tenía que estar a solas con ese pensamiento irracional.

Entré a mi casa y a los pocos minutos alguien toco la puerta, ¿Quién podría ser a esta hora? Y cuando la abrí me enojé conmigo mismo.

-¿Qué estás haciendo? – mi alumno favorito casi congelado.

-Lo seguí – rápidamente lo entré e intenté calentarlo con un edredón y con té.

-¿Qué estás haciendo aquí? – Le reproché – si querías conocer mi casa habían maneras más fáciles para eso.

No entendía nada, pero mi corazón latía fuerte, verlo en mi sillón temblando por el frio, adorable, me encantaría calentarte de otra manera.

-Quería hablar con usted – no importa de lo que querías hablarme, no puedes estar aquí a estas horas.

-¿Y desde cuando necesitas estar aquí para eso? – ocultaba mis impulsos de querer abrazarte y calentarte de otra manera más sucia, con un tono más agudo.

-¿Interrumpí algún compromiso que tenía con alguien? – continua siendo tan adorable que me harás hacer algo que no quiero.

-Realmente no, no es por eso; estas congelado, casi con hipotermia, ¿al menos tu abuelo sabe que estas aquí? – el guardó silencio - ¿no vas llamarlo?

-Podría regañarme, ¿puede llamarlo usted? – me puse de pie para buscar el teléfono, ¿pensaba estar aquí toda la noche? Nada bueno podría salir de eso.

No respondo por lo que pueda llegar a hacer.

Enamorado de mi profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora