-Risa ✨-

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Es interesante como nuestra mente puede elegir almacenar u olvidar información de forma tan al azar, tal vez puedas recordar a la perfección aquel recuerdo tan más vergonzoso, el como te trabaste al hablar, el como decías alguna tontería o cuando alguien te descubrió cantando de forma desafinada aquella canción con la que llevabas obsesionado semanas, más por el contrario, no puedes recordar la fecha en la que algún familiar cumple años, eres incapaz de saber que contestar a una pregunta que hace unos años podías contestar perfectamente, es más ¡No recuerdas ni siquiera lo que desayunaste esta mañana!.

Cómo podemos darnos cuenta, nuestro cerebro suele estar más propenso a recordar hechos vergonzosos o tristes, que preferiríamos olvidar.

Si bien, México y Chile jamás interactuaron en una conversación entre sí, vaya que comparten un recuerdo bastante cómico, una de las pocas veces que podían verse a la distancia.

Lastima que sólo el mexicano podía recordarlo.

El joven Nueva España se encontraban rondando el pequeño lago en dónde se encontraban varios indígenas recogiendo agua para poder cumplir alguna orden dada por algún criollo que decía ser su dueño, no le gustaba estar ahí, odiaba la manera tan despectiva en la que los "españoles puros" trataban a su gente, pero era la única manera de darles un poco de comida, la cantidad que normalmente recibían era una miseria.

-Joven Nueva España, el señor Imperio quiere que vaya con él a la hacienda para recibir un cargamento, inmediatamente-

-Estaré ahí en seguida-

Se dirigió a paso lento hacía la hacienda más grande de todo Nueva España, aquella en la que su padre y él residían, después de algunos minutos consiguió llegar a la oficina de su superior para notificarle de su llegada.

-Estoy aquí, padre-

-Perfecto, vayamos a la entrada para poder recibir un cargamento sumamente importante, ahí estará una de mis otras colonias, así que espero y te comportes-

-Claro padre-

Se dirigieron a la gran entrada de su hogar, y ahí, logró ver a alguien bastante particular; había un chico, podía notar que era unos años menor a él, de estatura también parecía ser menor, lucía una apariencia delgada, demasiado delgada.

Imperio se dirigió con el supervisor de la carga para confirmar en contenido de esta, Nueva España trataba de prestar atención a la conversación de los mayores, pero cada tanto su mirada se volvía hacía el menor, la curiosidad que siempre le había caracterizado no lo dejaba centrarse en otra cosa que no fuera, saber quién era el nuevo visitante.

-Nueva España y yo estábamos a punto de almorzar ¿Por qué no te quedas, Reino de Chile?-

-Como usted deseé señor Imperio-

Reino de Chile.

Repitió en su mente, le parecía un buen nombre, mucho mejor que el suyo, se dirigieron al comedor para poder almorzar, el futuro mexicano se sentó, recibió su alimento y recitó la oración que obligatoriamente debía decir antes de consumir algún platillo, con la cabeza aún en su pensamiento sobre el nombre del contrario.

-Nueva España ¿Te sientes mal?-

-... N-no padre-

-Entonces come, no seas irrespetuoso-

-Sí, lo lamento-

Levantó y fijó por algunos segundos su mirada hacía el rostro del chileno, podía reconocer perfectamente esa expresión puesto que la veía a diario en el rostro de su gente, tristeza pura era lo que percibía, decidió ser amable con el invitado y hacerlo sentir mejor, por lo menos un poco.

-Pss, pss, hey-

Pronunció susurrando, con suerte su padre no se daría cuenta del comportamiento tan infantil que estaba teniendo. Cuando tuvo la mirada del otro en él, el show comenzó.

Tomó su cuchara y la colocó en la palma de su mano, tratando de mantener en equilibrio aquel objeto, las sirvientas siempre se reían al ver que fallaba en cada intento, así que esperaba causar el mismo efecto en el chileno.

Pero la mala suerte del pequeño Nueva España le jugó en contra, al tratar de mantener por más tiempo en pie aquella cuchara, se estiró de más, callendo hacía el suelo, al lado izquierdo de su silla.

-¡Nueva España!-

¿Recibió un buen golpe de parte de su superior? Sí, pero ver cómo el chileno había reído con tan ridícula escena, lo hizo sentir bien.

México sonrió ante aquel recuerdo, jamás imagino que aquel chileno sería quien hiciera que sus latidos se aceleracen.

30 ∂íαѕ σтρ -мєχιℓє-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora