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ISA.| ❝ ¿Miedo a la muerte? Uno debe temerle a la vida, no a la muerte ❞
Donde Isabella Riina va a Corea para cortar de raíz un problema que la sigue desde años y para obtener lo que le corresponde. Pero se termina enredando en otro problema de...
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━No puedes estar hablando en serio.
Estaba segura de que hundiría el suelo de su casa gracias a las fuertes pisadas que estaba dando y el camino que estaba formando al caminar de un lado a otro en la misma dirección.
━Intenté mantenerlo distraído, pero sabes como es cuando se trata de ti.━ la voz de su padre se escuchó del otro lado del teléfono.
━Ni siquiera pasó una semana, pa.━ renego.━ Ni una semana.━ volvió a decir, esta vez murmurando para sí misma.
Lo escuchó suspirar, y prácticamente se tiró sobre el sofá sin saber qué más hacer.
El que su hermano comenzara a preguntar por ella luego de no verla cerca después de cinco o seis horas no le extrañaba, sobre todo cuando recién había regresado. Así que era prácticamente imposible el que no preguntara por su paradero.
Estaba segura de que su padre no le había dicho nada, porque así se lo había prometido. Así que tampoco podía culparlo por eso, pero no podía evitar molestarse al no poder haber durado ni una semana sin esa llamada.
Sólo esperaba que en unos días no estuviera golpeando a su puerta.
━Intentaré mantenerlo lo más lejos de un aeropuerto posible, hija.
Soltó un suspiro acompañado por una suave risa, agradecía que intentara aliviar un poco el ambiente.
━Encierralo bajo llave si es necesario.
━Se escaparia por la ventana.
━En un Búnker entonces.
Luego de escuchar la carcajada de su padre, se despidieron y volvió a suspirar.
Se levantó luego de unos minutos y llamó a uno de sus hombres.
━Hasme el favor de sacar mi coche a la calle.
━Claro, señorita.
━Gracias.━ le sonrió mientras pasaba por su lado en dirección a las escaleras.
×
Isabella observaba el edificio frente a ella con una pequeña sonrisa instalada en su rostro. Todavía le parecía increíble que escondiera un tesoro tan grande como lo eran 15 toneladas de oro.
No pudo evitar formar una sonrisa más grande cuando toda esa construcción se vino abajo frente a sus ojos, dejando una cortina de humo y escombros por donde mires. Simplemente, era la situación perfecta.
Pero todo se esfumó cuando un auto blanco se estacionó justo frente a ella y a la entrada del edificio. Observó confundida a todos los hombres que se encontraban ahí, no los había notado, y se regañó mentalmente por eso. Otro hombre, vestido con un traje café claro, bajó del auto y caminó hacia adentro no sin antes ordenar que comenzaran a pegar carteles.
