Capítulo VIII

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Ya estando en clases del día siguiente, _____ Shiraiwa agradecía aún no recibir ningún regalo. Sólo que, en el primer receso, a penas salió de su salón, se llevó la sorpresa de que Wakiya la esperaba. Y ahora se encontraba caminando a un lado de ella, sin mucho que decir, solamente una que otra queja.

Tras salir del baño, seguía aguardandola. Y más extraño le parecía que no mencionara nada al respecto del beyblade. ¿Estaba allí para analizarla por el deporte? ¿Quería enfrentarla? ¿Qué?

Secándose las manos en su remera y con el semblante extrañado, logró que él finalmente hablara.

—Agh, ¿sabes que hay algo para secarse las manos ahí dentro?— dijo, irritado.

—Por supuesto, sólo que lo estaba usando otra chica. A parte, quería apresurarme a corroborar si seguías fuera— habló analizándolo de pies a cabeza. ¿Tendría que revisarle la temperatura?

—¿Te preocupa que no te espere?— atacó, burlón.

—No. Quisiera que en tu lugar estuviera Rantaro, puede ser que con él hablo más que contigo— terminó de secarse, para acomodarse un poco el cabello hacia atrás. Quizás no tenía fiebre, y si no tenía nada que ver con el bey; ¿quería pedirle prestado la tarea? No, era Wakiya, y eso no lo haría por varias razones. Orgullo, primero. No están en la misma clase, segundo.

—No te quejes, agradece que al menos alguien te está acompañando— se cruzó de brazos, volteando la mirada a otro lado.

—Pero si tú comenzaste a quejarte.

Claramente, ya lo había colmado. El blader ahogó toda queja, evitando verla. Pudiera que lo enamorara, pero ser él mismo no podía dejar de serlo, y menos si debía hacer como si nada pasara.

Respiró profundo, haciendo su mejor esfuerzo para calmarse. Exhaló, relajando sus hombros.

—Ya vayamos yendo con los demás— mencionó para comenzar a avanzar.

—Pero quisiera primero ir a buscar algo de comida a mi mochila.

Nuevamente, colmó el vaso de la paciencia. El Murasaki frenó de golpe para volver a quejarse. Dio media vuelta para tomarla de la muñeca e ir apresurado de nuevo al salón de la muchacha, el cual quedaba no muy lejos de allí.

—¿No pudiste traerla desde que saliste de allí?

—Primero, suéltame. Segundo, no, porque no sabía si ibas a comerte alguna de mis galletas si te las daba a cuidar.

—¡¿Y yo por qué querría comerme eso?! ¡Si quiero puedo comer una merienda de alto nivel!

—Las galletitas le ganan a todo— dijo como niña pequeña, logrando que la soltara. Después de todo, nunca la sujetó con fuerza. Creía que se debía al hecho de cuidar sus muñecas para el beyblade.

—¡Agh!

No tardaron mucho en llegar y el rubio ya la apresuraba a que fuera a buscar lo que la chica quería. Pero, para molestar un poco, decidió tardarse. Miró de arriba a abajo la pizarra, haciendo como si nunca hubiera visto todo lo que había anotado el profesor, lo que provocó que Wakiya apenas comenzara a desesperarse. Incluso volteó a uno de sus compañeros que se quedaba allí, preguntando que para cuándo era esa tarea.

Sin más, el de apellido Murasaki, optó por él mismo ir a buscar a lo que ella iba. Pero antes de llegar, se detuvo, notando que Hoji Konda había dejado un regalo. Giró a un lado, encontrándolo sentado y nervioso. Parecía que acababa de dejarlo sin que los demás lo vieran y la llegada de _____ lo sorprendió.

Alzó la mirada a su amigo, bastante nervioso de la situación y temiendo de haberlo hecho mal. Pero recibió un movimiento de mano, restándole importancia. Al menos se tranquilizó de inmediato con eso, despabilándose sobre su banca.

Finalmente, la Shiraiwa fue y se topó con esa sorpresa. Aquella era la primera vez que veía su reacción al notar el obsequio. Y no era la que esperaba en lo más mínimo. ¿Ni siquiera salía una sonrisa?

—¿Y eso?

Se apoyó en su asiento, cruzándose de brazos para ver mejor y como si no supiera nada al respecto.

De inmediato, al oírlo, la blader atinó a esconder el pequeño presente entre sus manos, dejando escapar el papel por entre sus dedos. El cual, obviamente, fue arrebatado por el de cabellos rubios.

—"Espero que te guste. Al menos sujeta tu cabello, te ves siempre muy despeinada."

Y el chico ahogó una risa. Era la pura verdad la que había ordenado que escribieran allí. Miró a _____ que lo observaba sin emoción alguna, mostrando que gracia no le daba.

—No le falla. ¿Y qué es?

Suspiró rendida, para abrirlo con delicadeza, encontrándose con una fina traba de cabello. Parecía tener incrustaciones de piedras preciosas, que parecían ser aguamarina. No dijo nada y se la mostró.

—Bien, póntela entonces.

—¿Qué? No— exclamó en susurros, volteando a ver a todos lados.

—¿Por qué? Vaya que eres agradecida, y a unas galletas las pones en la cima de una pirámide.

No tenía ganas de discutir respecto a eso, y menos si podía estar allí la persona que le había dejado aquello. Sin decir nada, con una mano, tomó un mechón de su cabello para acomodarlo y poner la traba en ese lugar.

—¿Ahí?

El chico rodó los ojos, para estirar sus manos a acomodarlo.

—Ahora sí. ¿Es acaso un enamorado?

—Creo que sí...

Dijo desviando la mirada desanimada, deseando salir del salón lo más pronto posible.

—¡Ja! Debe ser un bueno para nada como para fijarse en ti.

—Concuerdo— dijo la chica sin verlo, lo cual aprovechó el de apellido Murasaki para mostrar algo de sorpresa —. Tiene un mal gusto. A parte, ¿qué rayos habrá visto en mi?

—Quizás algo que tú no puedes ver.

Captó su atención, volviendo a mirarlo.

—¿Tú lo ves, Wakiya?

El chico movió los hombros.

—Mejor apresuremonos. Toma tus galletas y vamos con los chicos— y tomó rumbo a la puerta.

—A todo esto, ¿por qué me estás acompañando?

Giró sobre sus talones a seguirlo con los ojos, mientras se detenía y volteaba para responderle.

—Quiero enfrentarme a ti. Es todo— mintió.

—Que raro, me parecía— sonrió cansada, intentando animarse. Creía que le había atinado.

Tomó sus galletas y salió tras de él. El hecho de que no siguiera hablando respecto al regalo, le animó. Cuando regresara del receso, se lo quitaría obviamente.

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Besos ♥

TE REGALO |Wakiya Murasaki y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora