Capítulo XXV

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—Hola, Wakiya. ¿Sucede algo?— preguntó.

Iba a agregar un comentario gracioso como "¿vienes a pedirme la tarea? Porque mira que no estamos en el mismo salón". Pero se abstuvo.

—Así que... sabes que yo soy quien te da esos regalos, ¿no?

Gran parte de ella no creía que fuera hasta allí para preguntar aquello, solamente menos de un uno porciento.

El chico, que soltó aquella pregunta mientras veía sus pies, seguía manteniéndose firme como podía, con las manos todavía detrás de su cuerpo. Aquello apresuraba a _____ a que contestara.

—Sí... Disculpa...

Desvió la mirada, ligeramente sonrojada. ¿Qué cara podía poner ante aquella situación? Quería enterrar su cabeza metros bajo tierra.

Y no hubo palabra alguna de parte del apellidado Murasaki, que seguía todavía igual.

—Ni siquiera sabía cómo decírtelo, y mucho menos cómo reaccionar ante semejantes regalos... También lamento todo lo que dije de que eras un bueno para nada, y todo eso... No sabía al respecto de ello hasta más adelante...— habló mientras pasaba una de sus manos por uno de sus brazos.

—No te preocupes por ello... Lo comprendo, creo...— murmuró lo último, respondiendo finalmente.

Se sentía incómoda. Resultaba ser la ocasión perfecta para aclarar las cosas y confesar sus sentimientos. Pero, desde el punto de la de apellido Shiraiwa, no lo creía.

—Pero... admito que me sentí halagada... Gracias...

Habló bajo.

El de ojos azules siguió con la vista baja, teniendo la mente en blanco. Primera vez en que quedaba así frente a ella. Quería decir algo, pero no había trabajo en su cabeza para que eso sucediera.

Así que, solamente actuó.

Pasó sus manos al frente, mostrando una pequeña caja rectangular, lo que no pudo evitar que la joven se sobresaltara. De inmediato pensó que sería una regalo caro como el de esa mañana.

—Por favor, no necesito más regalos, en serio...— fue interrumpida por un gesto de su mano.

—Hoy— comenzó diciendo —, te regalo mi corazón que ruega por tu amor...— a las palabras, el rubio se acercó hasta ella que estaba sonrojada por lo que había dicho.

Por fin alzó su mirada, posándola en los ojos de ______. Detalló lentamente su rostro sorprendido y con color, hasta que terminó abriendo la cajita. Su contenido la dejó sin más habla: era una rosa de origami.

No lo creía. Tenía demasiado en la cabeza que necesitaba decírselo, pero si lo hacía, el chico se perdería apenas comenzara.

Era un bello detalle aquel, el haberle prestado atención a uno de sus pasatiempos favoritos, esforzarse en hacerlo y dárselo. Incluso unas pequeñas lágrimas comenzaron a aparecer para humedecer sus ojos.

—Ay, Wakiya...— pasó el talón de su mano para intentar secarlos, desviando un poco su cara del muchacho —, yo quería confesarme primero...

—¡¿Qué?!— exclamó el nombrado, comenzando a pintar su rostro de rojo.

Eso sí que no lo había esperado. ¿Cómo que ella quería confesarse?

—Es que entre más me fijaba en ti, me iba enamorando. No pienses que soy materialista, pero me han abierto los ojos durante este tiempo en que me ibas dejando los regalos...— comentó a la vez en que ponía tímido al rubio.

—¿Entonces...?— quiso saber, mientras intentaba salir del escondite que había hecho entre sus hombros.

—¿Entonces, qué?

—En serio no sirves para estas cosas— soltó un pesado suspiro, volviendo lentamente a la normalidad.

—Oye, la emoción me nubla demasiado. ¿Acaso quieres que haga un comentario sarcástico?— hizo un ligero puchero molesta.

—No... Mejor resumo yo y lo digo— respiró profundo —. ¿Quieres ser mi novia?— dijo tras llenarse de valor y teniendo un poco de rubor sobre sus pómulos aún.

—Vaya, que velocista...

—Agh, no empieces— mostró un semblante algo cansado, pero demostrando que estaba avergonzado de no tener respuesta que esperaba.

—Tú provocaste, así que aguanta, y más si quieres aguantarme durante más tiempo— soltó una risita, pasando sus manos por su rostro para despejarse como podía.

—¿Entonces?— preguntó al escuchar sus últimas palabras, esperanzado.

—Llámame también velocista.

Agarró la valentía de donde no sabía que tenía y colocó sus manos en ambas mejillas de Wakiya Murasaki, y plantó sus labios sobre los de él con delicadeza. Era un torpe beso, pero dulce para ser el primero que ambos daban.

Al separase, _____ Shiraiwa apreció el rostro completamente rojo del chico. Obviamente ella no quedaba exenta de eso.

—Somos novios y punto— mencionó apresurado el rubio, desviando la mirada, tapando una parte de su rostro.

—Me parece bien— sonrió ampliamente.

Debía de tomar todo de la mejor manera, sino caería de los nervios por lo que sucedió y lo que hizo.

—Oye, para bajar un poco la emoción, porque en serio ha sido una gran montaña rusa todo esto... ¿Por qué me regalaste un collar caro después de lo tan bien que venías?— cambió de tema al no ver señales por parte del de ojos azules.

—¿Ah? Se supone que hoy te llegaría una diadema de tela...

Mencionó pensativo de sus palabras, recordando varias cosas. Ese collar que probablemente nombró, debía de tratarse de un regalo de respaldo, por las dudas, antes de comenzar a darle cosas que a ella le gustasen. Su chofer debió de haberse confundido. Sacudió la cabeza y dijo que le restara importancia.

—¡Oh! Espérame aquí.

Indicó la muchacha para ingresar a su vivienda, causándole curiosidad al blader. A los segundos regresó, con una pequeña caja de origami. Y se la extendió.

—Es para ti. Pensaba dártela en la confesión, pero los planes no salieron como esperaba...— rio ligeramente nerviosa.

La tomó como pudo, pasándole la que contenía la rosa de papel. La abrió con cuidado, notando que de la tapa colgaban unos hilos en los que acababan unas grullas de papel. Sí, había cambiado de idea al momento de hacerlo.

—Disculpa si todo está algo arrugado... Ha estado en mi mochila desde ayer.

—Me encanta...— dijo para cerrarla.

La dejó a un lado para abrazarla con fuerza, tomando de desprevenida a ______ que volvió a tomar color en su cara.

—Te regalo este pequeño momento...

TE REGALO |Wakiya Murasaki y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora