Capítulo XXII

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Bien; ensayó las palabras todo el fin de semana, buscó consejos en internet, ideó el momento y se preparó mentalmente para lo que pasaría. Lunes de confesión.

En su mochila, llevaba un pequeño regalo para Wakiya Murasaki y así dárselo en el instante que había planeado.

Al llegar a la escuela, no vio al muchacho por ningún lado. Después de todo, había llegado sumamente temprano; hasta habían pocos alumnos todavía.

Ya para el primer receso, se topó con Rantaro Kiyama quien no decidió dejarla en ningún momento por lo que ella notaba. Así que tendría que aguardar un poco más.

—¿Son waffles? ¿Los hizo tu hermana?— preguntó el muchacho, viendo como intentaba sacar algo de comida del tupper que la muchacha tenía entre sus manos.

—Sí, y no. Ayer aprendí— indicó, intentando esconderlo detrás de su cuerpo.

—¿Me das uno?

—¿Por qué?

—Porque muero de hambre— dijo el rubio, soltando una queja.

—¿No tienes tus paletas?

—¿Has visto que te llenes comiendo solamente dulces?— contraatacó.

—Buen punto. Te daré una, con una condición— alzó un dedo la apellidada Shiraiwa, poniéndose seria.

—Tiene que ver con Hatsu, ¿cierto?

—¿Qué comes que adivinas? ¿Paletas?— con ligera gracia, observó como el más alto fruncía el ceño.

—No quiero nada. Muchas gracias por tu amabilidad— guardó sus manos en su pantalón, comenzando a caminar, lo que hizo que _____ lo alcanzara.

—Toma, ¿acaso ya no se puede bromear?

Le quitó la tapa como pudo y le extendió uno, mientras que el chico lo recibía sin queja ni comentario alguno.

—¿No dirás nada porque están quemados?— preguntó, dándole un mordisco al que había sacado para ella.

—La intención de darme uno es lo que cuenta— comentó Rantaro, sin emoción alguna en el rostro.

—Aww, tus palabras llegan a mi corazón— hizo un tierno puchero, para darle un ligero empujón a su amigo.

—Soy demasiado bueno con las palabras— dijo intentando darse aires de grandeza.

La muchacha rodó los ojos y dejó escapar una risa, para calmarse y ver al frente mientras seguían avanzando. No tenía ni la menor idea de a dónde se dirigían; quizás solamente caminaban sin destino alguno.

—Honcho...

—Dime.

—... me— y aguantó la pequeña carcajada que quería escaparse, por no poder resistirse a decir aquello.

—Ja, ja, muy graciosa— acabándose el waffle, el Kiyama la vio un momento.

—No, pero en serio... Tengo una pregunta seria...

—Entonces yo una respuesta seria...

_____ giró la cabeza al tiempo en que en su rostro su mueca se fruncía; en cambio, en el de Rantaro, aparecía una sonrisa victoriosa y algo burlona.

—Dejando la inmadurez de lado... ¿me ves en algún futuro al lado de... no sé... un novio?— habló algo insegura.

—¿Al lado de Wakiya?— la codeó con tal de molestarla.

—¿En serio? Si la sigues con la de esa vez, te repito que era porque me sorprendió verlo llegar feliz— se defendió, sin vacilar.

—Bien, bien... Pues... aunque sea difícil imaginarlo, puedo llegar a verte. Debería ser alguien con mucha paciencia o quizás con tu mismo nivel de carácter— alzó la vista para pensar aquello a duras penas.

—¿Existe un hombre así?

—Yo, pero estoy reservado para Hatsu.

—No mientas. No eres ni paciente y a veces ni siquiera entiendes lo que digo.

—¡Oye!— se quejó el rubio —Dame otro waffle, por favor— extendió una mano, aunque sin modificar el semblante de su cara.

—Sí— y se lo pasó —. Y, volviendo con el tema central, quizás debería de casarme con mi propio reflejo— agregó, evitando pensar en el apellidado Murasaki, cosa que le era imposible.

—Yo te presentaré un buen espejo.

—Gracias, lo aprecio.

Tras acabar el primer receso, volvieron cada cual a su salón. Al tiempo, sonó el timbre para indicar el segundo. Fue entonces que _____ Shiraiwa se sintió nerviosa. Finalmente sucedería.

Claro, ese había sido su pensamiento momentos antes de enterarse de que Wakiya Murasaki no había asistido a clases ese día.

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