Día de oficina.

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Capítulo VI


Dentro del auto en movimiento, Tania se removía inquieta, jugaba con las mangas holgadas de su sudadera, cambiaba de posición, cruzaba las piernas y volvía a sentarse con normalidad.

No conseguía estar tranquila.

No lo lograba.

— ¡Estrellas malditas contigo Emma! — exclamó finalmente, un poco harta consigo misma por no controlar su lengua.

Emma sonrió de medio lado mientras Tania le daba empujones suaves y recriminatorios.

—Maldita sea, debiste haberme dicho que irías de nuevo a ver a esa zorra.—gruñó Tania. No tenía ni cinco minutos que Emma le dijo dónde pasó la mañana, y Tania casi la arroja por la puerta del auto al enterarse.

Muy a pesar, Emma estaba serena, escuchaba atenta cada palabra que salía de la boca de su compañera, sin embargo no se molestaba en darle mucha importancia al tema.

Tania gastó varios minutos de su tiempo en darle un sermón completo, lleno de groserías y malas palabras que iban destinadas a Vera. Emma la detuvo apenas comenzó a sacar la artillería pesada en el ámbito lingüístico.

— Fue mi culpa no decirte, lo admito. — Tania se cruzó de brazos y esperó a que continuara, mirándola como un puntero desde su lado en el asiento. — Ayer se me pasó después de... De eso. En la noche te quedaste dormida y tuviste otro ataque. No quería que te preocuparas.—finalizó Emma en tono neutro.

—Ggrrr.—Tania se recostó con una mueca.— Ya empiezas a sonar como la maestra. "No te dije para que no te alteraras." "No te dije para que no te preocuparas." "No te dije porque no quería que te lastimaran..." Si sigues así me voy a ir a vivir con Romina.

Jugando con su vida, Emma se estiró lo suficiente para alcanzar la cabeza de su amiga y revolverle el cabello, alborotando  los mechones lacios bien peinados en dos coletas. Tania la fulminó, ella se limitó a ignorarla y seguir con las caricias.

Domar a Tania, era muy parecido a domar a un cachorro.

Adorable, pero peligroso si no se cuidaba de seguir los pasos de seguridad correctos.

—Vale, vale.— Emma le dio unas palmaditas más, se apartó evadiendo el ataque de su compañera, y retrajo su mano antes de que terminara explotando en pedazos.— Avisaré la próxima vez, aunque estés bateando cosas por una pesadilla.

La risa de Tania salió sin ganas, en sus ojos, donde lo más profundo se escondía del mundo, y a veces de ella misma, el brillo reluciente que la acompañaba, disminuyó.

—Ya no me había pasado, todo un mes sin pesadillas y pum.— Tania se cubrió la cara con los brazos, enterrando su miedo y su visión entre las rodillas vendadas y llenas de moretones.— Es como si el universo me dijera: "vaya, tu estás muy tranquila pues toma, un zapatazo de pesadillas."

—¿Qué fue esta vez? —Emma observaba con cuidado a su amiga.

—Lo mismo de siempre, ella intentando asesinarme y yo como niña buena intentando defenderme.

Tania respondió como si fuera poca cosa, Em sabía que no era así. Las pesadillas que atormentaban a su amiga eran las peores que vio en toda su vida; hubo una ocasión en la que la maestra les había dado vida con su don, y estás se materializaron en una secuencia de escenas y monstruos que dejó a Emma perturbada durante un año. 

Decir que temía a Tania era una cosa.

Decir que le temía a sus pesadillas, venía siendo otra.

Diferente, y... Peor.

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