El cielo estaba gris, había nubes que indicaban que se avecinaba una tormenta, el viento soplaba arrastrando hojas de los árboles, y en el cementerio varias personas vestidas de negro y blanco se arremolinaban alrededor de una tumba.
Al otro lado de la ciudad pequeñas gotas comenzaban a caer del cielo y escurrían por las ventanas de la casa. Ruby estaba sentada en uno de los sofás del cuarto de su hermana y sostenía una urna con las cenizas de la menor dentro.
-¿Puedo pasar?-
Ruby no respondió, no se movió, ni siquiera apartó la mirada de la ventana. Pasó un segundo, luego otro... La perilla de la puerta giró y entró una joven vestida de blanco y con una enorme charola de té, la cual depositó con sumo cuidado sobre la pequeña mesa que adornaba el centro de la estancia.
-Te hará bien beber esto... Dahana me dijo que si le ponías dos gotitas de miel tendría un efecto más relajante.- Dijo Tania alzando la taza, Ruby ni se inmutó y la joven bajó el brebaje dando un suspiro. -Hay momentos en los que siento que entiendo lo que sientes... Pero luego te veo más apagada y todo lo que creía entender se destruye.- Tania cruzó las manos y miró a la joven que era un fantasma de lo que había sido.
Ruby tocó con un dedo el camino que iba dejando una gotita en el exterior.
-Cuando me llevaron a mí...- La voz de la chica era apenas audible pero a Tania le alegró que por fin dijera algo. -Odié a mis padres por eso, teníamos problemas económicos y al igual que los padres de Penny los míos me vendieron. Los odiaba pero, nunca los odié tanto como cuando llegó Idunn... Yo ni siquiera la conocí cuando estaba en casa, cuando Vera la trajo me dijo lo que era para mí y en ese momento los quise ver arder en el infierno.- Una de las manos de Ruby acarició la urna con delicadeza. -Desde ahí prometí que cuidaría costase lo que costase de ella, Idunn se volvió mi todo... Era la única razón que tuve para no acabar con mi vida en ese lugar, me sacrifiqué por ella, durante tanto tiempo y ahora.... Simplemente ya no está.-
-Las personas mueren... La vida es fugaz.- Tania puso su mano en la tetera para sentir un poco del calor que manaba del líquido. -La muerte siempre me ha parecido algo interesante, sin importar nada les llega a todos... A veces es injusta, a veces no la entiendo... A veces quiero irme también con ella y otras no sé ni siquiera qué es.-
-La muerte es paz... Al menos eso quiero imaginar.- Ruby cerró los ojos. -No hay ni un cielo ni un infierno después, no hay más allá, solo hay... Paz.-
-Cuando vi a mi padre morir sentí que mi mundo se derrumbaba... Me imagino que algo similar te pasa a ti.-
-Siento... Que todo es gris, blanco y negro. Los colores se han esfumado y mi vida a perdido el sentido.-
-Perder a alguien amado siempre duele...-
-El amor es una mierda.- Escupió Ruby con lágrimas.
-Pero nadie puede escapar de sus redes.- Agregó dulcemente Tania, ella mejor que nadie lo sabía, el amor era todo un dilema.
La joven por fin miró a Tania.
-¿Por qué? ¿Por qué me duele? ¿Por qué no puedo seguir?-
Tania se levantó y se acercó a la joven, le tomó una mano y habló con tono suave.
-Duele porque los humanos somos criaturas sensibles, duele porque ella era importante para ti... Puedes seguir pero su recuerdo te ancla, tú misma te retienes sumida en la tristeza...- Respondió intentando apoyar a la joven lo más que podía, las vidas de ambas eran difíciles, tenían que poyarse mutuamente para poder seguir adelante.
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Nevor
RandomEn un mundo casi igual al nuestro la delincuencia está por doquier, los cárteles dominan los nueve continentes y se deleitan con el poder y el caos que generan. Melien es una isla, cede de la delincuencia en el mundo y madre de los dotados, personas...