Capítulo treinta

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Pasaron un par de meses desde aquél día en el que el caos había comenzado, primero mi discusión con papá, luego la pelea entre Isabel y Mayte al enterarse que me había mudado con ella. Y para completar, Fernanda y Manuel haciéndome la vida imposible en el colegio. Loca me iba a volver, si es que ya no lo estaba. Sentía ganas de escaparme con May al fin del mundo y olvidarnos de todo, perdernos en una isla desierta sin nadie que se interpusiera entre nosotras. Me sentía harta de que no nos dejaran en paz.

Terminé de servir el desayuno, coloqué todo en una bandeja y subí las escaleras. Entré a la habitación con cuidado y observe a Mayte aun dormía, estaba cubierta solo por una fina sábana blanca que tapaba su trasero y parte de sus piernas. Me acerqué dejando suaves besos por su espalda llena de pecas que parecían pequeñas constelaciones. Me acomodé junto a ella y aparté el pelo de su rostro.

Tomé mi celular para sacarle una foto que guardaría como el mayor de los tesoros.

— Despierta, dormilona. —susurré acariciando su mejilla con mi nariz.

— Mm... cinco minutos. —me abrazó.

— Maytecita, eres una bebé. —acaricié su espalda y sonrió.

— Entonces dame teta, mami. —murmuró y estallé en carcajadas.

— Estás loca, me encantas. —dije aun riendo.

— ¿Ya ves? —abrió los ojos. — No cuidas a tu bebé como debe ser.

— No me provoques. —dejé besitos en su rostro. — Traje el desayuno.

— ¿Qué hora es?

— Siete y quince de la mañana, aún tengo una hora para llegar a mi último día de clases. —besé sus labios. —Aunque no debería ir.

— ¿Por qué no?

— No quiero ver a tus ex. —rodé los ojos.

— Sof... —suspiró.

— Ya sé, ya sé. Pero no puedo evitarlo, me caen muy mal.

— Yo estoy contigo. —me tomó el rostro. — Te quiero a ti, mi amor.

— Y yo a ti. —la besé suavemente.

Como siempre, terminamos haciendo el amor. Mayte era mi debilidad y lo sabía, se aprovechaba para tenerme delirando de placer bajo su cuerpo y yo encantada me dejaba hacer maravillas con su lengua mientras tocaba el cielo con mis manos.

El día transcurrió tranquilo a pesar de mi encuentro con personas indeseables, entregué mis últimos trabajos y por fin me liberé del colegio. La graduación sería en un par de semanas, pero como ya había decidido no asistir, mis compañeros organizaron una comida de despedida. Así que, al salir del colegio, todos nos dirigimos a un pequeño restaurante que estaba cerca, donde estuvimos alrededor de 4 horas charlando y recordando todo lo que vivimos juntos.

En medio de la conversación sentí mi celular timbrar. Observé la pantalla y era Grace, vaya, hace mucho no hablábamos.

Mensaje de WhatsApp.

Grace:
"Hola perra degenerada, desde que tienes novia ya no te acuerdas de mí, ¿vienes a cenar hoy? Fer me dijo que aprobaste todo, así que debemos celebrar. Trae a Mayte, las espero a las 8:30 pm."

Ja, ahora era yo quien no se acordaba de ella. Suspiré pensándolo y tecleé una respuesta. Después de todo, Grace era mi mejor amiga y no iba a dejarla plantada por culpa de su estúpida novia.

Tomé mis cosas y me despedí de todos mis compañeros, los cuales ya estaban un poco ebrios, gracias a Dios yo había preferido no tomar. Manejé a casa en silencio, pensando en todos los escenarios que podrían pasar en la cena en casa de Grace, debía calmarme. Pero no podía, si Fernanda me hacía molestar con alguno de sus comentarios estúpidos, estoy segura que todo iba a terminar mal, y eso no era lo que quería.

— ¿May? —dije entrando a la casa. Caminé a la habitación y la observé sentada en la alfombra con los ojos cerrados. Me encantaba verla meditar así que me senté junto a ella hasta que abrió los ojos.

— Mi amor, ¿cuándo llegaste? —estiro sus manos hacia mí. — No te sentí.

— Hace dos minutos. —sonreí.

— ¿Cómo te fue? —me acerqué metiéndome entre sus brazos.

— Muy bien. —me acomodé en su pecho y acaricié sus manos. — Grace nos invitó a cenar, con ella y Fernanda. —Mayte hizo una mueca y me observó. — Si no quieres ir está bien, le digo que tuvimos un inconveniente.

— No mi amor, iremos. —dejó un beso en mis labios. — Todo va a estar bien.

Señora MayteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora