Capítulo veintiseis

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Mayte salió de la habitación llevándose a Isabel tal y como dijo, caminaron afuera y sentaron en la mesa que se encontraba allí.

— ¿Cómo va todo? —preguntó May.

— Bien, en dos semanas estaré formalmente divorciada. —suspiró. — ¿Y tú?, ¿me piensas decir por fin qué te traes con esa niña? Digo, porque para que la traigas aquí... ¿O es que la adoptaste y no me dijiste?

— No tienes que hablarme así, chavela. —Isabel rodó los ojos al escuchar aquello, odiaba que la llamaran así. — Sof y yo nos queremos mucho, y quise invitarla. ¿Te molesta?

— Me molesta que no me digas la verdad, María Teresa. —cuestionó mirando fijo a la menor. — Sé que hay algo más, no soy tonta. Y no me lo dices porque sabes que lo que opino no quieres escucharlo, pero igual te lo voy a decir. —Mayte suspiró resignada a escuchar a su hermana. — Solo esta jugando contigo, ¿qué puede buscar una niña como ella en alguien de nuestra edad?

— Estas equivocandote, Isabel.

— Déjame hablar. —sentenció. — ¿En qué estás pensando? Ya estas grande Mayte, no eres una adolescente que puede ir por la vida experimentando cosas.

— Y porque no soy una adolescente, no tienes que meterte en mis decisiones.

— Me meto porque eres mi hermana, y me preocupa lo que pase contigo. —dijo molesta. — Te va a dejar cuando se canse y se dé cuenta que no tienes la misma energía que alguien de su edad.

Mayte observó a su hermana sintiendo una presión en el pecho, producto de lo que le había dicho. Negó suavemente y se levantó, Isabel a veces era demasiado cruel.

— No pienso decirte lo que mereces, porque no voy a ponerme a tu nivel Isabel, ¿pero sabes? Siento que estás frustrada, porque yo sí tengo alguien que me quiera. —soltó aquellas palabras como puñales y se alejó. Necesitaba estar sola y pensar en lo que haría. Caminó hasta las caballerizas y estuvo ahí por alrededor de una hora.

Isabel se quedó en silencio pensando qué haría para que Mayte olvidara la absurda idea de estar con alguien mucho menor y de su mismo sexo. Joss observó a su madre y decidió acercarse.

— ¿Por qué te molesta tanto que May esté con ella? —su madre lo observó.

— Puede ser su hija, José Manuel.

— Pero no lo es. —la observo. — Creo que May es feliz, déjala.

— Ay por favor. —rodó los ojos.

— No tiene nada malo que sean novias, son otros tiempos mamá.

— No me parece José Manuel, Mayte está muy grande para salir con esto. ¿Qué le pasa? No señor. —movió suavemente la cabeza.

— ¿Prefieres verla con alguien que solo la lastime?

— La niña la va a lastimar igual. Y ultimadamente, no sé qué hago hablando esto contigo si tú también eres un mocoso. —se cruzó de brazos.

— Sofía ama a May, date la oportunidad de conocerla Isabel. —se levantó y observó fijo a su madre.

— Mi hermana no puede ser...

— ¿Lesbiana? ¡Claro que sí! —rió. — Ya lo es. Acéptalo, y apóyala.

— No voy a apoyar esa estupidez.

— Que amargada, neta. —dijo y se fue dejando a su madre con la palabra en la boca y llena de rabia.

Isabel no iba a permitir que su hermana siguiera cometiendo la estupidez de estar con esa niña, nunca. Algo se le iba a ocurrir, lo que recién comenzaba pronto iba a terminar y de eso ella misma se iba a encargar.

Señora MayteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora