Capítulo 4: La Gruta

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Una noche silente, fresca y brillante toma lugar en el Cuartel. Los Hoothoot ululando y revoloteando por el campo, criaturas nocturnas silvestres como Zigzagoon y Venonat deciden salir de sus refugios en busca de alimento o de algo que hacer para entretenerse. La Luna, estando algo próxima de su punto más alto, da a conocer que ya es cerca de las once de la noche.

El Cuartel General de Rescatistas está a oscuras; pocos son sus integrantes los que regresan muy exhaustos de misiones complejas, deseando por lo más querido por ellos el dirigirse directos a su habitación para descansar. Ya una vez el último rescatista regresó sano y salvo con su encomienda realizada, los líderes de las divisiones e integrantes de recepción se encargan de cerrar y ordenar todo.

Ahora bien, en el piso uno de las habitaciones, exactamente en la pieza de cierta Mienshao y cierto Zoroark, Violeta se acurruca muy cariñosamente en la cama, deleitándose de tanta comodidad propiciada. Una gran sonrisa se muestra en su rostro una vez toma su lugar en la cama y hunde su rostro en la esponjosa almohada.

—Cielos, pero que suave... —La Mienshao frota aquella almohada contra su rostro—. Jamás he llegado a sentir esta suavidad. Creo que se siente igual de suave que un Altaria.

En realidad, lo tan esponjoso de aquella cama le recordaba a un amigo del pasado, un Mareep, quien convivió junto a ella durante su infancia. Samuel era el nombre de aquel tipo Eléctrico, aquel a quien consideró su primer mejor amigo. El joven Mareep era vecino de Violeta en su antiguo hogar, antes de que ella y su familia optaran por mudarse a Kalos; ambos eran inseparables y siempre se apoyaban del uno al otro. De hecho, Samuel fue la fuente de inspiración que le motivó a Violeta a esforzarse para ser una Rescatista.

***

Hace siete años, en el pueblo Arcilla de la lejana Teselia, se encontraban una Mienfoo y un Mareep corriendo de un lado al otro muy entretenidos. Las partidas de atrapadas siempre resultan emocionantes. La tipo Lucha huía del tipo Eléctrico con destreza, mostrando su gran velocidad y evasión al trepar árboles y utilizar rocas como apoyo para escapar. El pequeño corderito eléctrico no era un atleta innato como su amiga, por lo que siempre era un problema para él poder alcanzarla. Al final, Samuel terminaba completamente agotado y despatarrado en el suelo.

—¡Vamos, Samuel! ¿En serio eso es todo lo que tienes? —Violeta vuelve a ubicarse frente a él y se cruza de brazos.

—¡T-Tiempo fuera, por favor!... ¡Siento que m-me voy a morir! —Suplica el Mareep jadeando con fuerza muy angustiado y exaltado.

—¡Bah, que dramático eres! Nada más corrimos por tres minutos y ya te cansaste —bufa la Mienfoo muy indiferente.

—Cuando tengas piernas así de cortas como las mías me avisas ¿eh?. —Tosiendo un poco, Samuel toma asiento en el césped y le dedica una mirada de indiferencia.

—No tiene nada que ver. Así sea con los brazos, yo puedo moverme y ganarte, sí señor. Así que eso no es excusa.

Violeta inmersa en su orgullo como luchadora, se ubica detrás de su amigo y empieza a empujarle con poca fuerza, haciendo así rodar a Samuel como una pelota lanuda hacia la cima de una colina.

—¿P-Pero qué- ¡Violeta, no! ¡¿Qué haces?! —Samuel se altera por las sacudidas e intenta detenerse.

—Vamos, Samuel, necesitas moverte. Además, no has usado el cerebro correctamente por lo que veo. —La Mienfoo le sonríe burlona y le guiña.

—¿Qué tiene eso que ver? ¡Y-Ya suelta que no soy tu pelota!

—Verás, mi querido y redondo amigo. Si acaso ves que tus piernas no te ayudan a moverte rápido, ¿no has pensado en rodar en vez de correr?

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