Capítulo 18: La vehemencia del silencio

99 14 6
                                    

Desde lo alto de los árboles a sus alrededores, gotas de rocío caían silenciosas sobre el fresco campo de gramíneas bajo sus pies. La mañana apenas se asentaba en la tierra; recién se notaban los primeros rayos llenos de vida de parte del cálido astro rey. El invierno se había despedido desde hace un par de semanas atrás, pero aún podían observarse grandes parches de nieve cubriendo parte de la vegetación joven.

Una criatura de pelajes oscuros era el único ser vivo que hacía presencia en aquel preciso lugar. Observó embelesado el atractivo entorno que lo envolvía. Palpó gustoso el cálido abrazo del sol en su rostro y la fresca brisa del ambiente a sus espaldas. Olisqueó el placentero aroma de la tierra mojada y la hierba fresca a sus alrededores. Escuchó con asombro el trinar de las aves en la lejanía y el pisotear de los silvestres entre los arbustos.

Aquel Pokémon unió sus palmas al frente y cerró sus ojos un momento. En su mente, solo se encontraban palabras de agradecimiento a Arceus por haber creado todo lo que le rodeaba; solo se encontraban palabras de agradecimiento por un día más gozando del aliento de vida.

—Gracias por todo, Arceus. Nunca me cansaré de agradecerte. —Alzó su voz ronca, sin pizca alguna de vergüenza.

Terminó sus oraciones, y un leve farfullar en sus oídos llamó sutilmente su atención. La criatura de pelajes oscuros sonrió con sutileza, observando a sus espaldas a quienes estaba esperando desde hace un par de minutos atrás.

Risas y jugarretas se acercaban a gran velocidad hacia el adulto. Incluso un par de quejas por injusticias en su carrera hasta su destino. De entre los arbustos, apareció la viva imagen de un pequeño bípedo de color ceniza, sonriendo sin reparo y saltando envuelto en alegría.

—¡Tómala! ¡Te gané, tonto! —exclamó orgulloso la pequeña criatura de pelajes oscuros, riendo a todo pulmón mientras acicalaba su primorosa plumilla de rubí—. Sí vio que gané, ¿verdad, señor Maikel? Tiene que decirle a su hijo que deje de llorar por todo, por favor.

—¡Tu madre es la que está llorando! —Una voz igual de aguda que la del joven tipo Siniestro/Hielo se hizo escuchar a sus espaldas—. ¡Me derribaste al suelo, pendejo! ¡Por qué no dices eso, ¿eh?! ¡Pinche tramposo!

Del mismo lugar de donde apareció el pequeño de garras blancas, un cuadrúpedo de pelajes color plomo y mechón rojo se acercó a ambos caminando de forma amenazante.

—¡Oye, oye! ¡Pilas con lo que dices! —reclamó indignado la joven comadreja—. ¡No creas que porque tu papá está aquí no puedo reventarte la jeta!

—¡Ándale, entonces! ¡A ver si muy bravo! —replicó el zorrito siniestro, encarando furioso al Sneasel frente a él.

—¡Ya estuvo bueno! ¡Cállense el hocico los dos! —El adulto alzó la voz con histeria, consiguiendo así que ambos Pokémon guardaran silencio un tanto temerosos—. ¡¿Acaso vinieron a joder y romperme las bolas peleando o qué?!

Inmediatamente, los jóvenes machos guardaron la calma y se colocaron con firmeza frente a él, mostrándose apenados y un poco temerosos por lo ocurrido. Tras conseguir que los niños dejaran de lado su discusión, el gran tipo Siniestro carraspeó con fuerza y alzó su mirada seria al frente.

—Mucho mejor. Gracias. —Fue tajante en sus palabras; luego decidió observar a ambos chiquillos con atención—. Por lo visto ya calentaron. Entonces vamos a empezar el entrenamiento de hoy. Vengan por aquí.

Tanto el pequeño bípedo de plumilla bermellón como el cuadrúpedo de copete rojizo suspiraron calma al ver que la reprimenda no había escalado a mayores. Así decidieron ir detrás del adulto, dejando de lado su reciente disputa con una sonrisa inocente.

Cambiar el sistemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora