Capítulo 13: Despertar

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Dos de la tarde y unos cuantos minutos era el tiempo en el que se encontraban todos; aún así, la sombra del bosque les ahorraba tener que exponerse directamente y por mucho tiempo al sol de mediodía. Seis criaturas se encontraban allí y ahora, viéndose entre sí con inquietud. La Thievul observaba con detenimiento aquel grupo de Pokémon, fijando su mirada especialmente en el Zoroark, quien decidió ir al frente y dar la cara por su equipo. Al instante, un sentimiento de pena a causa de su preciado momento de reencuentro envolvió completamente a la joven vulpina, haciendo que secara rápidamente las lágrimas de emoción que había dejado correr minutos antes.

—Hola... ¿U-Ustedes son rescatistas? —Cuestionó ella con su voz aún entrecortada, pero manteniendo una mirada firme frente a ellos.

—Así es. O bueno, casi todos. —Héctor sonrió con confianza, mientras dirigía su vista hacia la pequeña Blitzle—. Ella solo es una acompañante. Nos conocimos durante el camino.

—Ya veo... ¿Por eso no tiene pañuelo?

—Efectivamente. En fin, no perdamos tiempo. Tenemos claro que uno de tus parientes se encuentra encamado y requiere de atención médica urgente, ¿cierto?

—S-Sí, es verdad. Mi madre necesita ayuda.

—Violeta podrá ayudarla. Es especialista en primeros auxilios. —El ilusionista colocó su mano sobre el hombro de la armiña bastante confiado.

—M-Me alegro mucho de escuchar eso. —La cazadora siniestra dio media vuelta con vista al bosque adentro—. Vengan por acá.

Tanto ella como Willy decidieron partir a la carrera con tal de llegar pronto a su hogar. Ninguno de los rescatistas se imaginó aquella reacción de su parte, por lo que al verlos correr, Violeta y Walter observaron algo preocupados al Zoroark, quien poco podía hacer para poder seguirles el paso.

—No se atrasen, muchachos. Vayan detrás de ellos —imperó el ilusionista con firmeza—. Después los alcanzo.

Esa fue la luz verde para que, tanto la Mienshao como el Snorlax, pudieran salir apresurados detrás de ambos hermanos. Héctor solo suspiró con indiferencia y empezó a caminar pacientemente, cuidando de pisar bien con su tobillo herido.

—Joder. Me debes una, Aura... —se quejaba para sus adentros, manteniendo su vista reacia al frente.

Muy al contrario de lo que esperaba Héctor, Zara se había quedado atrás junto a él. Parecía que buscaba acompañarlo esta vez; no dejarlo de último cómo varias ocasiones atrás. El Zoroark se percató de su presencia y reaccionó con gran sorpresa, pero al ver aquella tranquilidad con la que le miraba, comprendió que no quería que le pasara algo durante su lánguida andanza.

—¿Entonces me quieres acompañar? —Quiso asegurarse el ilusionista, recibiendo un asentir de su cabeza como respuesta definitiva—. Wow. Muchas gracias, Zara.

Así, ambos caminaron con calma detrás de aquellos velocistas, deleitándose con lujo de detalles de las maravillas que engalanaban el bosque. La vista que ofrecía aquel espacio verde era reconfortante. Héctor respiró profundamente y decidió calmarse un poco, pues aquella incapacidad le había jugado mucho en contra en el poco tiempo de haberla adquirido. Para su buena suerte, la hemorragia logró cesar por completo, pero la inflamación del área afectada no le permitía mover su pie normalmente.

—Sí, Aura me debía una. Aunque yo también le debía una a ella. —Sonrió un poco, dirigiéndose a la Blitzle—. Así que, pues, estamos a mano, ¿cierto?

Zara solo sonrió a la par con él, mientras asentía alegremente a su interrogante. El ilusionista veía sus alrededores con cierto embeleso, aún sintiéndose impresionado de lo cuan relajante resultaba el bosque para él. Haber visto un par de retoños de nogal, uno más grande que el otro, le había recordado mucho su infancia y todo lo que había ocurrido en ella.

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