La discusión con Elijah dejó secuelas dentro de mí. No podía deshacerme de la rabia que sentía, pero tampoco de la culpa. Yo sabía que Elijah tenía razón y debí haberle confesado acerca de mi compromiso, pero en lugar de eso, lo oculté. No me atreví a decirle nada por miedo a que me abandonara. Era una egoísta de mierda, lo sé y lo sé bien.
Ahora no podía enfocarme en absolutamente nada que no fuese revivir nuestra discusión. Me enfadaba, pero también me consternaba. Había algo raro con Elijah, algo que simplemente no estaba bien. Él jamás se pondría así porque ya sabía la realidad de nuestra relación y, además, yo se lo dije aquella noche: lo amo a él, no a Azrael. No de esa manera.
—¡Isobel Blanick, enfócate! —reprendió Anima Kruger.
Si hubiese podido, le habría levantado el dedo medio. Estaba fúrica y, de ser por mí, ya habría abandonado estas lecciones de Unikaia, pero necesitaba descubrir el mío o no podría casarme con Azrael.
Traté de enfocarme en mi magia de Morierte, conectándome con esta para invocar mi Unikaia, pero este último no venía a mí. Mi mente y magia estaban en blanco y en ceros. Tuve la tentación de gritar y desahogarme, pero antes de siquiera poder considerar explotar, escuché a las otras brujas jóvenes de mi clase murmurando y mencionando mi nombre mientras me señalaban con "discreción".
—Dicen que Azrael Ascari ya la dejó por maldita y problemática —murmuró una.
La otra se carcajeó.
—Maldita e inútil, no sabe invocar su Unikaia con dieciocho años ya cumplidos y tampoco sabe retener a un hombre.
No tenía cabeza para escuchar esto. Las ofensas que en otro momento habría pasado completamente por alto, esta vez me calaban hasta lo más profundo. Quería gritarle a esas niñas... e iba a hacerlo.
Me acerqué con pasos firmes hacia ellas y saqué de mi bolsillo el anillo de compromiso que me dio Azrael, mostrándoselos en cara.
—¡Miren quién es amada por el brujo más codiciado de Witka! ¡Miren quién está comprometida con él! —grité como una demente, llamando la atención de todos los presentes—. ¡Miren quién diablos es superior sin haber manchado su conciencia y sin haber derramado ni una sola gota de sangre!
Todos en la clase de Unikaia escucharon mis gritos y, entre la furia que tenía atrapada, tuve un momento de lucidez y me percaté de lo que dije e hice. Todos los ojos estaban sobre mí y yo solo permanecí ahí parada, con dos jóvenes brujas espantadas por mis gritos y yo con el anillo en mano.
«Eres una maldita vergüenza». Pensé.
—Si no tiene nada más que decir, maldita Blanick, aléjese de sus compañeras y cierre la boca —ordenó Anima Kruger, con visible satisfacción por mi penoso desplante—. No quiero volver a oír sus gritos de maníaca en este lugar. Es más, ni siquiera quiero volver a oírla.
El resto de la lección mantuve un perfil tan bajo como pude, yéndome a la esquina del salón y fingiendo que hacía algo, pero en realidad solo mataba el tiempo para marcharme. Por suerte, nadie se acordó de mí cuando una bruja descubrió su Unikaia y todos los ojos se posaron sobre ella. Era un Unikaia que le permitía modificar partes de su cuerpo a voluntad. Si era bien aplicado, podría ser sumamente útil.
Cuando la lección terminó, estuve dispuesta a marcharme, pero antes de siquiera poder acercarme a la puerta, escuché una aguda voz llamándome:
—¿Isobel?
Suspiré a mis adentros y me volví hacia la voz, topándome con la joven asistente de la profesora, Xia, una bruja de si mucho unos quince años de edad. Siempre tenía cara de estar nerviosa y su complexión pequeña no ayudaba.
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Witka: La Maldición de la Bruja [No editado]
FantasyLas brujas poseen tres leyes vitales: obedecer o sucumbir, usar el amor con precaución, y no añorar la humanidad; pero una bruja las quebrantó todas. Isobel Blanick es una joven bruja perteneciente al aquelarre de Witka, y nunca ha estado de acuerd...