Capítulo 17. No es lo que queríamos

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Es increíble lo mucho que puede cambiar tu perspectiva de alguien de un día para el otro. Pero antes de causarme asombro, me provocaba una profunda tristeza y un abrasivo enojo por la mentira en la que vivía sumida.

No solo Ágatha estaba desahuciada, sino que además la imagen que tenía de ella, la idea de una bruja madre empática y justa, no era más que una falacia. Ágatha Bellerose fue partidaria del asesinato de una familia entera; niños incluidos. No tenía razón para hacer esto. Ella misma me aseguró que no era necesario asesinar a humanos a sangre fría si yo no lo deseaba, que incluso ella jamás se involucró en la matanza de otros humanos. Por Moira, ella fue quien me enseñó cómo obtener almas humanas sin necesidad de derramar sangre.

Todo fue, es, y siempre será una vil mentira.

Han pasado dos días desde que Camilla me confesó todo y, al no saber cómo reaccionar, me dediqué a evitar a Elijah por la culpa que sentía de saber lo que pasó realmente. No entendía por qué sentía tal remordimiento si yo no fui la responsable de ello, incluso yo misma estaba contradiciendo mi lema: «No me importa lo que los demás hagan siempre y cuando mi conciencia permanezca limpia».

Yo no formé parte de absolutamente nada de eso, pero aún así sentía culpa; sentía que yo cargaba con parte de la responsabilidad por mi cercanía con la madre Ágatha, o tal vez el secreto me carcomía viva. No quería decírselo a Elijah, no era necesario dado que él ya se hizo a la idea de que su familia murió en un incendio, y si yo le contara la verdad, solo aumentaría su recelo hacia las brujas.

Y un humano rencoroso cuya maldición fulmina todo ser vivo que toca, no sería nada grato. Además eso no era todo, sentía una preocupación más profunda hacia él que no me podía explicar del todo.

Me aferré con fuerza a la tela del suéter que cubría mi pecho y solté un aletargado suspiro. La noche me cayó encima después de pasarme el día entero pegada a Vera para no toparme con Elijah. No soportaría verlo con la información que poseía. Se supone que debía vigilarlo, pero lo mejor para ambos era poner tierra de por medio, al menos por unos días más. Ahora mismo lo único que quería era regresar a mi habitación y dormir, pero ese ente superior invisible me puso otro obstáculo en el camino...

—¿Apenas regresando? —cuestionó una voz cerca de mí.

No pude evitar soltar una exhalación y darme la vuelta para dirigirme a quien me hablaba:

—¿Tienes un fetiche con las sombras o algo así? —inquirí con fastidio.

Azrael se carcajeó y salió de detrás de la sombra de una columna, guardando las manos en los bolsillos de su saco y mirándome con divertimento.

—Y tú tienes uno con las maldiciones —afirmó y me señaló con un dedo—. Comienzo a notar un patrón: tu madre maldita, tú siendo llamada la bruja maldita y ahora tienes a un humano maldito a tu cuidado. Curioso, ¿no lo crees?

—Azrael —acoté con mi fastidio a tope—. ¿Qué es lo que quieres?

—Tomando en cuenta que fuiste a rogarme que me casara contigo y yo acepté con la advertencia que esto sería una prueba, lo estás haciendo fatal.

—¡Oh, lo lamento! —exclamé con sarcasmo y junté mis manos frente a mi pecho antes de aferrarme a su brazo—. ¿Qué requieres, mi querido y posiblemente futuro esposo?

Azrael esbozó una sonrisa y con una mano me tomó por la cintura, acercándome más a él para aferrarse con delicadeza a mi mentón y levantar mi rostro hacia el suyo.

—Sé que esto no te gustará, pero... —Se aproximó a mi oído y sentí un escalofrío recorrerme desde la nunca hasta la espalda baja cuando susurró: —Primero deberás obtener la aprobación de mi madre.

Witka: La Maldición de la Bruja [No editado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora