Capítulo 22. Expande tu cerrada visión

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Han transcurrido varias semanas desde el festival de los doce aquelarre, y aunque yo juraba que Elijah estaría enojado o más incómodo que antes por lo que sucedió y por haber sido encerrado otra vez en el vacío, fue todo lo contrario, tanto, que ahora me invitaba a que lo acompañara en sus lecciones con Camilla para controlar la maldición.

Estaba recargada contra el grueso tronco de un árbol, viendo a Elijah arrodillado en el pasto, tocando las flores y hierbas sin marchitar la mayoría de estas. Estaba tranquilo, y en lugar de sentirme tensa a su lado por nuestra conexión y la tormentosa marea que solían ser sus emociones, ahora se sentían como una imperturbable isla desierta en donde podía refugiarme de todo y de todos.

Ante mi pensamiento, Elijah levantó el rostro y, de inmediato, conectó sus ojos con los míos. Nuestra conexión se volvió tan estrecha, que podíamos percibir la esencia de nuestros pensamientos y las emociones que venían con ellos. Parecía que Elijah sintió mi serenidad y me sonrió con esa misma, como si quisiera decirme que se sentía igual que yo, cómodo y seguro a mi lado.

Sin poder controlarlo, le sonreí de vuelta. Amaba ver como sus finos labios se contorsionaba hacia arriba y sus párpados caían; se veía honesto. A mí el corazón me latía con más fuerza, mis ojos resplandecían en magenta y aquella sonrisa en mi boca se ampliaba con cada segundo.

—Te noto feliz —señaló Camilla, parándose a mi lado. Eso de aparecerse en mis momentos más íntimos se le estaba volviendo una costumbre.

Parpadeé varias veces, disipando el brillo en mis iris y después aclarando mi garganta con disimulo para desaparecer la sonrisa.

—Solo me alegra ver su progreso.

—Huh... juré que era porque estamos en época del astro de la calavera.

—Nací bajo el astro del cuervo.

—Lo sé, pero los astros transmiten diferentes emociones, ¿sabes? La calavera tiende a atraer la satisfacción —explicó—. Y debo señalar que es lo más feliz que te he visto en las últimas semanas.

—He estado tranquila.

—Y eso, mi querida Isobel, es una mentira —replicó y sacó una botellita de cristal del bolsillo de su falda—. Tu enfado apesta cuando estás muy cerca, ¿o es acaso frustración? Tal vez una combinación. —Abrió la botella y se roció aún más perfume del que ya llevaba puesto; apestaba a flores y cítricos—. ¿Perfume?

Respingué la nariz y negué con la cabeza.

—Ahora usted apesta.

Sonrió con divertimento y volvió a guardar su loción.

—Solo oculto los malos olores —respondió y acomodó sus guantes de seda—. Ahora desahógate, ¿qué te tiene tan indignada?

Me crucé de brazos, escogiendo fijarme en Elijah para controlar mi creciente ira.

—Ágatha —contesté con simpleza—. Me ha evadido todos estos meses y me indigna que no se ha atrevido a darme la cara después de la discusión que tuvimos. Es como si se ocultara... como una cobarde —musité, entornando los ojos—. Tal vez siempre ha sido una cobarde.

Camilla no respondió nada al instante y aquello me hizo percatarme de que le estaba confesando todo esto a la hermana menor de Ágatha Bellerose. Me arrepentí a los segundos y estuve a punto de disculparme cuando Camilla me hizo una pregunta que me confundió más:

—¿Ves a Ágatha como una madre? —indagó.

Yo sabía la respuesta a aquella pregunta, y la sabía muy bien, pero no quería aceptarlo, no ahora que le guardaba tanto rencor a la primera bruja madre. Opté por permanecer en silencio, bajando la mirada y barriendo mi zapato por la tierra húmeda del bosque. Sabía que mi silencio sería respuesta suficiente para Camilla.

Witka: La Maldición de la Bruja [No editado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora