No puedes morir por amor. Qué mentira más grande y vil.
Mi madre pereció por amar, pero no por amar a la persona incorrecta, sino por amar a quien para los demás era incorrecto.
Ahí estaba ella, atada a una columna de piedra mientras sollozaba al posar sus ojos sobre el cadáver carbonizado del hombre humano que alguna vez amó. El frenesí de Nernox estaba aconteciendo, pero lo único audible eran los clamores de agonía y las súplicas de mi madre: Cressa Blanick.
Nernox fue invocado por la primera bruja madre, Ágatha Bellerose, y el imponente cuervo cuyas plumas eran negras como el vacío y sus ojos de un relumbrante azul zafiro, apareció y se adentró a la frente de mi madre con el veloz batir de sus alas, dejando escapar un agudo graznido más similar a un alarido que al chillido de un ave.Sentí todo el dolor de mi madre azotarme de lleno. Mi piel estaba en llamas, mis huesos se quebraban uno a uno, mis órganos se sentían como si estuviesen siendo machacados y sentía tal presión en la cabeza que quería arrancarme los ojos de las cuencas. Quería que el dolor parara, pero no podía moverme, no podía hablar, no podía hacer nada.
«Haz que pare».
Oí la voz de mi madre en mi cabeza. Jamás la había escuchado con tanta claridad, pero podía reconocerla, definitivamente era ella.
«Él me salvará. Siempre me ha salvado».
¿Él? ¿Quién era él?
«Este no puede ser el fin».
El dolor que me azotaba no hizo más que aumentar y yo ya no podía aguantarlo. Mis propios gritos eran acallados por los alaridos de mi madre que inundaban mis oídos. Por un momento juré que yo también moriría. No había forma de sobrevivir esto. No existía manera.
—¡SOBREVIVE Y VIVE, ISOBEL!
Abrí los ojos de súbito tras escuchar aquel grito. Me senté rápidamente en la cama y me hallé con mi cuerpo estremeciéndose en pequeños espasmos y un agobiante pitido resonando en mis oídos junto con el eco del último grito de mi madre antes de que yo despertara.
El corazón me martilleaba en el pecho como si en cualquier momento fuese a salirse y el sudor frío me empapaba la espalda entera, pegando la blusa de algodón a mi cuerpo. Pasé el dorso de mi mano por mi frente y me encontré con lo helada que estaba esta última y como mis dedos temblaban fuera de mi control mientras lágrimas silenciosas corrían por mis pálidas mejillas.
—Solo fue una pesadilla, solo fue una pesadilla... —Me repetí en voz baja, abrazándome a mí misma en un fútil intento por calmarme.
Fue una pesadilla, pero no cualquier pesadilla. Era la misma vívida visión en donde mi madre perecía ante Nernox, pero todavía peor. Un terror onírico que yo rogaba se perdiera de una vez por todas.
A mitad de la noche y consumida en la oscuridad de mi cuarto, me sentí más sola que nunca. Elijah ya no estaba aquí, no había visto a la madre Ágatha en días y Vera estaba demasiado ocupada con el tema del casamiento. Necesitaba a alguien, quien sea, solo quería sentir que no me ahogaba sola en mis peores terrores.
Y como si fuese una señal de la mismísima Moira, escuché como tocaban mi puerta con suavidad. Por mero reflejo me sobresalté; debía ser aún de madrugada y nadie estaba fuera de sus cuartos a estas horas.
Con cierto nerviosismo, me paré de la cama con lentitud, manteniendo mi mano al frente en caso de que tuviese que invocar un hechizo y atacar. No tenía idea de quién podía ser. Tomé la perilla y la giré con cautela, abriendo la puerta hasta que me topé con un rostro familiar.
ESTÁS LEYENDO
Witka: La Maldición de la Bruja [No editado]
FantasyLas brujas poseen tres leyes vitales: obedecer o sucumbir, usar el amor con precaución, y no añorar la humanidad; pero una bruja las quebrantó todas. Isobel Blanick es una joven bruja perteneciente al aquelarre de Witka, y nunca ha estado de acuerd...