Tomé una decisión, probablemente la más importante en los diecisiete años que llevaba pisando este aquelarre. Oficialmente yo, Isobel Blanick, la tan aclamada y repudiada bruja maldita de Witka, sería la futura primera bruja madre. No podía ser de otra manera, no si lo que anhelaba era hacer un cambio en este aquelarre y erradicar aquella detestable mentalidad en donde la debilidad está aunada a nuestras emociones y no a nuestra laca de estas.
Salí rápidamente de aquella carpa de mala muerte a la que los brujos de Hexmagi nos arrastraron a Elijah y a mí. Troté hacia Vera y Kal que iban unos metros adelante acompañando a Elijah de regreso a su habitación. Me sentía culpable por lo que le ocurrió y no podía dejar de reprenderme a mí misma por ceder a los ruegos de él y traerlo al festival a pesar de que estaba muy al tanto de las posibles consecuencias. Lo sucedido era tanto mi responsabilidad por ingenua, como culpa de los sádicos brujos de Hexmagi que disfrutaban de hacer sufrir a los humanos por mero placer.
—Yo lo llevaré —dije en cuanto alcancé a Vera y Kal, parándome frente a ellos para detener su andar.
Elijah iba un paso atrás, tenía la camisa hecha jirones, sucia, con rastros de sangre y el cabello revuelto sobre su rostro por los bruscos tratos de los brujos de Hexmagi, pero yo no estaba enfocada en ello, sino en sus ojos. Aquellos ojos verdes que tantas veces me parecieron preciosos, ahora los notaba tintados de furia y un atisbo de culpa. Elijah no debía sentirse así. Él no.
Vera me lanzó una efímera mirada de desconfianza antes de alejarse de Elijah y soltar un suspiro mientras sacudía sus palmas como si tuviera tierra en ellas.
—El trabajo es todo tuyo —cedió, aunque antes de darle la espalda a Elijah, a él también le lanzó una mirada de desconfianza y desagrado—. No es por ofender, y siendo sincera tampoco me importa si lo hago, pero no tengo ánimos de ser vista con un humano maldito.
A pesar del carácter pesado de Vera, estaba muy agradecida con ella por haber llegado en el momento justo con Carmilla. Si se hubiese tardado un minuto de más, no quería ni comenzar a imaginarme qué habría ocurrido. Un traumático espectáculo de sangre seguramente.
—Gracias por llegar a tiempo —agradecí a mi amiga, quien a pesar de odiar a Elijah, no podía ocultar del todo su palpable consternación.
Vera se limitó a ver a Elijah de soslayo y luego se aferró a mi brazo, obligándome a retroceder un par de pasos para poder susurrarme al oído:
—No confío en el humano.
La miré con incredulidad.
—¿Alguna vez lo hiciste?
—Isobel... —Parecía a punto de decir algo, pero terminó por arrepentirse y en cambio mordió su labio, soltando una exhalación—. Solo... Solo ten cuidado, ¿sí?
Me distancié un paso de ella y fruncí el ceño.
—¿Por qué desconfías tanto de él? —cuestioné con extrañeza.
Vera solo negó con la cabeza y tomó mi mano en donde yo portaba el anillo que Azrael me regaló hace unos minutos.
—Porque no quiero que te arrastre a tu muerte —respondió—. Estoy segura que tú, al igual que yo, has percibido la tormenta de emociones que hay dentro de él. No puedes fiarte de alguien así, no es... no es estable.
—Vera. —Coloqué mi mano libre sobre su hombro, dedicándole una suave sonrisa—. Te prometo que tengo todo bajo control. No tienes por qué temer.
Tras decir eso, por un segundo, dudé de mí misma, ¿realmente tenía todo bajo control? Tal vez estaba muy segura de mis palabras, pero no existía garantía alguna de que mis decisiones fuesen las correctas y mucho menos mis emociones que claramente no controlaba o comprendía.
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Witka: La Maldición de la Bruja [No editado]
FantasíaLas brujas poseen tres leyes vitales: obedecer o sucumbir, usar el amor con precaución, y no añorar la humanidad; pero una bruja las quebrantó todas. Isobel Blanick es una joven bruja perteneciente al aquelarre de Witka, y nunca ha estado de acuerd...