Capítulo 08.- Fénix

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Daniel se encarga de curar mis heridas con cuidado, ya que me negué rotundamente a que me llevara a enfermería, no quisiera preocupar a Iva. Además de que tenía que atender a varios heridos últimamente.
- Lena, ¿Qué fue lo que pasó? - Me pregunta después de cerrar el botiquín de primeros auxilios que estaba a un lado de la puerta.
- Jason. Él es un bufón de primera.
- ¿Lo dices por como se comporta?
- No solo por eso, sino por la manera en la que hace sentir a los demás.
- Supongo que están lo suficientemente intimidados como para hacer algo al respecto.
- Sí, por eso me enfrenté a él. Sé que no está del todo permitido, pero cuando le respondí me soltó una bofetada, a lo que me hizo enfadar y le di su merecido. Me amenazó pero no creí que fuera capaz de llegar a tal grado, y más a...
Las imágenes mentales de adueñan de mi cabeza, por unos instantes regreso a la bóveda y comienzo a recordar la tortura que pasé cuando comenzó a tocarme.
- ¿Lena...?
Lágrimas de impotencia comienzan a brotar de mis ojos, me causa una gran furia que ese patán se haya atrevido a tocarme con sus asquerosas manos, pero también una ligera decepción se hace presente cuando los otros dos sujetos no intentaron hacer algo más para detenerlo y solo desviaban la mirada de lo que ocurría.
- I-Intentó violarme... - La voz se me quiebra al instante. - Me golpeó, me disparó en el hombro e intentó abusar de mí cuando estaba malherida, solo estaba esposada y los otros dos únicamente me agarraron para que no pataleara ni intentara algo.
- Ven aquí. - Me abraza y me quedo en su pecho hasta tranquilizarme un poco.
- Me siento sucia, ya no tengo honor como mujer ni orgullo como Portadora, ¿Cómo se supone que pueda enfrentarme de nuevo a Neferet si ni siquiera pude con tres idiotas?.
- Tranquilízate, estás nerviosa todavía y yo creo que...
Antes de que termine de hablar, mi memoria vuelve a mis recuerdos en el momento exacto en el que alguien me liberó de mi tortura.
Félix.
Ni siquiera puse atención a lo que Daniel terminó de decirme.
- ¿Puedes llevarme a mi dormitorio?, necesito una ducha y tampoco me siento bien...
- ¿Estás segura de que no quieres que te lleve a la enfermería?
- No, solo llévame a abajo....
- Claro.
Al bajarme de la mesa, intento ponerme de pie pero solo consigo dar un paso en falso y Daniel logra agarrarme antes de caer al suelo.
- Espera, pon tus manos en mi cuello, ¿Lista?
- Sí. - Cuando los coloco, me carga en ese mismo instante y pongo mi cabeza en su cuello. Es de las únicas veces que me siento protegida con Daniel, o más bien, con alguien. Bajamos hasta el Nivel 2, llegamos a mi habitación y solo me deja en mi cama con delicadeza.
- ¿Necesitas algo más?
- No, gracias. Estoy bien.
- ¿No quieres que me quede contigo...?
- No es necesario, deberías ir a descansar.
- Me gustaría quedarme, si no te molesta, estaría más seguro de que no te pasará nada malo de nuevo.
- Tranquilo, yo...
- No, - Su expresión cambió por completo. - no puedo estar tranquilo, creí que al no otorgarte misiones al exterior te podría mantener a salvo de cualquier cosa que te dañara fuera de estos muros, cuando el peligro estaba aquí adentro. Que al mantenerte aquí conmigo podría protegerte, pero fallé.
- Daniel, no es tu culpa...
- ¡Pero claro que lo es, y siempre lo será! Me lamentaré siempre el no haber ido a buscarte y ni siquiera merezco que me perdones por no haber hecho algo antes de que todo pasara... - Parece que le afectó demasiado, esta sentado justo al lado mío, pero creo que está por marcharse. - Tengo que irme. Si me necesitas, sabes dónde encontrarme.
Daniel se pone de pie y sale de la habitación. Podía notar la tristeza en su rostro, incluso cambió el tono de voz después de que se ofreció a cuidarme, aquella mirada también fue distinta...
Han sido muchas cosas por esta noche, preparo mis cosas para darme una ducha antes de dormir y comienzo a ponerme de pie poco a poco, salgo al pasillo principal y está completamente solo. Entro a mi área asignada y solo me queda abrir la llave del grifo para quitarme la suciedad que siento en mi cuerpo por culpa de Jason. En los cubículos hay espejos lo suficientemente grandes como para verme de la cabeza a los pies y solo observo las marcas que tengo en la piel. El analgésico que Daniel me dio para el hombro hizo efecto y puedo mover el brazo casi por completo, tengo la ceja y el labio inferior con una ligera cicatriz por el sangrado y un moretón cerca del ojo izquierdo. Aún tengo marcas de las esposas en mis muñecas, pero no les tomo tanta importancia.

Hasta que el futuro nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora