Los intentos fallidos de Alen por enseñarme a nadar solo hicieron que lo rasguñara más de la cuenta, solo para evitar ahogarme un sin fin de veces. Definitivamente no sirvo para esto.
- Me rindo.
- ¿Por qué?, ¿Es que acaso no te diviertes?
- ¿Te divierte el hecho de que te rasguñe cada vez que me hundo?
- Bueno, me refería a que pareces un gato.
- ¿Un gato?
- Sí, a los gatos no les gusta el agua, además de que tus poderosísimas "garritas" me han agarrado la piel cada que subes a la superficie. - Su tono es risueño y burla al mismo tiempo y es algo peculiar que comienza a agradarme.
Ahora solo hago pucheros y volteo hacia otro lado que no sea hacia el fondo. No es por lo profundo, sino por la falta de ropa en ambos.
- ¿Te molestó lo dije?
- Me comparaste con un gato...
- Bueno, creo que ellos son un arma de doble filo, pueden llegar a ser muy agresivos si se enojan, aunque no dejan de ser adorables, ¿No crees? - No contesto nada y solo me quedo observando su mirada. - ¿Qué?...
- Hm, nada. Es solo que... Llevamos solo un día de conocernos tal cual y siento como si te conociera desde hace mucho tiempo. Sé que es raro, pero no puedo evitar sentirlo cada que te veo directamente a los ojos.
- Vaya, me alegra no ser el único.
- ¿A qué te refieres?
- Créeme que también sentía algo similar, pero pensé que podría sonar raro, como un depravado o algo así. - Una ligera risita se me escapa al oír eso. - No te rías.
- No me estoy riendo, simplemente que es curioso todo esto.
- En eso tienes razón, pero sabes...
- ¿Sí...?
- Me gusta, me gusta mucho... - Su mano suelta la mía y la coloca cerca de mi cintura, acercándose poco a poco hasta casi pegarse a mi cuerpo, justo deteniéndose a unos centímetros de mí. Solo que de pronto se comienza a hacer hacia atrás y vuelve al lugar donde estaba. - Ya es hora de que salgamos. Ven, te ayudo. Solo dame la mano y déjate llevar.
Hago lo que dice y solo me jala en el agua para evitar resbalarme y flotar fácilmente mientras él nada de regreso a la orilla.
Cuando estamos a un par de metros de las rocas en donde está la ropa, Alen se detiene y se asegura de mi estabilidad.
- Espera aquí, o mejor en la orilla.
- ¿Qué sucede?
- No tardo. - Alen da unos pasos atrás y se sumerge en el agua.
Intento no preocuparme y me dirijo a tomar mi ropa para cubrirme antes de que salga y me vea. Me pongo mi falda y la blusa sin abrochar, cuando de repente me toma por el hombro.
- Lena. - Intento cubrir mi pecho con los brazos y volteo rápidamente. - Perdona, ¿Te asusté?
- Solo un poco.
- Lo siento, yo... Solo quería recoger esto para ti.
- ¿Qué es?
- Es una piedra blanca. Solíamos obsequiarlas en casa cuando era algo muy especial, ya que rara vez el río acarreaba una. Y me recuerda el color de tu piel, así que toma.
- Es muy hermosa, gracias, Alen.
- No es nada...
- Y bueno, ¿Por qué no mejor te pones el pantalón?
- ¡Ouh!, lo lamento, no sé en qué pensaba al salir así, perdóname. - De la expresión seria y segura de hace unos momentos se transformó a una vergüenza incontrolable.
- Descuida, te pasaré lo demás. - Intento esconder la pena que me dio en el momento y solo tomo la camisa y la chaqueta de Alen para dárselas. - Espero que no te haya lastimado demasiado.
- Tranquila pequeña. No pasa nada. - Intenta ponerse la camisa y procura no tocar los rasguños que le hice.
- Te ayudo... - Me siento mal por haberlo herido de esa manera tan patética que, lo auxilio al vestirse y le abrocho los botones uno por uno.
No sé qué es lo que sienta exactamente en este momento, pero sin duda es algo nuevo.
- Me arden un poco.
- De verdad, lo lamento.
- Bueno, para la próxima vez tendré una idea de cómo continuar con nuestras lecciones.
- ¿Continuar?
- Claro.
- No.
- ¿Por qué no?
- Creo que con las marcas de tu piel es suficiente para darte por vencido.
- Sí, pero no.
- Eres un terco.
- Y tú muy testaruda.
Hago una pequeña pausa y dejo que me invada un pequeño recuerdo del comedor.
- Hm, si Mara estuviera aquí, estoy segura de que nos diría...
Estoy a punto de mencionarlo, cuando Alen me interrumpe y completa la frase.
- Tal para cuál.
- ¿Cómo supiste?
- Hay veces en las que estoy con ellos y hago o digo algo que les llama la atención, cuando Mara dice lo mismo y siempre me preguntaba porqué.
- De mi parte es lo mismo, ¿Tampoco tú le preguntaste la razón por la que lo decía?
- Creo que ya no será necesario hacer esa pregunta cuando regresemos.
Alen me responde y comienza a caminar de regreso al templo, intento seguirle el paso, aunque va más rápido que de costumbre.
- Alen, aguarda... - Deja de caminar y da la vuelta para esperarme.
- ¿Qué sucede?
- ¿Por qué si dices que has estado observándome, nunca te cruzaste conmigo? Nunca vi que estuvieras con Mai o que comieras con nosotros.
Él hace una breve pausa para tomar aire antes de responder.
- Puede sonar patético, pero no creí que fuera necesario. Aunque sea parte de la familia que creamos, a veces tenía misiones o iba a entrenar para no estar en el comedor contigo.
- Pero, ¿...Por qué?
- Ni siquiera yo mismo lo sé, así que no puedo decirte. - Su tono de voz ha cambiado por completo, ahora es más seria y detecto tristeza en él.
- Pero...
- Lo siento, quiero estar sólo.
- Alen, yo... - Intento ir tras de él al momento en el que empieza a avanzar de nuevo y comprender lo que ocurre, pero solo me evita al momento de tocarle el hombro.
- ¡Solo...!, déjame sólo, ¿Sí? - Es su última palabra antes de marcharse.
No entiendo que pasa, no quise hacerlo enfadar y tampoco pienso molestarlo por ahora. Decido regresar a la orilla del río y me doy cuenta de que una de sus armas la dejó olvidada entre las rocas. La pongo a salvo conmigo y solo espero a que regrese mientras contemplo la roca que me obsequió hace rato.
ESTÁS LEYENDO
Hasta que el futuro nos separe
FantascienzaSiempre es lo mismo desde que tengo memoria. La misma flor del infierno con su hedor a sangre fresca y cada que despierto en una nueva vida me espera la misma historia sin recordar mi pasado para solo dar vueltas en círculo dentro de un limbo sin fi...