Capítulo 13.- Roca

17 2 0
                                    

Los intentos fallidos de Alen por enseñarme a nadar solo hicieron que lo rasguñara más de la cuenta, solo para evitar ahogarme un sin fin de veces. Definitivamente no sirvo para esto.
- Me rindo.
- ¿Por qué?, ¿Es que acaso no te diviertes?
- ¿Te divierte el hecho de que te rasguñe cada vez que me hundo?
- Bueno, me refería a que pareces un gato.
- ¿Un gato?
- Sí, a los gatos no les gusta el agua, además de que tus poderosísimas "garritas" me han agarrado la piel cada que subes a la superficie. - Su tono es risueño y burla al mismo tiempo y es algo peculiar que comienza a agradarme.
Ahora solo hago pucheros y volteo hacia otro lado que no sea hacia el fondo. No es por lo profundo, sino por la falta de ropa en ambos.
- ¿Te molestó lo dije?
- Me comparaste con un gato...
- Bueno, creo que ellos son un arma de doble filo, pueden llegar a ser muy agresivos si se enojan, aunque no dejan de ser adorables, ¿No crees? - No contesto nada y solo me quedo observando su mirada. - ¿Qué?...
- Hm, nada. Es solo que... Llevamos solo un día de conocernos tal cual y siento como si te conociera desde hace mucho tiempo. Sé que es raro, pero no puedo evitar sentirlo cada que te veo directamente a los ojos.
- Vaya, me alegra no ser el único.
- ¿A qué te refieres?
- Créeme que también sentía algo similar, pero pensé que podría sonar raro, como un depravado o algo así. - Una ligera risita se me escapa al oír eso. - No te rías.
- No me estoy riendo, simplemente que es curioso todo esto.
- En eso tienes razón, pero sabes...
- ¿Sí...?
- Me gusta, me gusta mucho... - Su mano suelta la mía y la coloca cerca de mi cintura, acercándose poco a poco hasta casi pegarse a mi cuerpo, justo deteniéndose a unos centímetros de mí. Solo que de pronto se comienza a hacer hacia atrás y vuelve al lugar donde estaba. - Ya es hora de que salgamos. Ven, te ayudo. Solo dame la mano y déjate llevar.
Hago lo que dice y solo me jala en el agua para evitar resbalarme y flotar fácilmente mientras él nada de regreso a la orilla.
Cuando estamos a un par de metros de las rocas en donde está la ropa, Alen se detiene y se asegura de mi estabilidad.
- Espera aquí, o mejor en la orilla.
- ¿Qué sucede?
- No tardo. - Alen da unos pasos atrás y se sumerge en el agua.
Intento no preocuparme y me dirijo a tomar mi ropa para cubrirme antes de que salga y me vea. Me pongo mi falda y la blusa sin abrochar, cuando de repente me toma por el hombro.
- Lena. - Intento cubrir mi pecho con los brazos y volteo rápidamente. - Perdona, ¿Te asusté?
- Solo un poco.
- Lo siento, yo... Solo quería recoger esto para ti.
- ¿Qué es?
- Es una piedra blanca. Solíamos obsequiarlas en casa cuando era algo muy especial, ya que rara vez el río acarreaba una. Y me recuerda el color de tu piel, así que toma.
- Es muy hermosa, gracias, Alen.
- No es nada...
- Y bueno, ¿Por qué no mejor te pones el pantalón?
- ¡Ouh!, lo lamento, no sé en qué pensaba al salir así, perdóname. - De la expresión seria y segura de hace unos momentos se transformó a una vergüenza incontrolable.
- Descuida, te pasaré lo demás. - Intento esconder la pena que me dio en el momento y solo tomo la camisa y la chaqueta de Alen para dárselas. - Espero que no te haya lastimado demasiado.
- Tranquila pequeña. No pasa nada. - Intenta ponerse la camisa y procura no tocar los rasguños que le hice.
- Te ayudo... - Me siento mal por haberlo herido de esa manera tan patética que, lo auxilio al vestirse y le abrocho los botones uno por uno.
No sé qué es lo que sienta exactamente en este momento, pero sin duda es algo nuevo.
- Me arden un poco.
- De verdad, lo lamento.
- Bueno, para la próxima vez tendré una idea de cómo continuar con nuestras lecciones.
- ¿Continuar?
- Claro.
- No.
- ¿Por qué no?
- Creo que con las marcas de tu piel es suficiente para darte por vencido.
- Sí, pero no.
- Eres un terco.
- Y tú muy testaruda.
Hago una pequeña pausa y dejo que me invada un pequeño recuerdo del comedor.
- Hm, si Mara estuviera aquí, estoy segura de que nos diría...
Estoy a punto de mencionarlo, cuando Alen me interrumpe y completa la frase.
- Tal para cuál.
- ¿Cómo supiste?
- Hay veces en las que estoy con ellos y hago o digo algo que les llama la atención, cuando Mara dice lo mismo y siempre me preguntaba porqué.
- De mi parte es lo mismo, ¿Tampoco tú le preguntaste la razón por la que lo decía?
- Creo que ya no será necesario hacer esa pregunta cuando regresemos.
Alen me responde y comienza a caminar de regreso al templo, intento seguirle el paso, aunque va más rápido que de costumbre.
- Alen, aguarda... - Deja de caminar y da la vuelta para esperarme.
- ¿Qué sucede?
- ¿Por qué si dices que has estado observándome, nunca te cruzaste conmigo? Nunca vi que estuvieras con Mai o que comieras con nosotros.
Él hace una breve pausa para tomar aire antes de responder.
- Puede sonar patético, pero no creí que fuera necesario. Aunque sea parte de la familia que creamos, a veces tenía misiones o iba a entrenar para no estar en el comedor contigo.
- Pero, ¿...Por qué?
- Ni siquiera yo mismo lo sé, así que no puedo decirte. - Su tono de voz ha cambiado por completo, ahora es más seria y detecto tristeza en él.
- Pero...
- Lo siento, quiero estar sólo.
- Alen, yo... - Intento ir tras de él al momento en el que empieza a avanzar de nuevo y comprender lo que ocurre, pero solo me evita al momento de tocarle el hombro.
- ¡Solo...!, déjame sólo, ¿Sí? - Es su última palabra antes de marcharse.
No entiendo que pasa, no quise hacerlo enfadar y tampoco pienso molestarlo por ahora. Decido regresar a la orilla del río y me doy cuenta de que una de sus armas la dejó olvidada entre las rocas. La pongo a salvo conmigo y solo espero a que regrese mientras contemplo la roca que me obsequió hace rato.

Hasta que el futuro nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora