Capítulo 12.- Dreams

23 3 0
                                    

Cálido. El sol es cálido, y muy brillante.
De nuevo está él presente, aunque por una extraña razón, los rayos del sol hacen que su cara sea completamente oscura, ni siquiera puedo contemplar sus bellos ojos azules. Tampoco necesito observarlos para saber que es él. Sus manos siempre han sido igual de cálidas. Todo es felicidad, los dos niños corren por algo verde a lo que le llamaban pasto y solo me encuentro sentada junto aquel chico viendo a nuestros hijos correr. Solo que...
Todo comienza a teñirse de rojo, solo quedan rastros de lo que fueron mis hijos y ese chico solo está tirado boca abajo con la mano extendida hacia mí en un charco de sangre.
Mi impotencia es tanta que, me arrodillo al suelo y comienzo a gritar desesperadamente mientras coloco mis puños en la cabeza y observo cómo continúa desangrándose.
- ¿Lena?
No sé qué hacer.
- Lena...
Maldición.
- ¡Lena!
Alen.
Despierto de golpe y lo primero que veo al abrir los ojos es la mirada de preocupación de Alen que tiene una mano en mi mejilla derecha y me abraza ligeramente con su otro brazo mientras seguimos acostados en el suelo.

- Hey, tranquila... Todo está bien, solo fue una pesadilla.
- Lo siento, yo...
- Shhh, no tienes que decir nada, tus lágrimas lo dicen todo.
No puedo tranquilizarme, aún estoy muy alterada hasta el punto en el que comienzo a temblar sin darme cuenta.
- Tranquila, estaré cada noche a tu lado cuando estés asustada y no sepas qué hacer. - Me acurruco aún más a su lado e intento buscar consuelo en la curvatura de su cuello hasta percibir su olor corporal. Es dulce y seco al mismo tiempo.
- Ya no quiero perder a nadie más, no quiero... Ya no podría. - No estoy segura del porqué lo dije, pero me siento tan tranquila y a salvo a su lado que no tendría problema alguno si tratara de expresarme. - Ni tampoco quiero perderte a ti.
- Siempre estaré contigo, siempre, siempre. Recuérdalo bien, Lena...
¿Por qué me hace sentir tan segura?, ¿ Por qué hay algo en su voz que me parece familiar?, ¿Por qué su cuerpo me es tan cálido?, ¿Por qué él?...
- Intenta descansar de nuevo, aún está oscuro y creo que no te caería mal.
- C-Claro...
- Ven aquí.
- Alen...
- ¿Sí?
- ¿Te quedas conmigo?
- Siempre, siempre, pequeña.
Mis ojos se hacen cada vez más y más pesados, supongo que solo esperaba su respuesta para volver a caer rendida ante el sueño.

A la mañana siguiente, intento buscar a Alen con mi mano para saber dónde está antes de abrir los ojos, pero no siento nada, así que solo me levanto de golpe en su búsqueda.
- ¿Despertaste ya? - Está de pie a la entrada de la choza.
- Sí, yo...
- Buenos días, pequeña...
- B-Buenos días...
- ¿Te encuentras bien?
- Sí, sí, gracias. ¿Cómo siguen tus heridas?
- Aún duelen un poco, dejé de sangrar, así que es un avance.
- ¿Cuánto tiempo llevas ahí parado?
- Unos cuantos minutos.
- ¿Y observándome?
- Hmmm, un par de horas, quizá.
- ¿¡Horas!?
- Bueno, no sé cuánto tiempo en realidad, solo intentaba cuidarte.
- Lamento lo de la noche.
- No hay necesidad de que te disculpes, supongo que tú lo harías por mí, además de que estuviste al pendiente de mi ayer. Puedes verlo como una manera de pago por tus atenciones.
- Creo que si hablamos de pagos, nos llevaría algún tiempo.
Alen sonríe un poco ante mi comentario mientras mira hacia el suelo.
- Es muy probable.
- Quizá deberíamos continuar con la misión.
- Podemos comer en el camino, nos ahorraría tiempo.
- ¿Te parece si esta vez nos dirigimos a la zona este?
Alen camina hacia mí y me extiende la mano para levantarme.
- Damas primero.
Le sonrío un poco y acepto su ayuda. Al ponerme de pie, tomamos nuestras cosas y comenzamos a caminar hacia el este.
Son alrededor de dos horas en las que observamos cosas no tan relevantes, hasta que él rompe el hielo.
- ¿Puedo preguntarte algo?
- Seguro
- ¿Qué fue lo que soñaste?
- En realidad, no estoy segura... No sé quien sean esas personas, pero a lo que creo es que son mi familia, o eran...
- Lo lamento, no tenía idea.
- Tampoco yo, descuida...
- Entonces, ¿Crees que por eso no recuerdas nada?
- Podría ser una posibilidad, pero independientemente de quienes sean, necesito saber mi función como Portadora.
- Creo que ambos lo necesitamos.
- Entonces andando, antes de que... - Escucho un ligero sonido a pocos metros de nuestra ubicación.
- ¿Qué sucede?
- ¿Escuchas eso?
- ¿Escuchar qué?
- Es un sonido extraño, nunca había escuchado algo similar.
- No puede ser... - Alen sale corriendo en busca de la fuente del sonido.
- ¡Alen, espera! - Solo son un par de metros después de lo que parece ser un templo y él está parado a la orilla de algo.
- Es un río. - Lo dice muy entusiasmado.
- ¿Un río?
- ¿No sabes lo que es?
- No, en realidad no.
- Un río es una corriente de agua que proviene de algún lado, tenía mucho tiempo sin ver uno...
- Creí que ya no existían.
- Mi familia y yo tuvimos la suerte de vivir a orillas de uno, hasta que todo pasó.
- Veo que realmente te gusta este lugar.
- De todos los lugares a los que he ido, este sería mi favorito.
- Recuerdos de tu familia, me supongo.
- Aunque el río me recuerda a ellos, es un sentimiento que es más de tristeza en vez de felicidad, pero esta vez es diferente.
- ¿Por qué sería diferente?
- Porque ahora eres tú la que está conmigo. - La mirada que estaba completamente hipnotizada por el agua, ahora voltea a mi dirección con una ligera sonrisa.
No estoy segura de porqué me siento feliz al escuchar lo que dijo, pero supongo que en estas horas se han reforzado los lazos de ambas partes al estar cuidándonos el uno al otro.
- Creo que el agua puede ayudar a quitarle la sangre a la ropa, deberías quitarte la camisa, sirve y reviso tus heridas.
- Perdón si dije algo malo...
- No, para nada, solo me tomó por sorpresa.
- Lo lamento, no debí decirlo, yo...
- No, no. Es que soy nueva en entender todo, aún me cuesta trabajo cada que estoy con Iva y Mara, incluso con Mai.
- Entiendo.
- Disculpa que aún sea torpe en el tema.
- No pasa nada, debí considerarlo antes. - Se da media vuelta y se quita la chaqueta para dejarla encima de una roca. - Y sacando el tema, ¿Cómo está Mai?
- Ella está bien, no he podido visitarla desde hace unos días, pero jamás deja de ser una niña alegre.
- La vida sí que ha sido curiosa, ¿No lo crees?
- ¿Por qué lo dices?
- Casualmente ambos somos Portadores, tenemos la misma edad, no tenemos familia y Mai nos escogió como un reemplazo de sus padres.
- De una u otra manera, sí que nos unen diferentes lazos.
- Incluyendo tu vendaje. - Alen se quita la camisa y se sienta en la roca de al lado. - ¿Crees que puedas ayudarme?
Me hinco para quitarle las vendas poco a poco y las tomo junto con la camisa para llevarlas al río y quitarles la mayor cantidad de sangre posible.
- Gracias, ahora con tu permiso, - Alen se levanta y se desabrocha el cinturón para dejar caer al suelo su pantalón, no me queda otra opción de darme vuelta y fingir no haber visto nada. - iré a nadar un poco.
Ni siquiera duda un segundo para aventarse al río y sale a la superficie para mirarme a un par de metros de distancia..
- Sí, yo... No sé qué es eso y creo que no sería ético de mi parte el estar observando, así que...
- ¿Así qué?
- Y-Yo iré por allá, quizá y encuentre algo interesante mientras tu camisa se seca y te relajas un rato.
- Comprendo que hayan considerado que la ropa interior sea innecesaria, pero creo que no está tan mal.
- Tú estás loco.
- Tranquila pequeña, solo lo decía con el afán de molestarte, además, ¿No crees que es mejor quedarnos juntos?
- ¿Juntos...?
- M-Me refiero a que estemos cerca, por si acaso. Sirve que puedo enseñarte a nadar.
- Hmmm, no, gracias. Mejor te observo.
- ¿Acaso quieres que vaya por ti?
- Yo...
- Uno. - Creo que se está riendo de mí, tiene un tono de voz un poco burlón y con una sonrisa que me hace sentir no sé qué.
- No pienso que sea...
- Dos... - ¿Por qué demonios será tan insistente?
- Alen...
- Y tres.
- ¡De acuerdo! Está bien, pero solo un rato.
- Aquí te espero, Pequeña.
- No mires.
- De acuerdo, - Dice levantando su rostro con una mirada pícara mientras se da media vuelta. - no miraré.
Comienzo a quitarme poco a poco la ropa y colocándola en la misma roca en la que está la chaqueta de Alen. Intento entrar al agua poco a poco sin hacer un escándalo por lo fría que está, me alegro profundamente que nadie más esté aquí para burlarse.
- ¿Lista, pequeña?
- Si con lista te refieres a que el agua está a la altura de mi cuello, entonces lo estoy.
- Entonces, con tu permiso, me daré la vuelta.
Al tenerlo de frente, me puedo percatar más en los detalles de su físico; tiene un torso ancho, percibo aún mejor el tono azul de sus ojos, tiene un cuerpo trabajado y muy bien entrenado y las heridas de su pecho ya no están abiertas, aunque una de ellas ni siquiera cruzó el Yina.
- Ven, dame la mano.
- Paso, gracias.
- Confía en mí.
- Sé que cada paso que avance solo estaré cada vez más y más profundo, así que no.
- No sucederá nada, solo ven.
No estoy totalmente convencida de que sea buena idea, pero lo hago, toma mis manos y las coloca alrededor de su cuello.
- ¿Ves? No hay nada a qué temer.
- Ya entré, ahora voy a salir y tú me seguirás para darte de nuevo tu camisa. - Quito mis brazos de sus hombros e intento dar pasos hacia atrás, aunque me resbalo al pisar una roca, me hundo por unos minutos y toso al regresar de nuevo a la superficie.
- Alto ahí, Pequeña Lena. - Alen me toma del brazo y me aferro a él por el temor de volver a caer.  Creo que le estoy encajando las uñas.- ¿A dónde crees que vas?
- De regreso a la orilla.
- Bueno, considerando lo que acaba de pasar, no creo que sea buena idea que regreses tú sola, ¿O sí?
No tengo nada que argumentar ante ello, así que solo me queda contemplar su mirada en silencio.
- ¿Aprendiste a nadar en el río de tu hogar?
- Así es, mis padres me enseñaron.
- Deberías de cuidar un poco tus heridas.
- Eso es lo que Iva siempre dice.
- Y no se equivoca, déjame verlas. - Me separo un poco de él y comienzo a revisarlas. - Supongo que ya no necesitas las vendas, pero al menos no hagas mucho esfuerzo o podrías hacer que se abran de nuevo.
- Está bien. - Después de un par de segundos, coloca su mano en mi mejilla derecha, justo como lo hizo ayer. - Sabes, realmente tus ojos son muy peculiares.
- Y a ti también te dan escalofríos, ¿No...?
- Para nada, al contrario. Los considero únicos al igual que tu mirada y el color negro de tu cabello hace resaltar tu piel blanca.
- ¿E-Esto es a lo que le llaman coqueteo?
- Tómalo como quieras, pero te lo digo enserio. Nunca había conocido a alguien como tú.
- Bueno, tengo entendido que ambos somos totalmente diferentes a los demás, así que creo que sería más extraño si alguien se pareciera a nosotros.
- No me refiero a eso.
- ¿Entonces?
- Sé que llevamos dos días de conocernos, pero he estado observándote.
- ¿Observándome?
- Verás, desde que llegaste a la Sede, te he estado observando a lo lejos, he visto como entrenas e incluso como tratas al tonto de Jack. También sé que eres fuerte, aunque de vez en cuando necesites protección.
- Un segundo... ¿Tú fuiste quien envió a Félix?
- No te lo dijo, ¿Cierto?
- Ambos no quisieron hablar.
- Y de casualidad, ¿Hiciste lo mismo con Fénix?
- ¿Tengo que responder?
- Eso contestó mi pregunta.
Después de un silencio, solo le digo lo que quería decir.
- Gracias...
- ¿Por qué?
- Si no fuera por Félix, no sé qué hubiera pasado conmigo, y si no hubieras sido por ti, Félix no me hubiera encontrado.
- Lo curioso es que estaba a punto de viajar hacia acá cuando me dijo lo que pasó. Quise asegurarme de que te encontraras bien antes de irme.
- Gracias. - Sé que no hay manera alguna de agradecerle lo que hizo por mí, así que solo se me ocurre abrazarlo y me rodea la espalda baja con sus brazos.
- Recuerda que siempre estaré contigo, Pequeña. Siempre siempre.
A partir de ahora, no dejaré que algo malo te pase, estaré protegiéndote y cuidándote, aunque tú no me veas, es una promesa, Alen.

Hasta que el futuro nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora