Capítulo 2

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—¿Qué?—exclamó Steve exaltado—. ¿Cómo que se tienen que casar?

—Lo deben hacer si no quieren dejar de existir.

—¿Por qué?—cuestionó Peter desconcertado.

—Eso se explica con la historia—murmuró seguro.

—¿Y esa es...?

Él pelinegro suspiró con pesadez y mirando la piedra que brillaba con belleza, resplandeciendo todo a su alrededor y despertando el viejo recuerdo que descansaba profundamente dentro de su mente, la leyenda que su madre solía contarle cada noche a la luz de la luna roja.

hace mucho siglos atrás, existió un hechicero muy poderoso, que amaba el amor como adoraba su magia, sin embargo, por más que él hechicero deseaba amar a alguien, no fue bendecido con tal maravilla, lo cual lo llevó a ser infeliz por el resto de su larga y solitaria vida, hasta que un día, en su vejez, bajo el manto de luna roja, tomando consigo una de sus piedras más preciadas, derramó sus mágicas lágrimas sobre aquel objeto, maldiciendo a su vida y destino por jamás haber encontrado a su alma gemela y rogándole a la luna que nadie más tuviera que vivir aquella inmensa tortura. Esa misma noche el hechicero murió mientras dormía, sin embargo, su ruego presentado ante la luna roja, no murió... Sino que trascendió junto con su alma, uniendo la energía de la luna con la de la magia del hechicero para así concretar su único anhelo, que fue el último regalo que la vida le dio por su obediencia y labor hacía ella. Es por eso, que la leyenda dice que las primera dos almas solitarias que la toquen la piedra quedarán destinadas a pasar el resto de sus vidas juntos.

Los presentes se quedaron en silencio, mirándose sin terminar de procesar la información que acaban de recibir, a la vez que sentía como el miedo y pánico se apoderaba lentamente de ellos.

—Se tienen que casar cuando caiga la siguiente luna roja—anunció él hechicero—. Es la fecha donde la luna y el mago sellaron su pacto, y el pacto de los amantes destinados se debe sellar ese día.

—¿No hay forma de romper la unión?—cuestionó él hechicero supremo.

—No lo hay—aseguró—. Muchos intentaron desafiar a la piedra y su magia, pero al hacerlo perecieron—él doctor bajó la mirada mientras veía de reojo a su amigo, quién parecía aturdido y sumido en su mente—. La única opción es que aprendan a vivir como las almas destinadas que son.

Los integrantes suspiraron y varios de ellos comenzaron a discutir en voz alta con Loki, asegurándole que debía haber otra alternativa o alguna forma de romper ese lazo, sin embargo él dios negó fervientemente, asegurado que no había forma y que sólo debían atenerse a su destino, aprendiendo a vivir con él.

—Esta bien—murmuró Tony desconcertado a todos—. Sino hay forma de romper esto, yo lo acepto y ya.

Strange rápidamente levantó su mirada, chocando con los ojos avellana que brillaban con determinación y sin miedo alguno a nada, al igual que siempre. El corazón de él hechicero se aceleró y contempló encantado el brillo que guardaban ahora los ojos de su amado, pensando en cómo por una casualidad el destino lo había unido al amor de su vida, y como éste mismo, había aceptado la especie de compromiso que ahora existía entre ellos.

Él era tan afortunado, pero él sentía que no merecía esa fortuna... No merecía forzar a Tony a amarlo y a pasar el resto de su vida junto a alguien tan simple y aburrido como él. Alguien que prácticamente vivía entre libros como el ratón de biblioteca que siempre fue, que siempre ha sido y que siempre será. Jamás le dio pena el hecho de ser tan predecible y hasta cierto punto aburrido, no le interesaba si le resultaba interesante a los demás o no, pero ahora que Tony estaba en su vida, al mirarse diariamente al espejo no podía evitar pensar en cómo él era alguien tan simple, y hasta cierto punto, mediocre para Anthony. Era muy aburrido a comparación de las demás amistades que tenía él genio, y eso siempre le había carcomido el alma, haciéndolo dudar constantemente de sí mismo y sus oportunidades.

Destinados por una piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora