Capítulo 12: El infierno tiene fin

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Cada día para él era una aventura, desde que despertaba en las mañanas con pantalones flojos, con un cabello desarreglado y ojos completamente fijos en puntos que adornaban la habitación. Se preguntaba si cada día era una enseñanza, cada día podría perderse más en sus pensamientos o caprichos que poco a poco comenzaban a atarle la vida. Se confundía con facilidad últimamente, su omega le reprochaba incontablemente que perdía el sentido de la vida, pero ¿Cuál era ese supuesto sentido?. 

Descubría las cosas mediante los días pasan en eternas horas, las distintas enseñanzas no estaban haciendo el efecto que necesitaba y muchas veces se preguntaba qué quería para no seguir llevando la vida tan desenfrenada. A lo largo de su vida aprendió tantos parámetros que se prometió a si mismo encontrar cual de todos le otorgaba felicidad, por mas que lo buscaba, no lo encontraba. Le parecía desesperante encontrarse con los pies desnudos en un largo mar de arena pálida y con las manos vacías, había aprendido para nada. 

JungKook no era una persona que decayera por cosas banales, siempre encontraba soluciones a la vida que tanto le gustaba darle razón, muchas veces a pesar que no le encontrara el sentido que buscaba pues él sencillamente no decaía. 

Siempre fue tan fuerte como se lo había prometido a si mismo, porque entendía que las promesas que le realizaba a su propia alma o animal, las cumplía tan diligentemente que era extraño no verlo esforzándose.  

Aprendió a pintar, bailar, cantar, sonreír y a vivir. 

Los errores que marcaban cada cierto tiempo, le recordaba que su humanidad seguía vigente. Cada vez que las cosas se salían de control, las encontraba.

—Hablaré con él. 

Aquella mañana había escuchado a su novio decir esas palabras y se perdió en el beso tan casto que le dio a sus labios. Pensaba que con el tiempo se acostumbraría, le agarraría tanto cariño como se lo permitiera su animal, sin embargo en las semanas en las que se encontraban saliendo no habían más que besos llenos de poca sensibilidad. JungKook no había vivido su vida de aquella manera jamás, pero el también se estaba obligando a un cariño imposible, su animal tampoco aceptaba la unión.  

Sus caprichos eran importantes, cuando quería algo lo obtenía a toda costa. 

Namjoon era otro capricho del omega rubio, un alfa tan atractivo, poderoso y dominante debía ser suyo antes de encontrar a su destinado, porque claramente el director no lo era. Aquellas noches en las que soñaba con su novio se trataban de mojados encuentros y cuando se percato del magnifico detalle, se dio cuenta que encontró lo que siempre pidió y se prometió desde que un feo alfa le rompió el corazón en el pasado. 

JungKook no estaba perdido, estaba en la cima de sus más oscuros sueños. 

El alfa no era malo, tenia sus momentos cursis, detallistas y era un buen humano, pero estaba metido en ensoñaciones que lo hacían perder la cabeza y olvidar a su animal.

Habían pasado al menos unas dos horas desde que el alfa mojo sus labios y salió en busca el omega que tanto problema le daba a su querido. Tan mal omega no podía seguir en el museo, por lo mismo le propuso a su jefe que le diera un ultimátum, debía aprender de alguna manera a no tratar mal a los demás. 

Aquello fue tan grandiosa idea que agrego pequeños detalles a las pocas quejas que recogió del azabache, quien tenia la grandiosa gracia de no saludar, no responder y observar con cara de asco a Heesook. Cuando aquello llego a sus oídos no dudo ni un segundo que correr con el alfa de grandes brazos y contar cosas que no pasaron, agrego que respondía tajante, que ponía a los empleados con los pelos de punta, cuando le pedían favores solo escupía un "no" tan seco que les parecía grosero. 

𝐿𝒾𝑒𝓃𝓏𝑜 𝒱𝒶𝓃𝑜➷ Namjin OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora