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Capítulo 22.

Me duele la cabeza.

Es lo primero que pienso cuando despierto en una habitación la cual no es mía. Suelto un quejido mientras intento levantarme, siento punzadas en mi cabeza constantemente. Me siento terrible.

¿Qué pasó? Lo único que recuerdo es a mí saliendo de casa, conocer al hermano de Anna, ir con Anna a una fiesta, tomar, ver a Adriel ebrio, tomar mucho... luego todo es borroso.

―¡Oh, por Dios!― llevo mis manos a mi boca sorprendida. ¿En serio he tomado alcohol?― ¿En qué estaba pensando?

Lloriqueo.

Le doy un recorrido con la vista a esta desconocida habitación, ¿cómo llegué aquí? ¿Dónde estoy? Es una habitación en tonos marrones y beige con decoraciones de madera. Mi corazón bombea sangre a un ritmo más rápido de lo normal cuando no logro reconocer nada. No sé dónde estoy, ni con quién estoy ―o si estoy sola―, cómo llegué aquí ni dónde están mis cosas.

De pronto me preocupo. No tengo ni idea de qué hora es o si debería estar en casa ahora.

Me van a matar.

No, yo misma me quiero matar. ¿Cómo he permitido que algo así me pasara? No es propio de mí este comportamiento, he sido irresponsable. ¿Era tan difícil quedarme en casa? Nada de esto hubiese pasado si no hubiera tomado en cuenta la invitación de Anna. Ni siquiera tenía que haberlo pensad... ¡ay! Mi cabeza duele. Y quiero agua, mucha agua.

Dejo caer con delicadeza mi cabeza sobre mis manos y me doy algunos masajes en la cien mientras intento regular el dolor.

Piensa, Hayley. Piensa...

Alzo la mirada con el corazón a mil cuando la puerta se abre.

―Por fin despiertas.― suelto aire al ver que es Anna.

―Gracias a Dios.― susurro.― ¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué me duele tanto la cabeza? ¿Dónde estamos?― suelto todas las preguntas atropelladamente.

―Oye, cálmate.

―¡Ay!― me quejo.― No me grites.

―No te estoy gritando.

―Me duele la cabeza.

Anna camina hasta a mí y toma asiento a mi lado, trae un vaso con agua y una pastilla.

―Lo supuse, tómate esto. Es para el dolor de cabeza.― me mira con una sonrisa mientras hago lo que me dice.― ¿No recuerdas nada de anoche?

―No todo, ¿por qué?

Alza las cejas, mostrando desinterés.

―No, por nada.― le entrego el vaso de vuelta cuando ya me tomo la pastilla.

―¿Qué hora es?

―Como... al medio día, casi.

Abro mis ojos sorprendida. Me levanto de golpe, pero me detengo cuando todo me da vueltas. Anna me sostiene y me arrecuesta de nuevo en la que supongo es su cama.

―No te preocupes por tus padres, anoche hablé con ellos y les dije que te quedarías conmigo. Al parecer confían mucho en mí.― sonríe.― No entiendo mucho por qué, pero bueno.

―¿Cómo pudiste conmigo?― me pongo una almohada en la cara. Ella bufa.

―¿Bromeas? Hablas como si tu peso fuera de 100 kilos. Relájate, Jason me ayudó y...

Me incorporo y la señalo con el dedo, ella me ve expectante.

―¿Cómo que Jason te ayudó? ¿Eso que significa?

SWEATER © [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora