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Oblígame a pensar sólo en ti...
Dame esa versión que te niegas dársela a cualquiera, muéstrame las espinas que se ocultan en tu interior y aquel lado tan encantador que siempre te empeñas en esconder, no te guardes nada, porque n...
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Entró a su agencia llevando puesto un vestido camisero en color blanco junto a unas gafas obscuras de sol, las cuales hacían imposible ver sus bellos ojos negros. Lucía bien, sin embargo, se veía algo ridícula, pues nadie en su sano juicio usaría lentes solares a las siete de la mañana, mucho menos si no se presentaba ni un solo rayo de luz.
Tampoco es como si tuviera otra opción para encubrir sus ojos inyectados de sangre, además de esas profundas bolsas que yacían bajo sus ojos cansados gracias a la mala noche que pasó, todo eso sin mencionar la terrible resaca que se cargaba desde que había despertado de su placido sueño.
- Buenos días, Akira-san. – saludó alegremente la chica encargada de atender la recepción – ¿Ah? ¿Olvidó su traje? Recuerde que hoy tiene una junta con La Comisión de Seguridad Pública de Héroes. No sería muy adecuado de su parte acudir con ropa informal... - murmuró con los nervios de punta –
- No creo que eso sea un problema, Suzuki-chan. – dijo la rubia sin detener su andar, no le apetecía en absoluto quedarse a charlar con una de sus trabajadoras justo cuando la cabeza la estaba matando – De cualquier forma, en mis planes no estaba salir a patrullar el día de hoy, así que no veo ningún inconveniente. – fue lo ultimo que agregó antes de desaparecer tras las puertas del elevador, dejando a la pobre recepcionista con los pelos de punta debido al latente miedo que le produjeron las gélidas palabras de su jefa –
No muchos sus empleados conocían a la verdadera versión de Seki Akira, inclusive a la mayoría de ellos les tocó vivir la peor de todas ellas, así que era algo normal verla casi siempre de mal humor debido a las constantes equivocaciones de su personal o a veces, su rostro únicamente reflejaba la típica tranquilidad con la que se le solía ver en la semana. Pese a esto, sus subordinados evitaban cometer errores o preguntas innecesarias porque preferían convivir con una Mind desbordante de alegría y buenas vibras, que a una Mind molesta y gritando por doquier lo pésimo que habían redactado un simple documento.
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No pasaron más de cuatro minutos para que la joven heroína arribara a su despacho en el ultimo piso del edificio, específicamente, en el número treinta y seis.
