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Oblígame a pensar sólo en ti...
Dame esa versión que te niegas dársela a cualquiera, muéstrame las espinas que se ocultan en tu interior y aquel lado tan encantador que siempre te empeñas en esconder, no te guardes nada, porque n...
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Ella definitivamente no quería estar en ese lugar.
Temía adentrarse a esa gigantesca instalación y no volver a salir nunca de ahí, sin embargo, tampoco podía iniciar algo serio con Hawks si primero no terminaba su tenebroso cuento de hadas con Satoshi.
Mil veces hubiese preferido ser acompañada por Keigo si la charla "pacífica" se tornaba un tanto intensa, pero el alado hoy se hallaba ocupado gracias a que aún tenía que pagar su deuda pendiente con Megumi.
Así que aunque deseara ir con Akira, no podría, porque seguramente, su secretaria lo mataría si volvía a dejarle plantada.
Seki sacudió su cabeza violentamente, mandando a volar a sus pensamientos muy lejos de su conciencia.
No necesitaba crear más escenarios ficticios innecesarios donde en ellos se reproducía en bucle las distintas maneras en las que Ishikawa, literalmente, la destruiría.
Llenó sus pulmones de una gran bocanada de aire, esto para poder coger siquiera un poco de valor, ya que de la nada, sus manos comenzaron a sudar y sentía como su tranquilo respirar se aceleraba pasados los segundos.
Colocó su pequeña mano sobre la fría perilla de metal, decidida a terminarlo y salir corriendo a su agencia cuanto antes fuese posible.
No obstante, el castaño obscuro se le adelantó por mucho.
— Sé que eres tú. — habló él desde el interior de su despacho — Deja de ser un conejo asustado y entra a la boca del lobo de una vez.
La risita "inocente" que siguió después de esas palabras le heló la sangre a la rubia ceniza, a la cual únicamente le crecieron todavía más las ganas de escapar.
— Anda, Akira, no seas aburrida. — insistió el ojiverde — Sabes que no muerdo, mi amor.
❝Sí, claro❞ ironizó el subconsciente de la heroína, casi carcajeándose de los ajenos vocablos musitados por el varón.
— Tenemos que hablar. — dictaminó la chica entrando a la oficina, animada a ponerle fin a esa macabra historia de falso amor.
Por primera vez en muchísimo tiempo, Akira Seki priorizaba a su salud mental y eso definitivamente no estaba mal. Le había costado mucho, pero después de haber soportado tanto, comprendió que existen personas que puedes apreciar de sobremanera y, sin embargo, estar a su lado no te hace bien.
Y tener el valor de cortar lazos con los individuos que sólo se dedican a dañarte, también es un ejemplo grande de madurar.
— C-Claro... — accedió nervioso, permitiendo que su ruda actitud flaqueara ante la hija de Dai.
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