━ Capítulo 9

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|Margarita|

𝙲𝙰𝚂𝚂𝙸𝙴

Agarré el lápiz con fuerza.

   «Venga, vamos...»

   Estaba decidida, pero en cuanto la mina tocó el papel, me arrepentí. Dejé el lápiz a un lado y me pasé las manos por la cara. No podía ser tan difícil, ¿por qué me costaba tanto? ¿Era por miedo? No quería seguir así.

   «Empieza por algo sencillo», me dije a mí misma.

   Suspiré pesadamente y volví a agarrar el lápiz. Solo quería intentarlo, algo fácil, que me gustase. Sabía que podía hacerlo.

   Empecé a trazar un par de líneas, seguí moviendo la muñeca con suavidad y me concentré en representar la imagen que mi mente había creado. Minutos después, levanté la vista.

   Una pequeña margarita decoraba la esquina superior de la hoja blanca. Sonreí inconscientemente, conseguí dibujar algo, mi flor favorita. Había perdido mucha práctica, se notaba. Pero aquel dibujo no fue difícil de realizar, era pequeño y bonito, un avance.

   Mi teléfono sonó con la notificación de un mensaje, lo agarré y leí atenta. Thomas estaba abajo. Me levanté de la silla, agarré mis cosas ya preparadas y en menos de tres minutos ya estaba saliendo de casa.

   Me encontré al rubio apoyado en el portal, esperándome. Abrí la puerta sin reparo alguno y lo observé con una sonrisa, quería decirle lo que había conseguido, porque sabía que se alegraría. Pero al final, decidí darle una sorpresa y contarle que había conseguido dibujar más adelante.

   —Hoy llevas tú las riendas —dijo Thomas empezando a caminar—. ¿A dónde vamos?

   —Cogeremos el metro, iremos al centro y te enseñaré una tienda a la que solía ir a menudo. Me gusta mirarla y perderme por ahí, el dueño es muy simpático y lo tengo como una especie de refugio. Aunque, últimamente, no he ido mucho.

   —¿Esto entra dentro de la motivación que quieres recuperar? —preguntó a mi lado.

   —Sí, podría decirse que sí.

   Llegamos a la estación, estuvimos hablando durante todo el camino, y no fue hasta que pasamos las tarjetas por la máquina, que nos quedamos en silencio.

   —Esta estación siempre ha sido muy triste comparada a la del centro —comenté al verla prácticamente desierta—. En aquella solía haber hasta música.

   —¿Ponían música por los altavoces? —preguntó curioso.

   —No, no —negué con la cabeza—. Había una persona tocando la guitarra, siempre, en uno de los andenes. Se escuchaba por las escaleras, cuando iba hacia las vías. Y además, eran canciones que acostumbraban a gustarme.

   Thomas se detuvo en seco y me observó con los ojos muy abiertos, impactado.

   —¿Qué? —dije extrañada.

   —Era yo —dijo con una sonrisa—. Era yo, siempre me colocaba en la estación del centro. Sobre todo cuando empecé a pedir dinero por la calle.

   —¿Qué...? ¿En serio? —dije entre sorprendida e ilusionada.

   —Sí, siempre tocaba en la guitarra canciones que... Bueno, nuestro gusto es bastante parecido en cuanto a música.

   —Sí, tiene sentido —asentí—. Dios, pero... Eso fue hace años, cuando empecé a vivir con Michelle.

   —O sea, que estuvimos en el mismo sitio todos los días durante mucho tiempo... y no nos encontramos ni una sola vez.

𝐒𝐎𝐌𝐄𝐓𝐇𝐈𝐍𝐆 ➢ Thomas Brodie-SangsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora