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Ahí estaba yo corriendo como una loca con solo cinco minutos para que cerrarán las puertas de la preparatoria. No tuve tiempo de desayunar y ya comenzaba a darme hambre por tanto correr.

Cuando me levanté, logré bañarme y vestirme a la velocidad de la luz. Y claro, perdí el bus, por lo que tomé un taxi para llegar más rápido, pero no sé a donde fue a dar el taxista que terminé más lejos de la preparatoria. Hasta parecía que el taxista tampoco era de aquí. Parecía mucho más perdido que yo.

Si me hubiera levantado temprano como tenía planeado desde un principio, habría tenido tiempo de maquillarme aunque sea un poquito.

¡Habría desayunado y habría tomado el bus que tarda 10 minutos en dejarme casi enfrente de la escuela!

¡Pero no! La señorita se la pasó pensando tonterías toda la noche y no durmió nada.

Afortunadamente el taxista encontró la preparatoria, que por cierto, era la única que estaba en la zona. Es decir, ¿cómo podía no saber dónde quedaba?

Apenas me bajé del taxi, le pagué, y le di las gracias por el largo paseo. Aunque no lo puedo culpar por todo. Yo fui la que se despertó tarde.

Finalmente, mi nueva escuela.

Me apresuré cuando escuché el timbre y logré entrar antes de que los maestros cerraran las puertas.

— ¡Alto! ¡No cierren, por favor! —me di la vuelta y pude ver a un extraño chico correr hasta la entrada de la escuela. Podía irme a mi clase, pero yo quería ver que pasaba con él.— Profesor, déjeme pasar. Esta es la primera vez que llego tarde —se le veía desesperado y cansado.

— Jóven, ya conoce la hora de entrada. Debió estar listo con tiempo. —dijo el maestro impidiéndole el paso.

— Se lo pido, tuve un problema por el cual no pude llegar temprano. Esperaba que comprendiera y me dejara pasar. —comenzaba a darme lastima, tenía una expresión de mucha preocupación. Parecía que en cualquier momento rogaría de rodillas que lo dejaran pasar.

— Está bien —dijo el maestro después de pensar qué hacer—.  Lo dejaré pasar por esta vez. Pero espero que no se vuelva a repetir.

— Gracias, le prometo que no volverá a pasar —su mueca de preocupación cambió a una gran sonrisa de alivio.

Un momento... ¿cuanto tiempo llevo aquí parada viendo esto?

¡Yo debería estar en la dirección para pedir mi horario de clases!

El profesor notó mi presencia y en seguida se dirigió a mi:— Señorita, ¿qué hace ahí parada? ¿No debería estar en clases?

Hola Dios, soy yo de nuevo.

— Y-yo... lo que pasa es que soy nueva y n-no se donde queda la dirección. —intenté no verme tan nerviosa, pero era imposible. Esto me pasa por metiche.

— Con que es nueva... de acuerdo. Joven, —se dirigía al chico que antes pedía que lo dejaran entrar—. Acompañe a esta jovencita a la dirección y después puede ir a su clase. —enseguida la mirada del chico se posó sobre mi para despues sonreír de una manera muy alegre.

— Claro profesor, no hay problema. —el chico avanzó hasta quedar frente a mi—. ¿Vamos? —asentí con la cabeza y lo seguí hasta el interior de la escuela.

No sabía si sentirme incomoda, ninguno de los dos decía una palabra. Y como sabrán, no sé hablar con personas nuevas. Más de una vez cruzamos miradas y solo me sonreía.

— Así que... ¿viste cuando le pedía al maestro que me dejara pasar? —comenzó a hablar. No quería parecer metiche al decir que vi todo lo que pasó, pero tampoco sabía como negarlo.

𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘓𝘢 𝘗𝘳𝘪𝘮𝘢𝘷𝘦𝘳𝘢 𝘓𝘭𝘦𝘨𝘶𝘦| 𝘌𝘶𝘯𝘸𝘰𝘰: 𝘈𝘴𝘵𝘳𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora