x. Viviendo en la oscuridad

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x. viviendo en la oscuridad

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                    Las heridas de Hera cicatrizaron, más no volvió a abrir los párpados.

Su pecho subía y bajaba con un sosiego que le brindaba a Lucifer más incertidumbre que seguridad. El Diablo arrancó, de unas alas que suponían parte de su vieja vida, plumas y ahí en el santuario que él construyó encima de LUX, sanó a Hera de heridas que, en cualquier otro cuerpo, hubiesen sido mortales.

Faltaban respuestas a las preguntas que revoloteaban en su mente, eran dudas que disipar. Eran, en una pequeña proporción, una razón que le impedía concebir el sueño. Estaba establecido que Lucifer valoraba la honestidad mucho más que cualquier otra cosa y era por eso mismo, que, una vez más, debía ser honesto consigo mismo, porque no había peor juez, jurado y verdugo que él mismo. Lucifer Morningstar se sentía culpable.

Tal vez, de alguna manera lo era.

Lucifer no destacaba por tener la audacia que caracterizaba a la detective, sin embargo, debió haber sido capaz de observar el panorama completo en el momento en que siquiera la presencia de Hera resultaba una evidencia tangible. La amenaza fue real, Hera volvió a él en un momento de necesidad y él simplemente no podía olvidar.

Olvidar que nunca fue suficiente para ella.

Olvidar que nunca pudo olvidarla, porque Hera estaba en cada camino que él tomaba. Es decir, solo había que ver las pruebas: él incluso nombró su preciado bar tenía su historia en ellos. En ella.

¿Qué hubiese pasado si Hera hubiese muerto? Era un escenario que no quería pensar más allá pero que se encontraba a sí mismo volviendo una y otra vez. Hera estaba a salvo, él llegó a tiempo, ¿pero qué hubiese pasado si no? Él era incapaz de sacudir la maldita sensación que lo abordaba cada vez que la imagen, tétrica y torturante, de Hera rodeada en su propia sangre se reproducía en su mente. Justo como un bucle —la ironía en su máximo expresión—. Tenía sentido si lo pensaba demasiado: él se sentía culpable, resultaba perfecto que el castigo ante eso fuese revivir su arrepentimiento y, literalmente, experimentar su cuerpo abriéndose en aberturas palpables como causa del sufrimiento de ella, de la pérdida de su alma, de la separación de ambos. De, inclusive, la posibilidad de que, quizás, él la hubiese perdido para siempre.

Y si Hera hubiese muerto, Lucifer hubiese muerto. No resultaba exagerado afirmarlo, era lo correcto. Porque siempre había sido Hera. Siempre sería Hera. Y eso no era una promesa, era un juramento.

Un juramento en pensamientos dolorosos, conversaciones no dichas, sentimientos sin explorar, estaba la respuesta que Linda se quedó esperando, esa que él no supo contestar. «¿Qué es lo que realmente deseas

Hera ━━ Lucifer MorningstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora