xviii. Estrella del Alba

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xviii. estrella del alba

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I. El cuerpo vuelve al polvo

Los corazones rotos están en el Infierno.

El cielo azul siempre se presentaba sobre ellos en tonos oscuros y opacos junto a nubes grisáceas usualmente estáticas. Cuando Hera cayó al suelo con el cuerpo de Lucifer en sus brazos, las nubes iniciaron una danza fundamentada en la desesperación. La ausencia de gritos y la existencia de un sonido ahogado y grave tenía el poder de estremecer el último rincón del Infierno. Se oía una bestia grande y escondida en las entrañas de ese mundo condenado.

La desesperanza poseía un tinte taciturno y enfermizo sin igual al que Azrael se había acostumbrado mucho tiempo atrás.

Sus ojos grises detallaron el horizonte. El Castillo Oscuro se alzaba por sobre las secciones del Infierno en la lejanía. La posición de Hera era vulnerable y vista a su enemigo, careciendo de aliados, el mismo mundo que ella había reinado parecía brindarle más sosiego del que cualquier ser haría.

No llantos. Ni sollozos.

Azrael dudó, por un instante, que Hera si quiera estuviese respirando. La Arcángel de la Muerte estaba de espaldas a Hera; su contraparte hincada en el suelo de una montaña con su cabeza escondida dentro del cuello de un cuerpo sin alma. Veía su espalda subir y bajar en una tranquilidad envidiable y peligrosa.

El silencio era peor que la rabia.

La quietud de su escenario apremiaba su apuro.

La tierra bajo sus zuelas no inmutó a Hera y la desesperanza, a la que Azrael creía haberse acostumbrado, la embargó cuando divisó como los nudillos de Hera estaban blancos pues ella seguía aferrada al cuerpo físico de Lucifer.

En un fugaz segundo, la duda se asentó en Azrael y su capacidad de llevar a cabo la tarea de su padre.

El sentido de responsabilidad mató a la duda.

—Hera.

El nombre salió de sus labios con sutileza, se acercó a su izquierda. El rostro de Hera se escondía el hueco del cuello del cuerpo de Lucifer y ella seguía de rodillas.

—No te lo llevarás —Hera murmuró con una voz rasposa, poco natural de ella, apenas audible pero no buscaba rogar. Azrael entendió la amenaza escondida.

Azrael quiso ofrecerle consuelo a Hera, pero no era su lugar.

—No estoy aquí por él —musitó, sabía que su padre les estaba dando tiempo y para llevar a cabo su plan, eso era lo único que necesitaban—. Estoy aquí por ti.

Hera ━━ Lucifer MorningstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora