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ii. fe & miedo
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Hera era curiosa.
Era esa misma curiosidad que le incitaba a seguir recorriendo Los Ángeles pero en compañía de ella misma. Tomó un camino diferente al de Diaval en un segundo de los 172.800 segundos que formaban los días que llevaban hospedados en la tierra.
Por unas cuantas horas, Hera necesitaba de un momento a solas con sus pensamientos, con lo que su presencia, en un lugar que nunca quiso estar, significaba. Se dedicó a caminar y observar en las sombras, pasando desapercibida durante todo momento, sin embargo, podía ser consciente que lo que sea que emanase afectaba a los humanos de alguna manera.
El común denominador de todos fue el miedo.
Hera no era ajenas a reacciones que eran movidas por ese sentimiento. Estaba acostumbrada e incluso le gustaba porque esa era la respuesta que ansiaba tener cuando los atormentados ponían sus ojos en ella. Esa era la respuesta que daban porque más allá de que Hera se presentase en aspecto demoníaco o una combinación de ambos —que entre nos, siempre causaba un pavor que provocaba una sonrisa macabra en ella—, Hera producía miedo.
¿Qué tipo de miedo? Dependía de cada ente, tanto viviente como muerto.
A ella, por ejemplo, en ocasiones le daba miedo su propia curiosidad porque era atípica de su especie lo cual no ayudaba a su ser tranquilo, no obstante, quedarse con la curiosidad era atípico de ella, por lo que sin importar lo que sintiese, ella saciaría sus dudas.
Incluso si tenía que llegar hasta una iglesia para eso.
Y así lo hizo.
Cuando entró, lo primero que le dio la bienvenida fue el silencio en conjunto a la soledad. Hera no pudo contenerse a comparar este espacio del mundo con lo que ella conocía en el Infierno y el Lilim, lugares tan oscuros y contrapuestos a lo que «la casa de Dios en la tierra» representaba. Lo segundo a resaltar, fue que experimentó algo que resultó difícil etiquetar con un nombre, fue extraño y removió algo en sus adentros. En todo ella. La causa fue mirar fijamente a Cristo crucificado.
Eso solo aumentó cuando conoció al peculiar sacerdote que le tomó por sorpresa, mientras ella trataba de detallar en la distancia las heridas de la representación escultórica de la crucifixión de Jesús.
—Expresa tanto a través del silencio —Hera sabía que se refería a la escultura que sobresalía en el altar, pero muy para sus adentros también se sintió identificada. La demonio miró al padre y éste a ella—. ¿Requiere de hablar o prefiere el silencio?
