i. El brazalete perdido

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i. el brazalete perdido

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          — ¡Lucifer!

El sonido rebotó en las paredes, y el alarido se escuchó hasta en el último rincón del pent-house. Los tacones de sus zapatos altos resonaban contra el porcelanato negro y hacían eco en sus oídos, aumentando la creciente ansiedad. Maze se detuvo en el punto central de la sala, con su vista saltando entre los posibles lugares de donde podría salir Lucifer. Volvió a exclamar su nombre cuando la paciencia se le empezaba a agotar, y fue poco segundos después a su llamado, que él bajó los peldaños de las escaleras que conectaban su habitación con la sala de estar.

Estaba apurado, y para sorpresa de ella no llevaba sus típicos pero caros —y hechos a la medida— trajes de tres piezas. En su lugar, vestía de negro de una manera informal pero que en él seguía viendo atractiva. La camisa en forma de V, jeans y la cazadora combinaban en negro. El cambio de atuendo le sentaba, pero otra vez, todo lo que él se ponía —o dejaba de poner, sí a eso vamos— le quedaba bien.

Maze le siguió con la mirada. Se detuvo en el bar y lo observó servirse un trago de su whisky favorito. Maze no era buena leyendo a las personas, pero tampoco necesitaba tener un doctorado en psicología para saber que el Diablo estaba disgustado.

Y no se equivocó.

Maze notó atisbos de asco, hastío y desgana cuando Lucifer declamó: —La sospechosa de un caso me vomitó encima. En mi traje favorito.

Maze se permitió relajarse en su lugar. La fuerza que ejercía sobre el objeto que tenía en la mano disminuyó, y avanzó un paso hacia él. El demonio le mostró una mueca de asco cuando le escuchó. Si había algo con lo que Lucifer era, en extremo delicado, era con sus trajes costosos. Él, literalmente, los atesoraba.

Tanto como ella lo hacía con sus armas. Y eso era decir mucho.

— ¿El azul oscuro? ¿El negro? —preguntó, mostrando un interés genuino en algo más de lo que pasaba por su cabeza. Ladeó la cabeza mientras su vista seguía fijada en él—. No. ¿Fue el vinotinto, cierto?

Lucifer resopló.

De un solo sorbo, bebió el líquido y depositó el vaso en la mesa.

—El mismo. Espero, realmente, que el seguro del difunto sea una buena cantidad —musitó, con ese deje de quejumbres que lo caracterizaba. Enderezó la espalda y fijo sus orbes marrones en ella—. De cualquier forma, ahora no estoy de humor para otro simulacro de protección del bebé Charlie. Dile a Linda que...

Maze también se envaró cuando la conversación volvió a tomar su curso. Su expresión no reflejaba nada. Todavía. Así que dio otro paso en su dirección, y quedó frente al piano de cola negro.

Hera ━━ Lucifer MorningstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora