vii. No hay descanso para los desalmados

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vii. no hay descanso para los desalmados

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                  Caminar en silencio era una habilidad de un cazador.

La mujer cargaba una camisa blanca manchada de sangre que intentó cubrir con su cazadora sucia, el afro castaño, cuyos rulos se veían tan naturales, combinaba —en una extraña imagen—, con el pantalón negro lleno de tierra y la sonrisa demoníaca que portaba con confianza.

En realidad eso último era lo único que le pertenecía.

Trazó su camino por encima de los obstáculos: ropa tirada, algunas copas y cuerpos humanos que sabían que vivían porque sus respiraciones subían y bajaban con serenidad. Llegó a donde la esencia la condujo y se quedó un rato en el umbral de la puerta, con la cabeza ladeada y la sonrisa todavía surcando sus comisuras.

Anyx de Lilim ignoró a los humanos que dormían al lado de su hermano y, cuando logró concentrarse en él, sintió pena por él. No porque le agradaba de alguna forma. Al contrario, poco toleraba Anyx a Diaval y el sentimiento era mutuo. Su sentimiento se debía más particularmente a la precaria situación que pronto se desataría sobre todos ellos. Ella sabía el resultado de su tarea, sin embargo, estaba ahí para poder entregar una respuesta certera. Anyx no tenía intención alguna de defraudar a su madre.

La furia de Lilith no es algo que ninguno de sus descendientes quisiera ver.

Anyx se aproximó al cuerpo de Diaval y observó su pecho subir y bajar en calma. Patético, pensó. Diaval no era el demonio más afilado y ciertamente tampoco era el más peligroso pero si era el más fuerte en mente. Nunca nada lo perturbaba lo suficiente.

Ese momento no fue la excepción.

En un parpadeo, Anyx abrió su mano y ahorcó el cuello de Diaval. El demonio actúo de inmediato: colocó, en respuesta, una de sus manos en la muñeca que ejercía el esfuerzo y sus ojos se abrieron de par en par, mucho antes de que pudiese captar quién era, el rostro humano de Diaval desapareció en un segundo: grietas, huecos, ira, rojo y negro.

Todo lo que Dios concebía como grotesco le fue dado a ellos: a su verdadero ser.

Anyx no se inmutó. La sonrisa que cargaba se extendió con sorna.

— ¿De verdad piensas que eso me intimida? —ladeó ligeramente la cabeza. Hizo un mohín con la boca y soltó un sonido de desaprobación—. Es bueno que no tengo expectativas en ti.

Como si fuese posible, el rostro de Diaval se contrajo y lo que eran sus labios, secos y agrietados, se fruncieron. Ejerció un poco más de fuerza en la muñeca de su contraparte hasta que logró escuchar el sonido del hueso quebrarse. Diaval sonrió cuando su contraparte se alejó y soltó una maldición por lo bajo. El cuerpo era humano pero el huésped no. La desconocida que expendía el olor a muerte apretó los labios mientras le lanzó una mirada rápida disgustada.

Hera ━━ Lucifer MorningstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora