xii. Para los condenados

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xii. para los condenados

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               Hera está sola.

Y ella nunca se había tenido que encontrar con el prospecto de estarlo, tampoco de pensarlo. Si bien, ha deseado momentos donde estuviese ella y sola ella, jamás deseó... Esto. No sabe cómo nombrarlo, más comprende que le hace desarrollar emociones que no logra entender del todo. Sabe que no sabe nada. No le reconforta en lo absoluto, aunque la verdad esté expresada en una oración: Hera no sabe lo que es estar sola.

Una vista nublada en las esquinas le provocó un dolor dentro de ella. Como si alguien tirará de algún lugar, la arrastrará para posteriormente ahogarla. Apretó sus labios e hizo puños con sus manos.

—Enterrado con un Arcángel —profirió a la nada con voz ahogada—. Tendrías algo que decir al respecto seguramente.

Diaval de Lilim tenía algo que decir con respecto a todo. Aun ahí, es capaz de escuchar su voz quejándose sobre cómo no estaría para nada agraciado al saber que lo que quedó de él fue enterrado junto a un Arcángel. Si tuviese alma, este probablemente sería su bucle.

Pero no la tuvo.

Él se fue.

Hay desesperación en sus orbes azules cuando busca, sin éxito, algo que, al principio, desconoce. Hera barrió la vista por el lugar como si buscará su rostro en medio de la tierra, la rama y hojas caídas. Amenadiel la trajo hasta aquí; lo que parecía ser un bosque dentro de las montañas de la ciudad. Maze enterró a Diaval cerca de donde fue enterrado Uriel. El único indicio era un árbol frondoso cuyas ramas eran gruesas y servía como un techo que dejaba entrar la suficiente luz para ese cementerio sobrenatural secreto.

Hera no quería pensar en nada de lo que suscitó.

Aunque las cicatrices estaban ahí.

Su espalda dolía. El roce de las heridas contra la tela de cazadora era una incomodidad que ella intentaba hacer un lado, pese a que no sangraba, el dolor seguía latente.

Hera cayó en la tierra, su pantalón se ensució de tierra, hojas y piedras pequeñitas.

Las alas, Diaval, Frank, Lilith, Lucifer, Chloe... Ella.

La mente puede ser un infierno y ella lo sabe muy bien. Todo vuelve a ella con lentitud, se queda lo suficiente y le provocó amargura, confusión y un odio que solo era alimentado por una efusión de ira. Un deseo por vociferar al cielo y al infierno se instaló en ella tan profundo que no parece propio de su carácter. Nunca ha estado sola pero siempre lo anheló, según sus pensamientos, paz venía con soledad. Hera quería ambas incluso antes de que quisiera que fuesen algo, nunca lo tuvo sin embargo.

Hera ━━ Lucifer MorningstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora