xvi. Soldado de Dios / Hija de Lilith

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xvi. soldado de dios / hija de lilith

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                      —Lilith está llamando.

Fue Mazikeen la que pronunció esas tres palabras que Hera odió. Oía la voz de su madre como una canción hipnótica. El aviso de Maze fue innecesario, Hera era consciente. La brisa parecía transportar la voz de Lilith y su cántico sonaba a promesa de desolación, le removía cada fibra de su ser.

Su cabello rubio ondulado se movía contra el viento. Había una parte —primitiva— de ambas que ansiaba el encuentro, hacer la voluntad de su madre y entregarse. Tanto Maze como Hera eran más fuertes que eso. Respiraban con normalidad. Maze estaba hablando pero no lograba juntar las palabras en su mente, mucho menos era capaz de responderle. Estaba presente, lo sabía. Olía la sal que el viento traía y la promesa de una lluvia también. Veía la tumba de Diaval. Sentía el toque de unas palabras que la harían llorar.


«—Dios habla con nosotros mientras nos crea —una voz masculina y grave le dice con convicción—. Después, camina con nosotros en silencio sacándonos de la noche. Éstas son las palabras que oímos tenuemente: Tú, enviado más allá de lo que recuerdas, llega hasta los límites de tu anhelo. Encárname.»


Sus piernas le fallaron por un segundo y perdió el equilibrio. Experimentó el calor del cuerpo de Maze con el suyo mientras su hermana apretaba su brazo. Hera sintió cómo si estuviesen arrastrándose algo desconocido por su cuerpo pero la voz siguió:



«—Estalla como una llama y crea grandes sombras para que yo me pueda mover. Deja que todo te pase: belleza y terror. Solo sigue adelante. Ningún sentimiento es definitivo. No te permitas perderme. Cerca está el país al que llaman vida. Lo sabrás por su mesura. Dame tu mano.*

Hera vislumbró al padre Frank sonreírle.

La demonio lo observó bien. Curiosa ladeó la cabeza. No estaba acostumbrada a ver sonrisas como la que el padre ofrecía en su dirección. No era de orgullo o prepotencia. Le producía un cálido malestar, por alguna extraña razón, Hera comprendió entonces que se trataba de una honestidad desmedida en un gesto tan simple. No había segundas intenciones y Hera no supo cómo responder. Solo bajó la vista al libro que Frank cuidaba entre sus manos.

Dios nos habla a cada uno era el nombre que salía en la portada. Movió su nariz y Frank sonrió por la expresión de disgusto y singularidad. Hera desvío la vista al Jesús crucificado. Ignoró una conexión por otra. Ver la figura del humano sacrificado le hizo sopesar que, a través de él, podría ver a Dios.

Hera ━━ Lucifer MorningstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora