xvii. Ilusiones que sustuve

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xvii. ilusiones que sostuve

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                             Los pensamientos en la estridencia de gritos y torturas crecían.

Lilith cerró los ojos y pegó su espalda al espaldar del alto trono. El frío de la piedra negra lo tomó como una caricia. Intentó pensar en todo y nada: en lo que fue y lo que vendría después de consumar su venganza, en su inicio y su propio final. Su piel oscura reaccionó ante la emoción de su futuro tan difuso como seguro. Madre y reina de todo. Lilith no poseía corona tangible más era visible que, de poseer una, estaría hecha de sangre, lágrimas y los gritos de otros. Sus pensamientos nacidos del bullicioso Infierno le causaban sosiego, Lilith despreció su prisión porque excedía de aquello que le proporcionaba comodidad: silencio.

El silencio ecualizaba el olvido.

Lilith palpó en su piel como la sensación intoxicante de la gloria la haría inmortal. En su ser había una fuerza que le hizo creer que el Infierno estaba más cerca de la Tierra que el Cielo alguna vez podría estar. El fantasma de una sonrisa se deslumbró y alimentó sus propias ilusiones. El despreciable Arcángel Miguel estaba haciendo su trabajo pero Lilith carecía de las victorias suficientes para estar completamente segura en que había ganado el juego.

Abrió los ojos en el momento en que la puerta del salón se abrió. La reina del Infierno enderezó su espalda y observó por debajo de sus pestañas y hacía abajo, al demonio cuya piel era roja, tenía cuernos pequeños y ojos negros, era bajo y titiritaba de miedo cada vez que la veía. Un Sin Nombre.

Sus brazos reposaban a cada lado en el reposabrazos del trono. Sus dedos golpetearon contra la piedra y de sus dedos una niebla oscura emergió danzando en el aire hasta llegar a su hijo. El demonio movió sus pies con evidente temor. Las sombras lo rodearon hasta llegar a sus tobillos y tomó todo de él para demostrar valentía ante su reina madre.

El demonio habló en una voz chillona.

—Su Majestad, la prisionera.

El demonio esperó el asentimiento de su reina, cuando lo obtuvo: caminó rápido y con torpeza hacia afuera trayendo consigo a la mencionada. El demonio la dejó y desapareció con una reverencia. Lilith levantó su ceja y esperó como si ella fuese el tiempo mismo y pudiese manejarlo como quisiese. La prisionera destacaba en la sala por su piel grisácea clara, casi blanca, luciendo un azul demasiado claro y antinatural. No tenía pupilas como el resto de los humanos, en su lugar, tenía galaxias moribundas. Lilith lo sabía porque su brillo era inexistente cuando solía cegar. La vida parecía menguar con cada segundo, Lilith estaría bien con eso si hubiese alguien más como ella.

Hera ━━ Lucifer MorningstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora