Capítulo 2

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Me moví un poco inquieta cuando el autobús hizo un pequeño movimiento brusco, estaba tensa y cansada

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Me moví un poco inquieta cuando el autobús hizo un pequeño movimiento brusco, estaba tensa y cansada. Mi trasero realmente estaba entumecido por todo el tiempo que estuvo aplastado en los diferentes asientos, solo faltaban veinte minutos y llegaría a mi nuevo hogar. La oscuridad se hizo más notoria, eran las once de la noche y era imposible que pudiera ir a la casa de mi tío, por lo que esperaría y dormiría en un hotel lo que restaba de la noche. El hotel que había buscado estaba en el centro y económicamente era accesible.

Ya en la parada del autobús descendí con mis dos maletas grises que contenían ropa y mi mochila verde en donde estaban mi documentación y mi dinero. Como pude traté de llegar al hotel que estaba a dos cuadras de la parada. Internamente quería tomar un taxi, pero no creía que me llevaría solo por dos cuadras.

El hotel era muy lindo, era una mezcla entre moderno y un toque antiguo. La recepcionista me ayudó con las maletas hasta el ascensor luego de registrarme. Acaricié el llavero de mi habitación número diecinueve y al girarlo había una pequeña copa de vino que suponía que era algo que se distinguía no sólo en el hotel. El vino era importante, las tiendas que me crucé en el camino al hotel estaban relacionadas con el vino, no quería que eso fuera un problema para relacionarme, porque el vino estaba en mi lista de bebidas que no me gustaban junto al vodka.

La habitación era simple y el blanco predominaba casi en su totalidad. Dejé todo junto en una esquina y deambulé recorriendo todo a mi alrededor, abrí la canilla para que el agua caliente empezará a salir cuando llegué al baño, por suerte tenía una tina en la que podría relajarme algunos largos minutos.

Esperando que el agua se calentara, abrí el cierre de una de las maletas para poder sacar mi piyama con diseño de donas, una remera musculosa y un pantalón corto (regalo de Flor para navidad hace tres años atrás) ropa interior lista y mi crema corporal. Dejé todo en la cama de dos plazas y fui hasta la tina.

El agua estaba tibia y si bien no tenía burbujas con olor a rosas como estaba acostumbrada cuando decidía tener un tiempo de relajación lo mismo funcionará. La música clásica sonaba de fondo en mi celular y cerré los ojos ante aquello, el piano era uno de mis instrumentos favoritos para escuchar, pero no para tocar, ya lo había intentado y mi fracaso fue desde el principio notorio.

El agua estaba fría tiempo después, un recordatorio de que debía salir. Envolviéndome en una toalla blanca con el logo del hotel salí hasta la habitación, el procedimiento del secado de mi cuerpo siempre era un ritual para mí. Luego venía la parte en donde me colocaba la crema con olor a coco por todo el cuerpo desparramando con suaves movimientos por toda mi piel, era una forma de masaje en donde según Flor tenía que darle relajación a mi cuerpo. Revisé mis marcas que todavía estaban allí y las tapé con mi ropa, las sentía asquerosas y no se iban, pero en algunas había logrado que ese sentimiento aminorara porque eran difíciles de ignorar.

Dejé el celular cargando y en el mismo activé la alarma a las siete de la mañana. Me relajé en la cama, era como estar en un algodón de lo agradable que era poder acostarse allí. Cerré los ojos y traté de dormirme de una vez, era las dos de la mañana. Siempre me sucedía lo mismo cuando estaba en un lugar nuevo o mis emociones me dominaban, dormir terminaba resultando en una tarea difícil.

Sueños sobre hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora