10. Estrellas Malditas

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10. Estrellas Malditas

-No sé cómo he accedido a esto- me llevé una mano a la cabeza.

Comenzaba a dolerme, la música que se oía desde el interior del local me retumbaba, y eso que todavía no habíamos entrado.

-Porque te prometí enseñarte el nuevo teorema- sonrió Gabriel- y la manera en la que se lo enseñé a mi grupo de mateatletas.

Chasqueé la lengua.

Estaba empezando a odiar seriamente a las trillizas.

Había un teorema que les estaba costando aprender, a Fiona y Bree porque Rayla seguía de oyente, y como Gabriel me dijo que a sus compañeros les pasaba lo mismo pero ideó una forma divertida de aprenderlo le pedí que me la dijera.

Pero todo tenía un precio, y me había obligado a ir con él a un estúpido garito por la noche.

-Voy a renunciar- murmuré- todo esto no merece la pena.

Gabriel se rio.

-Vamos Xavier, estoy seguro que te vas a divertir. Hay un grupo que suele tocar cada semana y es muy bueno. Quiero que lo oigas y disfrutes un poco, estar siempre centrado no es bueno.

Rodé los ojos.

-Te mataré mientras los escuchas.

Me sonrió divertido.

-En serio tío, has conseguido que las tres aprueben deberías darte por satisfecho.

Era cierto. Rayla había comenzado a sacar 5 justos en casi todos sus exámenes. A veces bajaba al 4,5 pero en general su media le solía dar para aprobar justa.

Sin embargo, algo me decía que ella podría dar mucho más. Que esos cincos eran la ley del mínimo esfuerzo por su parte, quería que pudiera subir de la misma manera que sus hermanas, que participara activamente en nuestras clases.

En ese momento el chico de la puerta nos hizo un gesto para que entráramos.

Deseé con todas mis fuerzas estar en casa. Debería de estar haciendo la cena en estos momentos mientras Henry veía los dibujos animados, sin embargo, me encontraba aquí y mi hermano estaba con nuestra madre que dormía porque hoy era domingo y no trabajaba.

Gabriel me cogió del brazo para que no me perdiera entre en el mar de gente y me dirigió a la barra.

-¿Qué es lo que quieres guapo?- me preguntó una camarera mientras se agachaba para enseñarme el canalillo.

¿Estas cosas les funcionaban para conseguir propina?

Vi como a Gabriel irremediablemente se le fueron los ojos.

-Pónganos dos cervezas- le entregó un billete- puedes quedarte el cambio.

La mujer sonrió.

-¿Pero cuántos años tenéis? ¿Tengo que pediros el carnet?

Gabriel chasqueó la lengua.

-Ponnos dos refrescos- corregí a mi amigo

La camarera me guiñó un ojo, logrando que bufara, y se dio la vuelta para entregarnos nuestras bebidas. Se quedó el cambio que le había dado Gabriel y tocó con felicidad el bote de las propinas. Incluso llegó a acercarse a mi amigo y le dio un beso en la mejilla.

Se sonrojó hasta más no poder.

-La tengo en el bote- me susurró.

Rodé los ojos.

Estrellas de una misma constelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora