4. Música en las lecciones

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4. Música en las lecciones

-Tío sigo sin creerme que seas el tutor de las tres chicas más guapas del instituto- se quejó Gabriel a mi lado- no es justo, ojalá hubiera sido yo.

-Hubieras renunciado el primer día- dije sin apartar la mirada de las mesas del centro de la cafetería.

Gabriel era demasiado blando, las trillizas se lo habrían comido con patatas desde el momento en el que pisara ese salón. Rayla lo habría descuartizado y Fiona le habría echado la salsa, mientras Bree aplaudía animando a sus hermanas.

Hizo un puchero.

-La verdad es que hubiera flipado al enterarme que eran hermanas, trillizas- negó con la cabeza- no se parecen en nada.

Yo todavía lo seguía asimilando.

-No son gemelas idénticas- le repliqué- sabes muy bien que son cosas distintas.

-Pero yo sé, los hermanos se parecen- se encogió de hombros- por ejemplo Henry y tú tenéis el pelo negro. ¿Ellas? Polos opuestos en todos los sentidos.

-Sus ojos son del mismo color.

Gabriel frunció el ceño e intentó comprobar lo que le decía, sin embargo, estábamos muy alejados.

Pero entendía su punto. No sabía cómo era que cada una había desarrollado una personalidad tan contraria de las otras dos, no sabía cómo todavía no se habían matado en aquella casa.

-¿Y me quieres decir por qué estamos vigilando sus mesas?

Suspiré.

-Yo lo hago- le corregí- tú te me has acoplado. Ya te dije que necesito un momento a solas con Fiona, alejados de las otras dos.

Debía controlar donde estaban las otras para lograrlo. ¿Y qué mejor sitio que el instituto para hacerle una emboscada? Las tres hermanas ni se miraban cuando estaban por aquí, cada una iba con su grupo ignorando al resto.

Era perfecto.

Tan solo debía esperar al momento en el que Fiona se quedara sola.

Como era habitual cada una se encontraba sentada en su respectiva mesa, Bree estaba de pie hablando de alguna proeza que había hecho a su grupito de deportistas que no dejaban de mirarla como si fuera el mismo sol. Por otro lado Rayla sonreí a algo que una amiga animadora decía, hoy llevaba puesto el uniforme, mientras Elton intentaba ponerle el brazo por encima de los hombros sin resultados. Por último, Fiona miraba aburrida a todo su grupito de amigas como si quisiera estar en otra parte.

-No sé cómo vas a conseguirlo, o te enfrentas a sus hermanas o al ejército de adoradoras. Yo escogería las hermanas.

Le lancé una mirada de advertencia.

Prefería miles de veces al grupo de amigas de Fiona que a Rayla. Estaba seguro que ellas al menos no intentarían hundirme en la miseria.

-Deberías mirarte la cabeza. Porque estás muy mal.

Gabriel se rio, como si fuera una broma lo que decía cuando iba muy en serio.

En ese momento detecté por el rabillo del ojo movimiento en la mesa de Fiona, al girarme para observar mejor me la encontré despidiéndose de sus amigas para ir a su siguiente clase.

Todavía faltaba más de veinte minutos.

¿Quién se creía que iba para clase? Porque yo no.

Era mi momento.

Estrellas de una misma constelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora