12. La feria

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12. La feria

-Mami- dijo Henry mientras señalaba uno de los miles de puestos- ¿podemos comprar una manzana de caramelo?

Mamá sonrió y asintió.

Hoy era un día festivo debido a que era la feria del condado, por lo tanto mamá no iría hoy al trabajo y había aprovechado para salir con nosotros un rato a la feria.

-Claro, aquí tienes- mamá le entregó algo de dinero a Henry que no tardó en salir corriendo a uno de los puestos- ¿tú no quieres nada Xavier?

Negué rápidamente con la cabeza.

-No te preocupes por mí, guarda ese dinero para comprarle otra cosa al enano.

Mamá suspiró.

-También eres mi hijo Xavier, sé que no estoy todo lo pendiente que debería de ti porque tu hermano está enfermo pero eso no significa que no me preocupe.

Sonreí y me acerqué para darle un beso en la frente.

A veces me sorprendía lo pequeña que era en comparación a nosotros, Henry ya le llegaba por el cuello y eso que solo tenía diez años. Habíamos heredado ese rasgo de nuestro padre.

-Lo sé mamá. Estoy bien.

Y lo estaba.

Hacía mucho tiempo que no me sentía así de contento, ya que estaba con mi hermano, que no paraba de sonreír, y con mi madre.

Henry no tardó en aparecer con el dulce en la mano, que no dejó de mordisquear contento. Me ofreció un trozo que yo tomé gustosamente, más que nada porque sabía que no se lo acabaría.

Estuvimos un rato los tres paseando de aquí para allá.

Hasta que el teléfono de mamá comenzó a sonar, lo que me indicaba que tendría que irse tarde o temprano. Su jefe del trabajo nocturno era un déspota, y al ver que la feria estaba llena de gente no dejaría pasar una oportunidad como esa.

Ella me miró algo culpable, y me recordó en cierta manera a cuando Henry se acababa las galletas. Ambos la misma expresión y color de ojos.

Henry sin duda había salido casi por completo a mamá.

-Tienes que irte- adiviné con pesar.

Ella suspiró.

-Perdóname- pidió- prometo que os compensaré.

Asentí.

Aunque sabía que eran palabras vacías, siempre decía lo mismo pero al final no tenía nunca tiempo para compensárnoslo. El único día libre que tenía, los domingos, los dedicaba casi por completo a descansar e intentar estar con nosotros.

-No te preocupes- forcé una sonrisa- vete.

Nada estaba bien, pero no pensaba decírselo. Ya suficientemente culpable se sentía por dejarnos.

Henry le enseñó su sonrisa mellada.

-Estaremos bien mamá, te llevaremos un recuerdo.

Mamá conmovida se agachó para darle un sonoro beso a mi hermano, que se rio al recibirlo, a continuación tuvo que ponerse de puntillas para apenas alcanzar la parte baja de mi mejilla.

Hizo un puchero.

-Echo de menos cuando podía besarte sin ponerme de puntillas.

Me reí.

-Tendrás que ponerte tacones- me mofé.

Ella me enseñó la lengua, demostrando que era la adulta, y se despidió de nuevo de sus dos niños antes de irse por donde habíamos venido. Tendría que volver a casa para cambiarse para llegar a tiempo.

Estrellas de una misma constelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora