Capítulo 18

78 9 0
                                    

Buscando a Mia: día 16

Anoche estábamos demasiado cansados y cuando entramos en la habitación, lo primero y último que hicimos, fue ponernos el pijama y echarnos a dormir. No pude pegar ojo en toda la noche, mis pesadillas no cesaban y no entiendo nada. Empecé a gritar a media noche y Alan me sacó de ese extraño bucle en el que me encontraba. Por desgracia tenemos que dormir separados, pero nunca he dormido con un hombre excepto aquella vez en Madrid. Me da un poco de vergüenza volver a compartir la cama con él, soy de las típicas personas que se mueven mucho y que hablan.

Alan me sacó de la cama y me llevó a la suya, nos arrinconamos contra la pared y dormí entre sus brazos, su aroma fresco me relajaba y lentamente volví a reconciliar el sueño. A su lado puedo dormir a gusto, pero temo volver a descansar sola, esas pesadillas me van a volver loca. Parece que los intentos por encontrar a Mia me están robando el juicio que me queda.

Son las diez de la mañana y Alan sigue en la cama, yo hace rato que cuidadosamente me deshice de su cuerpo, que estaba enroscado alrededor del mío, y bajé a desayunar. Ahora me encuentro frente a él, en la cama que debería haber dormido, con el diario de Mia sobre mis muslos y escribiendo los últimos sucesos, la trama de mis pesadillas y las emociones vividas durante el viaje. Pero no puedo concentrarme, tendría que haber escrito anoche, cuando nadie puede meterse en mi mente y robarme las ideas porque duermen, y los que aún permanecen despiertos no están al alcance de extraer mis pensamientos. Con lo cual, saco un papel especial para mis cuadros y un carboncillo que mandó mi padre por correo postal hace aproximadamente un año, me gustó el regalo, pero no la intención. Me encanta pintar, es mi segunda pasión después de la escritura. No obstante mi padre no tenía derecho a enviarme eso desde una dirección desconocida como muestra de disculpa por no acudir a velar por mi difunta hermana y abandonarnos. Así que si alguien pregunta, tan solo es un carboncillo.

Miro a Alan fijamente y contemplo los pequeños detalles que le forman, luego empiezo a trazar sus perfectas imperfecciones sobre el papel que metí con precisión el maleta, pero que ha acabado arrugado. Pinto el contorno de su cuerpo y después sigo con sus preciosos rasgos españoles, las pestañas largas y la nariz recta, luego trazo un pelo ligeramente enmarañado y termino resaltando los musculosos brazos que tiene.

- ¿Qué haces?- me pregunta con la voz ronca y se incorpora para mirarme.

Pego un respingo cuando oigo su voz, pero prefiero olvidar el dibujo e inventarme algo para no dar explicaciones. No me gusta enseñar mis obras a los demás.

- Nada, escribía en el diario- no es del todo mentira, así que no creo que pase nada.

- Es de día- dice Alan sonriendo.

- Por eso mismo no he podido continuar, no me concentraba y he parado justo cuando te has despertado- contesto de un tirón, sin comas ni puntos.- Te he traído el desayuno.

- Que maja, ¿no?- dice él con tono de ironía.

Vaya, hoy intenta hacerse el gracioso.

- No me vengas con tonterías, he tenido que pelearme con el hombre que vigilaba el comedor para subir comida- le espeto.

Alan sonríe y no puedo evitar imitarlo, se acerca a mí y me besa en la comisura de los labios, luego añade:

- Sí, claro.

- Lo habría hecho...- digo convencida de ello y me abraza más fuerte contra el colchón.

Me aprieta el muslo con fuerza y pellizca el dobladillo de mis bragas, hoy está juguetón. Necesito olvidar por un momento mis pesadillas, así pues, dejo que me haga suya una segunda vez. La ropa cae por toda la habitación y suaves gemidos escapan de mi boca al ritmo de sus movimientos, estamos coordinados y me gusta, pero acelera el ritmo y pierdo el compás, ahora soy arrítmica, no puedo seguir sus pasos, me tiemblan las piernas y se me nubla la vista. Grito su nombre, grito alto y él no deja de producir sonidos extraños.

Buscando a MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora