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Una semana después y se encontraba
sentada en una de las mesitas de madera
que había en la feria. Sus amigas habían idopor algodón de azúcar y Lisa se había quedado a cuidar el puesto.

El parque de diversiones era magnifico.
Todas parecían estar pasándolo bien, a
excepción de Lisa, que llevaba todos
estos últimos días deprimida.

Aun recordaba el rostro de Rosé, tan roto y en verdad parecía muy golpeada por las palabras que le había dicho Lisa.

La Pelinegra se arrepentía mucho. Lo peor de todo es que después de aquella pelea se había encontrado con la Rubia.

Al igual que otra veces, la había fastidiado con sus amigas, sólo que había algo diferente. Cuando la estaba insultando, no tuvo ni una vez la oportunidad observar sus ojos fijamente, Rosé siempre parecía evitarlos o de alguna manera la insultaba desde lejos,
sin querer acercarse.

Ya comenzaba a desesperarse, porque
Lisa quería ver ese color chocolate que le quitaba el aliento. Se sentía cómo una necesidad, una ridícula y patética necesidad de ver sus ojos para poder estar en calma consigo misma.

No había ayudado en nada el nuevo
pensamiento acerca de la Rubia: querer
besarla.

La queria besar y eso la asustaba, era otra necesidad que le hacía temblar de pies a cabeza cada vez que la veía.

Observaba el rostro de Rosé y sin poder evitarlo los ojos se le iban a su boca, tenía los labios más hermosos del mundo y Lisa solamente tenía unas desesperantes ganas de morderlos y besarlos hasta que le dolieran sus propios labios.

Suspiró Qué rayos le estaba sucediendo?
No creía que fuera muy normal el soñar
todos los días con la misma chica y desear besarla. Más si no era su amiga, más bien lo contrario.

Era la chica que le hacia la vida imposible y allí estaba Lisa, suspirando por la pequeña rubia.

Cada vez... cada vez más las palabras de Rosé hacían eco en su mente "No será
que estás enamorada de mi?" Y en verdad, Lisa intentaba convencerse de que no era así, imposible. No, era una locura.

-Lili, estás bien?-preguntó Eunha,
acercándose a su amiga. Llevaba una
gorrita de oso en la cabeza, que había
ganado en unos juegos.

-Si, claro. -mintió de forma mediocre,
sabía con antelación que si le contaba a
sus amigas respecto a su problema, ellas
comenzarían a delirar.

-Quieren ir a las tazas giratorias?-preguntó Jihyo al llegar, habían rastros de azúcar ensus labios.

-Será divertido, vamos!-animó Eunha,
jalando a Lisa y a Jisoo de las manos,
hasta llegar a la atracción y montarse en
ella.

Estaban bajándose de los carritos cuando
vieron a lo lejos al grupito del salón, parecía la realidad despotricara sobre la suerte de Lisa.

Todo le salía mal, y para joder más las cosas allí estaba Rosé, igual de hermosa que siempre. Llevaba un vestido negro y el cabello suelto en ondas, reía mientras iba de la mano con Jaehyun y entrelazaba su brazo con el de Sowon.

Quería besarla, quería besarla y quería que la tierra se tragara a Jaehyun. Esa era una gran idea rondando en su cabeza. Soltó un gran suspiro y tomó a Eunha de la mano, quería alejarse de ellos a como diera lugar.

-Eunha, quieres ir a la montaña
rusa?-preguntó con una sonrisa a su amiga, ella parecía feliz.

-Claro!

-Vamos todas-dijo alegremente Jisoo y las
cuatro se fueron a la atracción, dejando a
los otros atrás.

Lisa logró respirar tranquila por unos
segundos, eso hasta que fueron a comprar palomitas de maíz y casualmente allí estaba Rosé. Tenía que ser una cruel broma de la escritora, no? De inmediato los ojos de Rosé la vieron
pero apartó la mirada, sin dejar a Lisa
ver sus ojos chocolate por más de un
segundo. Bufó irritada y se rió un poco, al ver cómo Jihyo intentaba comer palomitas, lanzándoselas, pero estas chocaban en su nariz. Pero ella sólo podía observar a Rosé.

Rivales | Chaelisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora