Capítulo 7

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Se despertó en el suelo de algún sitio. También estaba oscuro y húmedo. ¿Volvería a estar en un túnel?
No recordaba mucho, sólo que un perro con escamas la persiguió y ella le apuñaló con una astilla que se había clavado en el pie... ¡Ay, el pie! ¡Cómo le dolía! Ahora si que no podría ponerse de pie. Pero, ¿Dónde estaba?

Una luz se encendió al final del pasillo. Pudo ver que estaba en una especie de celda, con unos barrotes de madera que le impedían salir. Había una pequeña cama hecha de madera en una esquina, pero era el único mobiliario que había.
Lillity podía sentir como le pesaba todo su cuerpo, la sensación de cansancio que tenía. Tenía un sentimiento como a desorientación, entre el sótano y el túnel, el tiempo que llevaba en aquella celda... ¿Cuánto tiempo había pasado?
Además, tenía sed. Y hambre. Y mucho, mucho sueño...

-Tú, levanta. -un chico de más o menos su misma edad estaba delante de ella, abriéndole los barrotes. Era moreno, de pelo corto y ojos castaños. Vestía con una camisa suave de algodón debajo de un chaleco marrón. - Eh, he dicho que te levantes. Vamos.

Lillity no hacía caso. ¿Dónde estaba?

-Vamos, o empezarán a sospechar y esta vez si que tendrán motivos para dejarte fuera de la frontera.

Lillity intentó hablar, pero le faltaban fuerzas. Si no podía ni abrir la boca, ¿Cómo diantres iba a levantarse?
Intentó hacer como si se levantara para que el joven viera que no podía.

-No... Puedo...

-Ya veo. Vamos - dijo el muchacho levantándola y colocando su brazo detrás de sus hombros.

Lillity se encontraba en una sala con las paredes de madera. Entre cada madera se filtraba un rayo de luz que iluminaba tenuemente la habitación. Lillity seguía creyendo que estaba soñando. Si no, ¿Dónde estaba? Era cómo si se hubiera metido en un videojuego de caballeros medievales.
El chico de antes la había dejado allí sentada y le había dicho que después volvería. Y así lo hizo.
Pero esta vez vino acompañado. Había un hombre ya mayor, de unos cincuenta años, acompañado por el que parecía ser su hijo. Un chico de unos años más que Lillity, con el pelo dorado y una espada colgada por la cintura.

-Os lo dije, no debíais de haberla traído aquí...

-Pero padre, no tenemos pruebas. ¿Y si no lo es?

-Sí claro, y por eso no se acuerda de nada ni...

-Ehem. - "tosió" Lillity. No le gustaba que hablaran de ella como si no estuviese en la habitación. Pero le funcionó: todos callaron y la miraron.

-Chica... ¿Qué hacías fuera de la frontera?

No contestó. No sabía ni dónde estaba, ni cómo había llegado ni por qué. Tenía un cola-cao en la cabeza muy grande como para aclarar nada.

-Bueno... ¿Nos podrías decir tu nombre al menos? -volvió a preguntar el hombre mayor.

-Li... -pero no tenía fuerzas para hablar.

-Bien Lin. Estarás en tu celda hasta que aprendas a hablar y nos cuentes qué hacías en territorio prohibido.

Y se marchó de la sala, dejando a Lillity con esos dos desconocidos.

-Cameron, llama a Ana Sofía. Dile que prepare todo lo de Zeny para esta tarde.

Y el chico moreno, que se llamaba Cameron, se fue también. El chico rubio la miraba con unos ojos grises. Tenía los ojos grises.

-Ha muerto.

-¿Cómo? -preguntó Lillity, con dificultad.

-Zeny, el perro. Ha fallecido. Tú lo mataste.

La música de la noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora