Capítulo 5

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"Una trampa para osos"

Se levantó cuando sus padres acababan de irse. No quería pensar, quería dejar pasar las cosas como si así fueran a irse.
Bajó las escaleras para desayunar, pero no tenía hambre, así que sólo comió tres galletas y nada más. No sabía que hacer. Habían decretado tres días no lectivos, así que no había clase.
Tocaron a la puerta y Lillity fue a abrir. Y allí estaba, con ese moño rubio en lo alto de la cabeza, pero esta vez sin gafas. Lillity sintió algo parecido al miedo, como ver a una persona a la que conoces y no reconocerla.

- Buenos días, Lillity. ¡Qué disgusto me he llevado esta mañana al conocer lo que pasó ayer noche en el gimnasio! Todavía no saben quién es el culpable o si fue un fallo técnico, pero menos mal que no estaba ahí, me hubiese dado un infarto... -¿Por qué querría ocultar que no había estado allí?

- ¿Qué desea? -la interrumpió Lillity.

- No, nada, sólo que pasaba por aquí y me preocupo por mis alumnos. Algunos de ellos están en el hospital, quemaduras mínimas. Y, bueno, no sabía cómo estabas...-¿Cómo que no sabía como estaba? Lillity recordaba perfectamente cuando la vio salir, y la señorita Milliandless la vio salir a ella también. ¿Por qué ocultaba tantas cosas? ¿Qué querría esconder?

- Pues estoy bien, gracias. -dijo Lillity un poco cortante.- Y si me disculpa, tengo cosas que hacer.

-Bueno Lillity, si necesitas compañía, si te sientes sola...
¿Pero cómo sabía que estaba sola? Lillity decidió terminar con la conversación y cerró la puerta de golpe. ¿Qué estaba haciendo mal para que se dieran cuenta de todas sus cosas?
El timbre volvió a sonar. Lillity pensó si abrir o no un par de veces. Pero si no actuaba con normalidad, las cosas no serían normales. Así que abrió.

- Lillity, siento molestar otra vez, pero esto estaba en tu buzón. -Sonia le tendió el periódico y Lillity fue a cogerlo. Lentamente, las uñas de la mujer fueron creciendo, cambiando de tono a un azul grisáceo. Lillity se asustó y le quitó el periódico de un tirón y cerró la puerta.

¿Qué estaba pasando? Cerró la puerta con llave y corrió todas las cortinas. Se tiró en el sofá, agotada. Había dormido una hora como mucho, y no era capaz de procesar todo lo que pasaba. Sólo llevaban unos pocos días en París, ¿Se tendrían que marchar ya? Lillity había aprendido a aceptar cuando tenían que marchar, pero le parecía demasiado pronto. Además, todas las otras veces había sido como un tsunami, había sido todo de golpe. Pero ahora, era como una trampa, una pequeña inundación que se iba llenando, una marea que iba subiendo y que cuando menos se lo esperaran acabaría ahogándoles.

Cogió el periódico y vio que sólo tenía una página. Una sola noticia, la del incendio. Además, estaba garabateado con boli negro, unas letras subrayadas. Lillity lo entendió, ese periódico no estaba en el buzón.

Lillity miró las letras subrayadas: F,I,N,M,N,I,S. También había una flor dibujada. No entendía nada, salvo...

Corrió al piso de arriba y entró en el despacho de su padre. Buscó en la estantería un libro, el libro que su madre le leía desde pequeña, el libro de todas esas historias...
Allí estaba. Un libro de cubierta dura, morada, lisa. Lo abrió y ahí estaba:

"Para quien quiera saber de nuestra naturaleza,
estas páginas os guiarán
Por un camino de historias
...
Pero no pudo acabar de leer. Los cristales de la casa estallaron. Doce cuervos negros entraron por las ventanas.
Empezaron arañarle la piel. Se la rasgaban haciéndole heridas que ya sangraban. Lillity intentó espantarlos, hacía bruscos movimientos con el libro para que alguno se alejara, pero seguían arañándola.
Gritaba fuerte e intentaba salir de la habitación, pero los pájaros no la dejaban avanzar.
Un instante, azotó a tres de una vez con el libro y pudo salir de la habitación.
Bajó las escaleras, con el libro en la mano y tal aceleración que sin darse cuenta bajaba cuatro escalones de una vez.
Por fin llegó a bajo, pero los cuervos la seguían. Tenía que salir fuera. Tenía que salvarse.
Se dirigió a la puerta, pero alguien se había adelantado. Fue capaz de ver a través de las finas cortinas el cuerpo de la señorita Miliandless. Cambió de dirección y se dirigió hacia la cocina. No había escapatoria. Sólo una, aunque... Los cuervos entraron en la habitación y con dificultad podía oír los pasos de la mujer. Sin pensárselo dos veces,  se metió en la lavandería.
Y allí estaba, la trampilla que llevaba al sótano.
Le sorprendió lo poco que le costó abrir la puertecita. Se metió dentro, a oscuras. Detrás de ella, cerró la puerta con llave y bajo las escaleras a tientas. Iba con cuidado de no caerse. Las escaleras se hicieron infinitas hasta que Lillity se sentó apoyándose en la pared. Temblaba del miedo que tenía. No lo había pensado, pero había cavado su propia tumba de la cual no podría salir.

Caminó por rozando las paredes, buscando una posible salida, pero nada. Lo único que encontró fue un interruptor para encender la luz.
Una  débil y tenue luz iluminó la habitación. 

Lillity perdió la noción del tiempo. Podrían haber pasado diez minutos al igual que podrían haber pasado cinco horas.

Cogió el libro y empezó a leer. El libro, escrito por Juna Finmnis. "Finmnis" era lo que supuestamente Sonia había subrayado en el periódico. También había pintado una flor. ¿Qué querría decirle?
Lillity hizo un "zapping" por las páginas del libro. Se acordaba de algunas historias que su madre le había contado cuando era pequeña.
Leyó unas cuantas. Se fijó en que en todas había un bosque, a veces mágico, lleno de unos seres llamados "calihax" y otras veces tenebroso, oscuro, maligno... Las historias hablaban de un mundo más lejano que el de Lillity, pero lo que ella no sabía es que posiblemente estaba más cerca de lo que creía.

Acabó el apartado de las historias para pasar a "Fórmulas".
Este apartado podría estar perfectamente en un libro diferente. Lillity no entendía nada, estaba en un lenguaje que no conocía. Las letras eran unos símbolos, estrellas y otros jeroglíficos. Hasta que llegó a la página 864. Seguía siendo el mismo código, pero Lillity podía entenderlo.
Hablaba de una especie de portal, de cómo hacerlo. Las páginas habían sido arrancadas y vueltas a coser. ¿Por qué podía entenderlo?

En ese momento, ocurrió lo que no había pasado antes: la puerta se abrió. Unas piernas se asomaron y se colocaron sobre las escaleras. Las piernas de la señorita Millianldess. Lillity se incorporó, se puso tensa. Ahora si que no tenía escapatoria.

La mujer empezó a descender. Llevaba unas uñas enormes, del mismo color que Lillity las había visto antes cuando, por arte de magia (y nunca mejor dicho) habían empezado a crecer. Su pelo ya no era rubio, sino gris. Y sus ojos, negros. 
Detrás de ella, estaba Albert. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Su pelo era más oscuro de lo normal y su mirada, sus ojos era negros. Idénticos a los de su compañera.
Y no podía escapar, a no ser...
Los cuervos entraron el la habitación. Lillity se aferró al libro, fuerte, como si fuese capaz de salvarla... Y la verdad era que podía.  Abrió el libro y consiguió encontrar la página del portal. Pero los pájaros se abalanzaron por segunda vez sobre ella, no podía ver, sólo gritar.
Sintió esa sensación de adrenalina, y ese sentimiento que tenía antes de hacer algún desastre. Oh, nunca estaría más contenta de perder el control. Y así lo hizo. Dos llamas de fuego salieron de sus manos, dándole el tiempo suficiente para pronunciar las palabras escritas en el libro:

- Accipe me semitam uentus

Después de ésto, sólo hubo oscuridad.

La música de la noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora