Capítulo 11

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Lillity volvió a pasar la noche en la celda. Había pasado allí tanto tiempo desde que había llegado a Anantía que ya lo asociaba con su hogar...

Su hogar. No había tenido ocasión de llamar hogar por durante mucho tiempo a nada... Entonces pensó en sus padres. Había pensado en ellos desde que había llegado, juntaba fuerzas para poder despertar de aquel mal sueño... Porque sí, esto no era más que una pesadilla. No veía el momento de despertar y encontrarse en su nueva habitación en París. No había habido ningún incendio en el instituto ni la había perseguido una mujer a la que le crecían las uñas. No había sido engullida por pájaros, ni había abierto ese libro que la hubiese llevado hasta allí. No, nada habría pasado. Y ella, por fin sería normal. Se habría acabado lo de huir.

Pero, por desgracia, no era así.

En unos momentos vendrían a por ella y se la llevarían hasta un lugar en que, lo único que conocía de él es que sus habitantes engullían las almas de los demás. Tierra de ombríos. Y, Tenuris... era el lugar que había pronunciado su madre en la conversación que había escuchado a escondidas.

"Dimond se ha escapado de Tenuris" había dicho Marlene.

Todo esto era un puzzle donde no dejaban de introducirse piezas y más piezas. Piezas que, hasta que no llegaran a su destino, Lillity no podría unir.

La luz del pasillo se encendió. Ya venían a por ella, aunque todavía era de noche.

La sacaron de la habitación y le colocaron unos grilletes en las manos. Lillity no opuso resistencia. Solo gastaría fuerzas. Y pobres ombríos al apoderarse de su alma cansada y confundida.

Llegamos hasta las afueras de la aldea, donde empezaba el bosque. Allí mismo es donde había alcanzado una flecha a Lillity en el hombro, que ahora estaba vendado.

Allí estaba Álex. Cuando Lillity le vio no pudo pensar más que era un traidor... Pero no era así. Dentro de lo que cabía, Álex la había ayudado. Sino, posiblemente estaría ardiendo en la hoguera. Pero no sabía que era peor, si morir o ser víctima de los ombríos.

Álex la saludó, pero ella hizo caso omiso. Así que los hombres que la habían escoltado hasta allí la dejaron con Álex.

- Hay dos días de camino si cruzamos el puente del río. Sino, puede alargarse hasta una semana entera. -pero Lillity no le miraba siquiera.- Cuando antes empecemos a caminar mejor.

-No puedo. -contestó Lillity, secamente.

- Ya sabes cual es la otra opción si no...

- No. Me refiero a los grilletes.

Así que Álex se los quitó y acto seguido empezaron a caminar hacia el bosque. Emprendieron un viaje que puede parecer el fin, pero, más tarde se darán cuenta de que allí se esconde todo el principio.

Llevaban unas cuatro horas caminando. Lillity notaba una cierta molestia al apoyar el pie derecho. Primero se había clavado una astilla y después se lo había torcido, aunque había hecho reposo y solo le pinchaba un poco.

- ¿Iremos todo el viaje a pie? ¿Sin... caballos? -habló Lillity.

- Los caballos no pueden pasar. Más adelante, el bosque es bastante oscuro.

- Y... ¿Cómo pasasteis con ellos cuando me encontrasteis?

- Fuimos por el sur en nuestra ruta de inspección. Ahora nosotros nos dirijimos al norte. -contestó Álex.

Seguían caminando mientras, a su derecha, el sol ya dejaba ver sus primeros rayos. Lillity se preguntó por milésima vez dónde se encontrarían, aunque no tenía muy claro si lo quería saber. "Nos encontramos en locolandia, donde aquí, todos estamos locos y acusamos a quien nos da la gana de ombrío".

Se distrajo con el sol y tropezó con una raíz de un árbol. Cayó al suelo, torciéndose otra vez el tobillo. Dejó escapar otro grito de dolor que sobresaltó a Álex. El chico se arrodilló junto a Lillity en el suelo y le cogió el pie.

- Está muy hinchado. -dijo el muchacho. Por primera vez en todo el viaje, Lillity y Álex se miraron a los ojos. Ahora que estaban bastante cerca, Lillity pudo ver sus ojos mejor. Esos ojos grises, profundos...- Ven. -dijo, y le tendió la mano. Lillity se levantó con dificultad, pero el brazo de Álex la ayudó. Le rodeaba la cintura y la ayudaba a caminar.

Llegaron hasta un lugar donde no había árboles y donde se podrían sentar. Álex la dejó en el suelo con cuidado y él se sentó a su lado, apoyados en el grande tronco de un árbol. De la bolsa que llevaba colgada a la espalda sacó una manta, que tendió a Lillity. La manta era del tacto del papel, pero calentaba mucho.

- ¿Ya te lo habías hecho antes, verdad? -dijo el chico. Lillity asintió con la cabeza, mientras Álex le colocaba la bolsa debajo del pie para que lo mantuviera en alto.

Después de cuidarse del pie de la chica, Álex volvió a recostarse en la corteza del árbol. Se quedaron los dos mirando al cielo. El sol lo teñía de un naranja pálido,rosado.

- Álex. -lo llamó Lillity. El chico se giró hacia ella y la miró otra vez a los ojos. Álex era en quien más podía confiar Lillity de Anantía. La había ido a ver cuando estaba en la celda... Había estado con ella. La habría ayudado a huir de no ser por la maldita flecha y, si no fuese por él, ya habría ardido en llamas. No la iba a entregar a Tenuris, pensó Lillity. No podía. No después de todo esto.- No me acabaste de contar la historia... Esa de los ombríos.

- Ah, sí. -dijo el chico, sonriendo.- Me quedé en cuando acabaron con todas las ninfas. ¿Verdad? Pues sigo. Cuando el ejército de los ombríos llegó al bosque, arrasó con todo lo que se encontraba. La mayoría de las ninfas murieron, quedando solo tres. Y, entre esas tres ¿Quién estaba? Exacto, Calihax. Cuando la ninfa vio todo lo que habían hecho, les paró el paso a solamente un kilómetro de la aldea del sur. La ninfa llevaba mucho,mucho odio en su interior. Entonces, se acercó al rey. Todos se quedaron asombrados, al ver que, cuando la ninfa tocó el cabello de hombre, éste se volvió dorado. Entonces, el rey sintió tal fuerza en su interior que supo que, gracias a aquello no le haría falta alimentarse de ninguna alma nunca jamás. Y que él, siendo así su propia víctima, también se convertiría en la presa de los demás. Él tendría los poderes más oscuros y fuertes que jamás habrían existido. Pero Calihax pidió algo a cambio: que se dejara en paz a los ciudadanos del sur y que nunca volvieran al bosque. Entonces el rey sacó un frasco y lo levantó. Un rayo de luz penetro desde el cielo y llenó el frasco de un cristal brillante: todos los poderes de luz de los sureños. Se dice que, el rey volvió al norte junto con Calihax, que se había convertido en su presa. Los habitantes del sur quedaron sin poderes debido al Cristal del Cielo Eterno y las dos ninfas que quedaron protegieron el bosque con su alma. Todos los poderes que el rey robó a los sureños, dejándolos débiles y mortales, debieron bastar para alimentar a todos los norteños. Pero nada es para siempre, y por eso montamos guardia. En cualquier momento podría venir un ombrío insatisfecho en busca de alguna presa... Por eso envían al lobo. Es un espía. Ante cualquier indicio de que el Crsital no afecte... El lobo se lo lleva y se lo entrega a Oro.

- ¿Oro? -preguntó Lillity, que se había sumergido en el relato.

- Sí, el rey. Le llaman así porque es el único ombrío con el pelo dorado. Los demás lo tienen gris o negro. Y también porque es el más valioso de todos ellos. Es el único que no necesita alimentarse porque ya hay bastante en su interior. Y también es el único con esos poderes extremadamente fuertes. Y es duro y cruel. Aunque no necesite más presas, siempre que se presenta una oportunidad... tiene que ser para él.

Y seré para él, pensó Lillity.

La música de la noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora