Capítulo 10

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- ¡Álex! Pide ayuda -gritó Lillity, asustada.

- No... A los que pediríamos ayuda son los que nos han hecho esto. Ayúdame a quitar esto, rápido.

Álex y Lillity tiraron de los barrotes que cubrían el único orificio de la habitación. Solo pordían salir por ahí, pero el fuego ya casi los alcanzaba. Los dos tiraban con fuerza, pero los barrotes de hierro se resistían y su esfuerzo no servía para nada.

Lillity empezaba a marearse y a respirar con dificultad, a pesar de estar al lado de la ventana, el humo la alcanzaba y no le permitía respirar con normalidad.

Los dos seguían tirando de la pequeña barrera, pero seguía sin moverse. El fuego estaba cada vez más cerca. Álex tiraba y tiraba, se había hecho unos rasguños en los brazos... Y Lillity advirtió que llevaba un tatuaje en el brazo, una flor de cinco pétalos... la flor que había visto en el libro de Finmnis, donde había empezado toda esta pesadilla. Entonces, le vino a la cabeza esas palabras que había pronunciado antes de llegar aquí... Y pensó que era su única solución.

- Accipe me semitam uentus.

Y nada más. Oscuridad. No estaba en ningún sitio. Estaba como flotando, pero se movía.

Algunas formas empezaron a tomar posición delante de ella. Eran como imágenes. De sus padres y suyas, hace años... Las imágenes iban avanzando delante de Lillity como si fuesen sus recuerdos, un flashback que le recordaba todo lo que había vivido.

Lillity gritó al caer al suelo y darse un golpe en el pie, el pie donde se había clavado esa astilla cuando había llegado a aquel lugar. Todavía le dolía, y ahora aún más.

Álex estaba a su lado, en el suelo. Respiraba con dificultad y la miraba a los ojos con una mirada de preocupación.

- Por aquí.

Oyeron gritos a lo lejos. Gritos de hombres y sus pisadas. Rápidamente, Álex y Lillity intercambiaron una mirada, una rápida mirada que les bastó para ponerse de acuerdo en que tenían que irse de allí.

Se encontraban en las afueras de la ciudad, donde empezaba el bosque. El viento soplaba en dirección a ellos, y eso les hacía más difícil el paso. Lillity corría con dificultad debido al pie, así que Álex la tomó por la cintura y la ayudó a correr con él. Los hombres (unos diez o doce hombres) ya estaban detrás de ellos y los alcanzarían. Todos corrían, pero solo Lillity tenía una herida en el pie.

La chica advirtió que un objeto pasó casi rozando su cara y se clavó en un árbol que había delante de ellos: una flecha. Corrieron más rápido, pero de poco sirvió. Una flecha acabó clavándose en el hombro de Lillity, que cayó de inmediato.

***

Un hombre barbudo y con la armadura puesta la despertó a gritos. No se había dormido, pero sus ojos se cerraban por el cansancio. El hombro le ardía y sentía como se le clavaban miles de alfileres en el pie cada vez que pisaba el suelo. La concudían por un pasillo que estaba muy mal iluminado. Llevaba los grilletes puestos en las manos y cuatro hombres la escoltaban hacia el final de aquella habitación.

Entraron en una sala, muy grande y circular. Enfrente de ella se encontraba el padre de Álex y de Cam. Y al rededor de toda la sala se encontraba la gente, que al verla entrar se puso a gritar abucheos e insultos.

- ¡Quemadla! ¡Entregadla! ¡Ombría!

Entre la multitud se encontraban hombres, mujeres y niños de todas las edades. Pero todos la miraban con odio y, tal vez, un poco de miedo.

Sentaron a Lillity en una silla, en el centro de todo aquello. No le quitaron los grilletes.

El hombre viejo y con cara permanente de mal humor (porque era un hombre, viejo y con cara permanente de mal humor) hizo callar al pueblo. Y todos le obedecieron. Entonces, al callar todos, un chico se puso al lado de su padre, aunque no subió a la tribuna. Lo reconoció: era Álex. Llevaba arañazos en la cara y por todos los brazos. Aunque, no parecían arañazos...

- Chica. -empezó el viejo de m*****- Estamos aquí para condenarte a la hoguera por actos que te califican de ombría. ¿Algo que decir? -entonces, toda la multitud volvió con sus insultos.

Lillity no contestó, sino que miró a Álex. Él se había portado muy bien con ella, hasta la había protegido y la había ayudado a huír, aunque hubieese resultado en vano. ¿Por qué lo habría hecho? Entonces, Álex también la miró a ella. Se miraron los dos a los ojos. Aun la situación en la que se encontraba Lillity, sentía una calidez en la mirada de ese chico que le ofrecía seguridad.

- Esperad, padre. -habló Álex, entonces.

- No se te ha dado la palabra, y teniendo en cuenta los que has hecho, aunque hables, tus palabras no serán bien recibidas -le cortó su padre.

- Por favor, dejadme hablar. Entonces decidiréis si mis palabras son bien aceptadas. -y, como callaron todos, Álex continuó- Quemamos a los ombríos que vienen a molestar en la hoguera, ¿Verdad? Pero ella no vino a molestar. Ella estaba fuera del bosque. No estaba en la aldea. Y, como no parecía ser una ombría la rescatamos... Pero, cuando llegamos aquí, vimos que el efecto del Cristal del Cielo Eterno no afectaba a sus poderes. Y decidimos que la quemaríamos por ombría. Pero nos equivocamos... Ella no es culpable de ser lo que es. Ella no ha venido aquí a molestar. Nosotros la trajimos aquí. Y lo mejor que podemos hacer es devolverla allí de donde procede.

Entonnces, el público exclamó unas palabras de sorpresa.

- Hijo mío, eres astuto. Pero no tanto para planear que, si como tú bien dices, no es obmría, la matarán igualmente. Agredió al espía y en Tenuris ya sabrán de su existencia. ¡Una lúnia a la que no la afecta el Cristal! Vendrán a por ella. Morirá igualmente.

- ¿Es que crreéis que cuando le digáis a Oro que la lúnia inmune al Cristal esta muerta os creerá? Pensará que os la guardáis como un as en la manga para atacarle. Entonces empezará a buscarla. Y matará al que crea que le miente.

- ¿Y quién se supone que irá a entregarla a la tierra de los ombríos?

- Padre, creo que lo justo sería... Yo fui quien la trajo aquí. Yo mismo la entregaré a Tenuris.

La música de la noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora